Pensiones
Pensiones

Mi generación recibió más de una vez en su niñez una alcancía en forma de chancho. Te la regalaban tus padres, tus abuelos o tus tíos. La recomendación de ahorro venía con el regalo y también la advertencia de romper el chancho, porque se perdería el valor de lo ahorrado. El problema es que nos tocó vivir en y luego en hiperinflación y, por lo tanto, meter plata en el chancho era claramente la peor decisión de tu vida.

Pasaron los años, y mi generación otra vez está sufriendo la tentación de romper el chancho. Esta vez, la alcancía contiene los ahorros para la jubilación. En este momento, parece que todos olvidamos selectivamente las recomendaciones que recibimos de niños: tener paciencia y autocontrol para no perder de vista la razón de ese ahorro.

En un aparentemente supercomplicado, es facilísimo desemplearse como trabajador dependiente y convertirse –todo en la misma semana– en trabajador independiente para la misma empresa. Al cabo de unos meses, podrá utilizar la “protectora” legislación de la jubilación por desempleo y, con ello, el crimen contra el chancho estará consumado. Sacará su fondo y dejará de estar sujeto al 13% de descuentos en su remuneración. Se sentirá millonario y hasta pensará comprarse un paquete para seguir el sueño de la selección de fútbol.

Como en cualquier decisión, es más fácil tomarla si pensamos en las cosas que ganamos (acceso a un monto de recursos, mayor liquidez mes a mes, etc.) que si pensamos en las cosas que perdemos (seguridad de tener recursos en nuestra etapa de retiro, cobertura del seguro de invalidez y sobrevivencia, etc.).

Por ello, creo que es importante enfatizar en la comunicación de estos elementos.

Pero como siempre digo, esta es una decisión que tiene sentido solo cuando miramos cada caso. Por ejemplo, puede ser que mi esposa tenga diez años menos que yo y un mejor sueldo que el mío, por lo tanto, romper mi chancho me desprotegerá solo parcialmente. 

Si fallezco o tengo un accidente que me impide trabajar, no tendré un ingreso mensual que aportar a mi familia. Ese, de hecho, es un riesgo del que debería estar consciente. La decisión sería más fácil si mis hijos hubieran terminado sus estudios; en cambio, si aún tengo hijos en edad escolar, estaré poniendo en riesgo también su bienestar.

Asimismo, si tengo otros activos a mi disposición, esa decisión será menos riesgosa. Si por el contrario, lo que tengo es un montón de deudas acumuladas, estoy en peor posición para tomar esa decisión.

Pero no olvidemos que el problema más grave para la gran mayoría de las personas es que sus “chanchitos” están demasiado flacos. Es decir, el gran problema de las pensiones en el Perú es que la gran mayoría de personas no aporta lo suficiente ni en forma oportuna para tener una pensión adecuada.

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