Paola del Carpio

El Banco Central de Reserva (BCR) corrigió ligeramente a la baja su proyección de crecimiento para este y el próximo año. El presidente de la entidad, Julio Velarde, detalló, en el marco de la publicación del reporte de inflación de septiembre, que la economía peruana mantiene aún cierto dinamismo explicado principalmente por el consumo. No obstante, la inversión pública y privada, así como, la producción del sector primado –principalmente, minería- no vienen avanzando.

Así, si bien la economía peruana no se encuentra en una o crisis, sí está en una situación de estancamiento y muy bajo crecimiento. Los motores de la economía vienen ralentizándose y no se espera que esto mejore sustancialmente el próximo año, ni siquiera considerando la implementación del plan de reactivación recientemente propuesto por el MEF. Esta situación es desfavorecedora porque impide generar suficiente empleo de calidad y calidad y combatir la enorme informalidad que mantiene a más de 13 millones de peruanos en la desprotección.

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Un factor muy importante detrás de esto son las expectativas de inversión. Estas responden a lo que los agentes esperan que pase en la economía en el futuro. Actualmente, los indicadores relacionados con las expectativas son bastante negativos. Las expectativas empresariales sobre la actividad económica a 3 meses llevan varios meses en el tramo pesimista y las de largo plazo, aunque mejores, son bastante magras también. Respecto a las familias, el Índice de Confianza del Consumidor (Indicca) muestra que más de la mitad perciben que su situación económica ha empeorado y no esperan que esta mejore en los próximos 12 meses. Un elemento particularmente dañino para las expectativas es la incertidumbre, los mensajes contradictorios y la inoperancia del Estado frente a las crisis.

Es cierto que muchos de los problemas que enfrenta nuestra economía se relacionan con el deterioro de la economía global. Sin embargo, gran parte de la responsabilidad de lo que ocurre con las expectativas está en el plano local. Vemos, por ejemplo, una serie de medidas laborales y que encarecen la contratación formal, afectando las oportunidades para muchos trabajadores; sobre todo, la de los más jóvenes a quienes les es hoy más complicado alcanzar un puesto formal y con protección. Estas medidas laborales, además de generar incertidumbre y cambiar las reglas de juego con poco diálogo, afectan también la eficiencia y operación de las empresas.

A esto se suma el deficiente manejo de conflictos sociales, que viene deteniendo operaciones mineras y deteriorando más nuestra capacidad de exportar y crecer, y el oficio “Consenso por el Perú” que presentó el presidente del Consejo de Ministros al titular del Congreso, en el cual se pide dar prioridad a proyectos de ley que modificarían el capítulo económico de la Constitución. En este contexto, no es posible generar confianza en un país con poca seguridad jurídica y reglas de juego que se buscan cambiar constantemente.

Si realmente se espera avanzar, es imperativo primero que el Ejecutivo como un todo entienda la relevancia de la inversión privada para el crecimiento económico, generación de empleos y reducción de la pobreza. No va a ser posible impulsar la inversión y recuperar confianza si no hay un alineamiento de mensajes, más allá de las medidas que proponga solo el Ministerio de Economía y Finanzas, por adecuadas o bien intencionadas que resulten. Es necesario un giro de timón real para salir de este estancamiento.