Por David Tuesta, Lead economist en BBVA Research
Diferentes mediciones indican que, dada la alta informalidad, Latinoamérica registra que, en promedio, el 50% de la PEA está ahorrando para una pensión y que los sistemas brindan una cobertura de 60% para aquellos en edad de jubilarse. Asimismo, en aquellos sistemas financieramente sostenibles, las pensiones promedio representan cerca del 40% de los ingresos percibidos en etapa activa, que serán insuficientes en caso no se cuente con ingresos complementarios. El Perú está muy por debajo de estos promedios. Follow @EconomiaECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Más allá de los problemas de informalidad que penetran peligrosamente los sistemas, los expertos identifican serios problemas de diseño. Es claro que un sistema de pensiones debe tener un componente de solidaridad para dar pensiones no contributivas, pero se debe buscar que no desincentiven el ahorro y contar con un presupuesto fiscal. Es evidente también que los sistemas de reparto requieren ajustes permanentes para ser sostenibles y requieren el apoyo de un sistema de ahorro individual. Latinoamérica, ya dio un paso decisivo en esa línea hace décadas.
El “modelo chileno”, que se ha extendido por la región, como un esquema para ahorrar obligatoriamente en cuentas individuales –y donde juegan un rol estelar las AFP y las compañías de seguros– ha tenido una contribución enorme para las economías en la región. Sin embargo, los expertos han identificado aspectos que deben perfeccionarse para darle viabilidad en el futuro. Uno de los puntos más sensible que mencionan es que este modelo ha sido pensado “solo para el camino de ida, pero no para el de retorno”.
Efectivamente, si observamos todos los mensajes normativos y regulatorios, apuntan a que el afiliado y gestores financieros se centren en la acumulación de ahorros, desentendiéndose de para qué servirá el resultado que obtengan. La figura es más o menos así: la AFP ahorra para tu pensión y luego ya se verá para lo que alcanza el fondo acumulado.
¿Cómo terminar con el quiebre entre la acumulación y el retiro? Se están debatiendo propuestas que plantean una pensión objetivo en la que se orienten anticipadamente las decisiones de los agentes. Luego, por ejemplo, si hubiese una mayor certeza sobre la pensión, sería muy factible la introducción de portafolios de referencia de largo plazo, o ‘benchmarks’ para evitar decisiones cortoplacistas, y comportamientos manada en las inversiones tal como lo vienen advirtiendo varios estudios del Banco Mundial y la OCDE.
Esto es muy relevante en un contexto de volatilidad y rentabilidades a la baja de los fondos de pensiones en los últimos años y que, en el caso del Perú en el período 2011-2015, ha generado una rentabilidad real negativa de 1,1% de acuerdo con la OECD; y donde los portafolios latinoamericanos se han armado y desarmado con objetivos financieros más tácticos que estratégicos.
Otro tema que se encuentra en el debate, es cómo los esquemas privados podrán cubrir los riesgos de un escenario de mayor longevidad. En este contexto, la tendencia observada es que los productos ofrecidos por las compañías de seguros vienen siendo percibidos como muy caros no solo ya por los ajustes necesarios que se aplican por la mayor longevidad. Estos se encarecen también por los marcos regulatorios que obligan a ofrecer determinadas capas de cobertura que encarecen el producto. Como fuere, el encarecimiento del aseguramiento de la vejez a futuro por factores estructurales marca una tendencia clara en el mundo.
Dado lo anterior, los expertos plantean que la cobertura de la etapa de vejez sea afrontada de manera conjunta entre el Estado y el sector privado. Así, una primera etapa de la jubilación –digamos hasta los 85 años– se cubriría fundamentalmente con un retiro programado proveniente del ahorro individual a la que se sumaría una pequeña contribución del pilar de reparto con el que todos contarían. Luego, recién a partir de los 85 años, cuando el retiro programado se haya agotado, entraría a una pensión más alta otorgada por el sistema de reparto.
Otro tema que se encuentra en debate es el de la organización industrial existente. Informes de organismos multilaterales diagnostican que tanto las AFP como las compañías de seguro, presentan un alto nivel de concentración donde, en muchos casos, con solo cinco empresas se cubre el 100% del mercado; donde las ganancias son altas para firmas que brindan seguridad social; y, donde las comisiones y primas tienden a ser percibidas como altas.
Esto no es novedad, y es por esto que los reguladores en la región han venido interviniendo, sea reduciéndoles las comisiones de administración como en México, o mediante licitaciones como en el Perú y Chile. Se observa, sin embargo, que estas acciones han dado resultados muy tímidos y son varias las propuestas para que se tome un rol más decisivo en el marco regulador.
Las discusiones del diseño de un sistema de pensiones, así como el rol indiscutible de contar con un pilar privado obligatorio en su estructura, son clave para la reforma en Latinoamérica. Las compañías de seguro y las AFP deben tener un papel importante en la estructura de protección social en la región.