(Foto: Archivo)
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Redacción EC

Todos estamos de acuerdo en que el Perú tiene un gravísimo problema de y falta de valores, tanto en la como en la privada. Son innumerables los casos en ambas esferas. Está consensuado que la corrupción afecta el del país y su competitividad, paraliza inversiones, se recauda menos, las empresas extranjeras son más reticentes a invertir, por no hablar de inocular en el ciudadano el virus de la desafección hacia lo político y lo empresarial y disminuir drásticamente la confianza en el futuro, lo que cierra un funesto círculo.

Todos decidimos según nuestros valores e interpretamos el entorno (la información esencial para la toma de decisiones). Es por ambas razones que dos personas con la misma información e inteligencia toman decisiones diferentes. Los valores son la base de todos los conceptos estratégicos. Según los valores de una compañía serán su misión, a qué se dedica; sus objetivos, a dónde quiere llegar; y su estrategia, cómo lo va a conseguir. Todo debe preocuparse por ser competitivo y obtener resultados, pero no todos los caminos valen, esa es la diferencia. Igual que ocurre en la empresa, pasa con el gobierno: no todo vale, la integridad es básica.

Un país solo puede empezar a dejar atrás la corrupción exigiendo a todos sus líderes –gubernamentales y empresariales– una y intachable, un comportamiento que piense en los demás, en el bien común. Al líder se le debe exigir una gran capacidad técnica y de gestión, grandes conocimientos y excelentes habilidades; pero nunca a la inversa. Que eso pase es responsabilidad de todos. Los valores deben inculcarse desde la familia, la educación, los medios, el Gobierno, la empresa. Puede hacerse. Debe hacerse.