La mejor manera de observar los efectos del desempeño de la economía sobre los hogares y las personas es a través del mercado laboral, que es donde la mayoría obtiene sus ingresos. El mercado laboral es el epicentro de la actual crisis económica. Si queremos tener respuestas adecuadas a esta situación, resulta clave entender qué está ocurriendo allí.
Ya antes de la pandemia el mercado laboral presentaba rasgos bastante problemáticos. Por un lado, un exceso de trabajo independiente. La otra cara de esta moneda es una baja proporción de trabajo asalariado: el Perú (45%) está por debajo de Guatemala (60%), Paraguay (58%) o El Salvador (63%), para no mencionar a Chile (72%), Colombia (50%) o México (68%). Por otro lado, un exceso de informalidad: 20 puntos porcentuales por encima del promedio de países de la región. Ambos fenómenos están entrelazados: el 90% del empleo independiente es informal.
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Llegamos, pues, mal parados a enfrentar esta crisis. Los resultados actuales son consecuencia tanto de la epidemia del COVID-19 como de las respuestas de políticas públicas para contenerla. No eran impredecibles, como mostramos en un estudio reciente (https://www.grade.org.pe/publicaciones/impactos-de-la-epidemia-del-coronavirus-en-el-trabajo-de-las-mujeres-en-el-peru/). Lamentablemente, la nueva información muestra nuestras estimaciones como conservadoras.
En efecto, de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Hogares (Enaho), el mercado laboral ha sufrido el golpe más brutal de la historia moderna del Perú. Respecto al mismo trimestre del 2019, la población con empleo ha caído -39,6%. El grueso de esta caída se concentra en las áreas urbanas, donde cayó -49%, comparado con un -6,5% en zonas rurales. Igual de dramático ha sido el colapso de la fuerza laboral. Esta cifra típicamente crece al ritmo del crecimiento poblacional, pero este último trimestre sufrió una caída histórica de -36,1% a escala nacional y de -44,3% en el área urbana.
ESPECIFICACIONES
La encuesta permanente de empleo (EPE) para Lima Metropolitana, con datos de trimestres móviles, ofrece un cuadro más detallado de la debacle económica. El siguiente gráfico muestra la evolución a lo largo del año de la fuerza laboral (PEA), la ocupación y la inactividad. Como se observa, el efecto no ha sido solamente sobre el empleo, sino también sobre la actividad económica: 1,8 millones de personas aproximadamente han salido de la fuerza laboral (esto es, no están buscando empleo). Así, la pérdida de empleo en lo que va del año (más de 2 millones), está repartida entre los que han salido de la fuerza laboral y quienes perdieron su empleo y, a la fecha de la encuesta, continuaban buscando uno.
La segunda característica importante es que la caída es desproporcionadamente mayor para los trabajadores independientes e informales. Para los independientes, llegó a -64% a fines de junio y -42% luego del rebote de julio. En contraste, entre los asalariados la caída fue de -49% hasta junio y -35% a julio. El contraste es similar entre informales y formales: -64% y -45% en el sector informal a fines de junio y julio, respectivamente, frente a -48% y -38% en el sector formal.
Una mirada a los ingresos provee contrastes igualmente fuertes. Mientras que en el sector asalariado los ingresos promedio se han mantenido, en el sector informal han caído estrepitosamente, -35%.
Los grupos más vulnerables han sido más afectados por esta debacle. El número de jóvenes entre 14 y 24 años con empleo cayó a fines de julio -53,1%. En comparación, entre adultos la caída fue de -36,5%. Para la población sin secundaria completa fue de -51,2%, mientras que para aquellos con educación universitaria fue de -31,8%. Las diferencias de género también son importantes: para los hombres la caída fue de -37,6%, pero para las mujeres, -43,2%.
Es probable que el empleo agregado continúe la recuperación observada en el último trimestre móvil, aunque el número de desempleados crecerá conforme los inactivos regresen a buscar empleo. El rebote será liderado por el sector informal, en tanto que no hay protección social que les alcance y por necesidad tendrán que salir a trabajar. En este contexto, la caída en sus ingresos persistirá.
En el sector formal, la perspectiva es más incierta: probablemente en el siguiente trimestre observemos una mejoría, conforme no haya mes de cuarentena total en los datos. Sin embargo, la debilidad de la demanda, la incertidumbre sobre las futuras políticas, ilustrada recientemente por la incomprensible vuelta a la cuarentena en la provincia de Trujillo y el anuncio de nuevas etapas para la reapertura del sector turismo, además de las ya conocidas trabas estructurales a la relación laboral formal harán lenta, en el mejor de los casos, la recuperación del empleo.
La agenda de políticas está marcada por lo urgente: recuperación económica. Es indispensable, sin embargo, que no queden de lado los temas importantes. ¿Qué vamos a hacer para promover el empleo formal y reducir la informalidad? Esta es la pregunta central alrededor de la cual debería girar el debate público más sustantivo.
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