Tuesta considera que al ministro Carlos Oliva se le ha dado muy poco espacio para trabajar.(Foto: Archivo)
Tuesta considera que al ministro Carlos Oliva se le ha dado muy poco espacio para trabajar.(Foto: Archivo)
Redacción EC

Por Nicolás Castillo y Luis Fernando Alegría

Cuando Martín asumió la presidencia, designó a para encabezar el . Sin embargo, poco más de dos meses después, tuvo que dejar la cartera por sus discrepancias sobre reformas tributarias con el propio presidente. Tras un año fuera del radar, conversó con El Comercio sobre los entretelones de su salida y la coyuntura económica.



—¿Qué sabor le dejó haber asumido el liderazgo del MEF por tan corto tiempo?  
Fue un honor trabajar en el ministerio el tiempo que me tocó. Le agradezco mucho al presidente que me haya dado esa oportunidad. Creo que no nos conocíamos lo suficiente y quizás eso no permitió que tuviéramos un trabajo coordinado. Por un lado, yo venía con un ritmo de intentar hacer cosas relevantes, trascendentes pero, de alguna manera, esto divergía del ritmo y las acciones que el presidente quería tomar. Básicamente, eso al final llevó a que yo estuviera un período corto y a despedirme del ministerio de la manera más cordial.

—¿Notó esas divergencias desde el primer momento?
Digamos que el gobierno tenía un ritmo diferente de ver las cosas. Tenían un objetivo válido, pero eso al final termina trasladándose a caminos separados. El tema del Impuesto Selectivo al Consumo () fue quizás uno de los más evidentes. Creo que, más allá de la turbulencia en medio, hubo un tema bastante consistente. Esa fue una medida que firmó todo el gobierno, no solo yo, y hasta el día de hoy se mantiene.

—¿En qué otros ámbitos hubo discrepancias?
En la parte de crecimiento, lo importante era dar señales correctas. En ese momento, era importante fomentar espacio para la inversión privada y la pública. Era clave avanzar con fuerza en la reconstrucción del norte. Yo planteé que debíamos poner en marcha esquemas similares a los utilizados para los , de operación centrada con el apoyo del Gobierno Británico. Pero en ese momento el sesgo estaba más por el lado de que fueran las propias regiones las que se encargaran de ello y hemos visto los resultados: los plazos de ejecución han sido malísimos y fue una discusión bastante fuerte y bastante desgastante.

—Pero en ese momento no se vieron señales claras para que el sector privado invirtiera más...
Un tema importante para dar señales claras al sector privado era lo que se tenía que hacer con Agrobanco. En el ministerio, estábamos muy abocados a convertirlo en un fondo. Al final, hemos visto en qué ha terminado. En el tema de inversión minera, cuando llegué, me puse como objetivo tratar de dinamizar proyectos y tratar de convencer dentro del Gabinete de que se tenía que avanzar con eso. Por ejemplo, en el caso de Tía María, estuve conversando muy de cerca con diversos actores y el presidente; porque el gobierno debía liderar el tema. Ahí creo que se perdió tiempo preciado en el que se pudo haber trabajado el tema con suficiente plazo y con la población, para establecer un esquema que pueda convencer a los diferentes actores.

—Al final, sus propuestas no eran escuchadas...
Otro tema desgastante fue la ley de promoción agraria. La intención de algunos miembros del gobierno era que se eliminara esta ley, a lo que también nos opusimos muy fuertemente. Entonces, diría que es una lista larga en la que yo al final era un estorbo. Básicamente, fueron semanas en las que mi posición era estar diciendo permanentemente que no, pero como era un ministro y no el presidente, claramente el que estaba sobrando era yo. Con todo esto, al final se requería otra persona, con otro perfil.

—Si se hubieran hecho más cosas de esa lista, ¿la situación actual sería distinta?
Yo creo que sí. Estamos en un escenario distinto. Creo que, justamente para circunstancias como estas, hubiera sido importante que desde el inicio se emitieran señales de que se está comprometido con hacer cambios que eleven la productividad del país. Si por lo menos se enarbolara la bandera de que, como gobierno, estamos convencidos de que ese es el camino para avanzar. Eso implica dar una señal de liderazgo. No imponer, pero sí intentar convencer sobre cuáles son las reformas para reducir la informalidad, en el ámbito laboral, qué hay que comenzar a trabajar para mejorar las condiciones de inversión en sectores claves como la minería. Creo que eso es algo que los actores económicos estamos esperando.

—¿La debilidad de la economía es responsabilidad del MEF o de la postura populista del gobierno?
Si de alguna manera se ha logrado un crecimiento, aunque quisiéramos que sea más alto, ha sido gracias a la forma en que el ministro Oliva ha venido gestionando algunos mensajes positivos que se han ido trasladando al mercado. Él transmite bastante serenidad y eso es importante. El tema no va tanto por lo que haga el ministro, porque mi impresión es que el conjunto sobre lo que él puede trabajar es bastante acotado. El tema es que le amplíen ese conjunto factible para poder acometer otro tipo de medidas.

—¿Cree que el ministro Oliva quisiera hacer más, pero no se le permite hacer las políticas necesarias?
El ministro Oliva es un técnico de primera y está realizando una excelente labor dentro del ámbito que claramente le han delimitado. Creo que se está empujando un carro en el que, por momentos, quienes lideran los temas los plantean y luego empiezan a retroceder cuando perciben que la población no está sintonizada o se pierde algo de popularidad. Creo que aún falta terminar de convencerse de que hay que sacrificar algo de la popularidad existente para empezar a convencer, no imponer, a los actores sobre el camino por el que hay que avanzar.

—¿Qué tan viable sería implementar el plan nacional de competitividad, cuando ese tipo de reformas puede ser impopular?
Eso es inevitable. Una reforma implica solucionar distorsiones. Y las distorsiones implican que algunos colectivos se pueden haber visto más favorecidos que otros, generando una pérdida neta para la sociedad. Entonces, si tú quieres hacer una reforma, con alta probabilidad va a implicar el descontento de algunos. Ese es el tema: avanzar las reformas de ese tipo implica sacrificios de popularidad e implica generar espacios reales de diálogo, que no puede ser solamente convocar a los actores y, como gobierno, ponerme de costado a este diálogo. Llamar al diálogo implica que, como gobierno, tengas una idea clara de cuál es el camino que el país debe seguir e intentar convencer.

—Sobre la reforma del ISC, actores como Backus han advertido que ello alentaría el consumo de bebidas alcohólicas de contrabando o adulteradas. ¿Se están logrando los objetivos planteados?
Creo que sí. Soy un convencido de que estas medidas ya han comenzado a dar resultados marginales en términos de recaudación, pero sobre todo de poner un orden impositivo en torno a las externalidades que generan en los mercados. Todos los estudios que he visto sobre el tema, de diferentes países, estudios serios, no estudios comprados o auspiciados, sino independientes; todos señalan resultados bastante auspiciosos en términos de ser menos regresivos, reducir las externalidades. Estos problemas que se comentan respecto a que se incentiva el consumo de productos de dudosa procedencia o informales, por ejemplo, ninguno de los estudios serios lo encuentra. Es más, cuando no se ha subido impuestos, sino subían los márgenes de ganancia, nunca he visto que alguien de la industria dijera que esto va a generar problemas porque suben los precios al consumidor.

¿Realmente pensaron en bajar los umbrales de Impuesto a la Renta?
La contribución de las personas naturales tiene bastantes debilidades, entonces mencioné en el Congreso que una de estas son los umbrales de deducción, que están rezagados, frente a los de otros países. No eran compatibles con los niveles de informalidad y de ingreso per cápita del país. Lo que se planteó era trabajar algo en ese sentido. Pero no era definitivo. Lo que sí se había acordado era hacer algunos ajustes al Impuesto a la Renta, que al final sí se hicieron.
Si revisas las medidas de ISC, detracciones y el aporte de la ampliación del uso de recibos electrónicos y la reducción de gastos superfluos, el déficit fiscal ha tenido una mejora estructural de cerca de un punto del PBI.

Pero el mensaje del entonces primer ministro Villanueva era que no se necesitaba ningún tipo de ajuste…
​Esos son los mensajes políticos. Lo que queda claro es que las normas que se dieron estuvieron firmadas.

Si bien la mejora de los ingresos fiscales redujo el déficit, también contribuyó con esta reducción los problemas de baja ejecución del gasto. ¿Qué factores están detrás de la baja ejecución?
El principal problema de ejecución está por el lado de las capacidades de las unidades ejecutoras y, en gran medida, de las unidades ejecutoras descentralizadas. Creo que la solución tiene que ver con construir capacidades.
Por eso, cuando discutíamos el tema de la reconstrucción, era muy importante para mí, que se generaran normativas especiales y de urgencia, que permitieran adaptar rápidamente el esquema de PMO; para dar soporte y complementar el déficit de capacidades en las regiones, con el propósito de acelerar la reconstrucción. Pero eso choca de pleno contra una visión regionalista pura. Más que en el sistema, que seguramente es mejorable, los problemas son de capacidades.

¿Es buena idea descentralizar más el presupuesto?
Si no va de la mano de dotar de capacidades, sería inútil y hasta irresponsable. Ambas cosas tienen que ir de la mano de forma seria. Si nos basamos solo en el discurso regionalista, estamos sacrificando inversiones buenas que se pueden hacer en las regiones.

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