Si la economía hubiera crecido 4,2% este años, el 19,9% de peruanos habría sido pobre al finalizar este año. Con el crecimiento esperado de 2,2%, la incidencia de la pobreza sería 20,1%, estima la Unidad de Análisis Económico de El Comercio. (Foto: El Comercio)
Si la economía hubiera crecido 4,2% este años, el 19,9% de peruanos habría sido pobre al finalizar este año. Con el crecimiento esperado de 2,2%, la incidencia de la pobreza sería 20,1%, estima la Unidad de Análisis Económico de El Comercio. (Foto: El Comercio)
Luis Fernando Alegría

(Unidad de Análisis Económico)

Luego de haber crecido 4% en el 2018, los agentes económicos empezaron el 2019 con buenos ánimos. Incluso al terminar el verano, tanto los analistas del sector privado como las autoridades anticipaban un crecimiento en torno al 4%. Sin embargo, seis meses después la realidad es cruda y distinta.

Entre enero y setiembre la acumula un crecimiento de apenas 2,2%; muy lejana al 4% que esperaba el Banco Central de Reserva () en marzo o al 4,2% que veía el Ministerio de Economía y Finanzas () en abril.

Los indicadores disponibles permiten anticipar que, al final del año, la actividad no lograría una expansión superior al 2,4%. Así, en el camino se han perdido dos puntos porcentuales de impulso, que tienen costos económicos y sociales importantes.

En la de El Comercio realizamos ejercicios para cuantificar cuánto le cuesta al país el enfriamiento de la economía. Para esto, comparamos las proyecciones oficiales (4,2%) de inicio de año con el resultado acumulado a setiembre (2,2%).

EL VASO MEDIO VACÍO

Quizás la variable más relevante en términos sociales es la incidencia de la pobreza, cuya reducción depende en gran medida de cuánto crezca la economía. Nuestros estimados revelan que, si la economía hubiera crecido 4,2%, el 19,9% de peruanos habría sido pobre al finalizar este año. Con el crecimiento de 2,2%, la incidencia de la pobreza sería 20,1%.

En términos más prácticos, esto implica que la debilidad de la economía impediría que alrededor de 60 mil personas salgan de la pobreza.

Además, perder dos puntos porcentuales de crecimiento hace que casi 13 mil personas no puedan abandonar la pobreza extrema.

Otra variable relevante a analizar es la evolución del empleo. En el escenario de mayor crecimiento, el número de puestos de trabajo formales se hubiera incrementado en 2,7%, pero solo crecería 1,4% con la trayectoria actual. Además, el empleo informal se estancaría en sus niveles actuales.

Finalmente, la pérdida de velocidad de la economía genera dos quiebres en los ingresos. En el escenario de crecimiento de 4,2%, el salario promedio mensual de los trabajadores aumentaría 3,7% y superaría la barrera de los S/1.800. Si consideramos una inflación de 2%, al final del año los trabajadores tendrían mayor poder adquisitivo.

Sin embargo, crecer 2,2% hace que los sueldos se incrementen en 1,9%. El ajuste por inflación hace que, en realidad, los trabajadores terminen el año sin haber ampliado sus posibilidades de consumo.

RAZONES

Las cifras ponen en evidencia cuánto cuesta el menor crecimiento, que es consecuencia de una mezcla de factores: choques sobre la producción y exportaciones, junto con una política fiscal que, hasta ahora, sigue en terreno negativo.

Esto se ve contrastando las proyecciones iniciales con los resultados disponibles a la fecha. En primer lugar, se nota que los pronósticos para la producción minera fueron optimistas: el MEF y el BCR esperaban entre 3,2% y 3,3% de crecimiento, pero a setiembre el sector está cayendo 0,8%.

Para la manufactura se ve una situación similar, pero la caída es más pronunciada: de 1,7%.

Por el lado de las exportaciones también se nota un exceso de optimismo en las autoridades, pues esta actividad estuvo golpeada por la menor producción minera y, además, por la volatilidad de los precios internacionales.

Finalmente, la inversión pública parece ser la variable de la discordia: mientras el BCR preveía una expansión de apenas 1%, el MEF confiaba en lograr un 4,5%. Las cifras a noviembre incluso dan cuenta de que el impulso fiscal sigue siendo negativo, en un contexto en que el gasto privado también estuvo más débil de lo esperado.

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