¿Por qué no hay competencia?, por Santiago Dávila Philippon
¿Por qué no hay competencia?, por Santiago Dávila Philippon

Cualquier peruano que viaja al extranjero y regresa percibe que en el se paga mucho por lo que se recibe. No hay “value for money” como se diría en el inglés. La razón de ello es la poca o nula competencia que existe en la provisión pública y privada de bienes y servicios. 

Comencemos con la provisión de servicios al público que hace el a través de sus diversas dependencias. Aquí el  Estado es un proveedor monopólico porque nadie más que él puede dar DNI, pasaportes y una infinidad de otros servicios y transacciones. 

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Varias de estas competencias exclusivas que hoy tiene el Estado no deberían serlo y podrían ser ofrecidas por el sector privado con una adecuada supervisión y regulación. Algo se ha hecho de manera parcial con las privatizaciones y concesiones, pero se debe seguir incidiendo en la identificación de otros servicios estatales, que serían mejor provistos por el sector privado.

Pero incluso en aquellos servicios, en donde el Estado se reserva la exclusividad, debería requerirse que se comporte “como si” enfrentara una competencia efectiva. Así, por ejemplo, las tasas y tarifas que el Estado cobra por sus servicios exclusivos, las transferencias de recursos públicos a la entidad estatal e incluso los salarios de sus funcionarios deberían estar atados al desempeño de los bienes y servicios que presta. 

La falta de competencia en la provisión de bienes y servicios por parte del sector privado es otra historia.  Aquí la falta de competencia se explica por un conjunto de factores. 

El primer factor somos los . Los consumidores peruanos no entienden todavía su rol en una economía de mercado. No se trata de promover la cultura del consumidor ‘reclamón’ sino que este entienda que tiene el control de la situación y no al revés.

Si el producto o servicio es malo, el consumidor tiene tres alternativas: seguir consumiéndolo (lealtad), dejar de consumir (salida) o levantar su voz. La tecnología a través de las redes sociales está dándole más voz al consumidor, por lo que es un aliado de la competencia.  El segundo factor es nuevamente el Estado, que eleva los costos de transacción de participar en los mercados imponiendo requisitos y trabas sin evaluación previa. 

El tercer problema es que ni el Estado ni los privados creen en la competencia. Tenemos una ley de competencia, pero no una cultura empresarial que la promueva y proteja.  Por ejemplo, lejos de apoyar mejoras en el cumplimiento de la ley de competencia, varios privados se oponen a que se realice cualquier cambio. No entienden el rol de la competencia en los mercados y por eso es que no somos un país competitivo.

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