(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Gonzalo Carranza

El pequeño David derrotó al gigante Goliath gracias a su agilidad, con la que contrarrestó la superior fuerza de su oponente. Una estrategia similar pareció seguir el de David Tuesta con sus cambios al Impuesto Selectivo al Consumo: antes de enfrentarse de igual a igual en una medición de fuerzas con los intereses de las industrias de bebidas alcohólicas y azucaradas, cigarrillos, vehículos y todos los impactados por la nueva distribución de carga impositiva a los combustibles, decidió sorprenderlos -al menos en los detalles, pues se sabía desde hace tiempo que iba a haber cambios en el ISC- con una batería de decretos supremos que no tuvieron oportunidad de debatirse.

La táctica de Tuesta despertó la animosidad de las industrias en cuestión, pero lo que le pasó al titular del MEF unos días después con sus intenciones de cambiar el Impuesto a la Renta (IR) para personas da la impresión de que su táctica tenía algo de sentido.

Como una reforma del IR debe ser formulada por ley, el Gobierno la incluyó explícitamente en su pedido de facultades legislativas. Luego, en una presentación ante el Congreso, Tuesta detalló sus intenciones, ya conocidas entre varios economistas: reducir el umbral inafecto del IR de 7 UIT a 4 UIT, ampliar el monto de la deducción adicional creada por Alfredo Thorne de 3 UIT a 6 UIT y, más importante aun, abrir el acceso a esta deducción a todo tipo de gastos siempre que se sustentaran con comprobantes electrónicos.

Así, por restricciones legales y un exceso de detalles ante el Congreso, el MEF no pudo pegar la pedrada sorpresiva que asestó con el ISC. Y el cambio quedó en intenciones. El primer ministro César Villanueva y el presidente ni siquiera esperaron que alguien protestara para salir a ‘precisar’ el asunto.

La escasa claridad con la que el MEF buscó aclarar a los medios de comunicación que habíamos recogido la exposición de Tuesta ante el Congreso dejó en evidencia que el ministerio retrocedía, confundido como Goliath en el relato bíblico.

Todo lo cual nos deja con un problema de fondo, ya antes advertido: el otrora todopoderoso MEF hoy parece asumirse como un ministerio débil, incapaz de ganar peleas de poder a poder, ya sea contra el Congreso, contra intereses particulares o contra los fantasmas del Ejecutivo.

Y las ocasiones para portarse como David son pocas: normalmente le toca afrontar procesos largos y complejos, donde debe imponer su fuerza, no su agilidad. Un ejemplo reciente: la otra vez postergada supervisión de las cooperativas por la SBS, un debate en el que la voz del MEF se debió escuchar fuerte y clara, pero en el que estuvo ausente.

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