Marcela Mendoza Riofrío

Como toda una cusqueña decidida, Ana Macedo no titubeó ni un segundo cuando sus hijas le dijeron: "mamá, ahora queremos conquistar ". Anter había dejado Gamarra para instalarse en Venezuela, ahora se dirigiría hacia el gigante sudamericano.

Lejos de sentir achaques por sus mas de 64 primaveras, tomó sus maletas, dejó bien encaminado su negocio en Venezuela y se instaló en el Brás, el emporio textil de los mayoristas de Sao Paulo, Brasil, dispuesta a conquistarlo, con el mismo espíritu con el que llegó a Gamarra en Perú varias décadas atrás.

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En el emporio de Brás Brasil, la marca producida en Gamarra tiene un importante sitial. (Foto: Marcela Mendoza Riofrío)

Apenas ha pasado casi un año, pero ella ya es el alma del l'oto (tienda) desde las 2 a.m. y de toda la cuadra con sus pregones. En buen portugués endulza con sonrisas y picantería a los mayoristas de toda la región que llegan a esa hora buscando de buen algodón. Sus clientes compran cientos piezas para la temporada y vuelven siempre satisfechos por más.

La oferta de Ana sale con su propia marca, Mestiza, y es producida en en alguna de las seis fábricas con más de 200 máquinas que poseen sus seis hijos e hijas. Ellos, a diferencia de Topitop y otras grandes textileras, no exportan a grandes marcas internacionales de ropa miles de prendas sin nombre, sino que atienden con su propio logotipo a los mayoristas o minoristas brasileños, quienes les compran para llevar a la venta directa al público.

Ana sabe lo que hace y se siente confiada en lograr tener más de cinco tiendas en Brasil para el 2020, aun a pesar de que hoy se viva crisis económica . Y es que cuando llegaron a Venezuela tuvieron un panorama complicado, pero como buena gamarrina, supieron sacarle provecho.

Ana Macedo, orgullosa de su trabajo en Brasil. (Foto: Marcela Mendoza Riofrío)

ORÍGENES

El éxito como exportadores que ha logrado la familia de Ana no es gratuito. Su familia está ligada-- a la costura desde siempre. Hija de un sastre cusqueño que se vino a la capital para probar suerte cuando ella tenia tres años, desde siempre vivió entre hilos y telas.

Como era de esperar, al crecer se casó con un costurero y se pasó más de 20 años pregonando y vendiendo sus bordados en el mercado de Jesús María, hasta que decidieron ir a confeccionar en mayor escala a Gamarra.

Uno a uno, sus hijos se fueron volviendo diseñadores y confeccionistas y fueron montando sus propias fabricas, que atienden pedidos a nivel nacional e internacional.

Alguno de los productos hechos con algodón peruano que Ana ofrece a sus clientes. (Foto: Marcela Mendoza Riofrío)

Lo hacen de manera individual en sus propias tiendas, pero también como parte de la oferta consolidada en el showroom que han montado en el consulado en el Brás, barrio textilero de Brasil.

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