
El turismo musical es una megatendencia de la cual los peruanos no escapan. En junio del 2024, por cada 10 melómanos que salían del país, 8 indicaron haber viajado para asistir a un evento en los últimos 3 años o planeaban hacerlo en los siguientes 12 meses, según un estudio de Collinson Internacional donde se encuestó a 8.000 pasajeros de diferentes nacionalidades, de los cuales 503 fueron de Perú.
La pasión por la música impulsó a estos viajeros a conocer otras culturas y a invertir montos de dinero nada despreciables. Por viaje, se calcula un gasto de US$ 1.000, según el mismo estudio. El tiempo de duración varía, pero, por cada 10 encuestados, 9 prefirieron llegar entre 1 a 3 días antes del evento y 8 permanecieron la misma cantidad de tiempo luego del show.
México se consolida como el país de habla hispana con el mayor desarrollo de su industria musical. De hecho, esta nación es sede de importantes festivales como Vive Latino, Pa’L Norte o el Electric Daisy Carnival (EDC). Si hablamos de Sudamérica, Argentina y Colombia lideran la preferencia del mercado.

Perú marca distancia con estos países, pues su industria todavía no está desarrollada. Según la Cámara de Comercio de Lima, la organización de eventos musicales aportó 0,73% al PBI el 2024. A comparación de Argentina, donde la industria cultural (actividades artísticas y musicales) contribuyó el 2022 con el 2,6% de su producción y en México, las actividades culturales representan el 3%, del cual el 1% recae en actividades musicales, las cuales el 2021 tuvieron un crecimiento a doble dígito, de acuerdo a cifras oficiales de ambos países.
Ver al Perú posicionado en la industria musical e incluido en el itinerario de los turistas musicales es un sueño con alto potencial de hacerse realidad. Aunque para conseguirlo hay que solucionar problemas como infraestructura, impuestos, identidad musical e incluso promoción de nuestro talento artístico.

“La gran diferencia que tienen todos estos países con respecto al nuestro es la infraestructura y los impuestos”, refiere Iván Cock, director ejecutivo de Lupa Media. Y es que, si Lima tiene al Estadio Nacional con una capacidad de más de 40.000 personas, disponer del recinto está supeditado a las fechas deportivas, agrega Doris Espinoza, presidenta del Sector de Espectáculos Artísticos, Culturales y Afines (Arena) del Gremio de Servicios de la Cámara de Comercio de Lima (CCL). “Debería haber un trato más equitativo entre nosotros y los organizadores deportivos”, menciona. Por lo pronto, recibirá a Shakira el 16 y 17 de febrero en sus próximos conciertos en Lima con su ‘Las mujeres ya no lloran’ Tour.
No solo es el único espacio para eventos, también se cuenta con el Estado San Marcos con capacidad de recibir a más de 32.000 fanáticos, pero genera fastidio a los vecinos quienes se han quejado en constantes ocasiones.

Si abrimos la lente y vemos a las regiones, tampoco hay espacios acondicionados, considera Hugo Tolentino, CEO de HTA Entertainment. “Lima tiene, entre comillas mejor infraestructura que las demás. Entonces, si a Lima le falta, las demás provincias están muy complicadas; aunque en Arequipa hay una locación donde se desarrolla el Jardín de la Cerveza y Cusco también está implementándose”, indica.
Por su parte, Iván Cock, también rescata a Arequipa que muchas veces “tiene una agenda independiente de Lima”, pero ir hasta Cuzco podría ser complicado y su ‘core’ se orienta más a un turismo gastronómico y cultural. “En el norte está Trujillo, pero la inseguridad podría hacer retroceder cualquier iniciativa”, refiere a Día1.
Un recinto que albergó hace unos meses al festival Vibra Perú fue el Green Arena en el distrito de Lurín. El desplazamiento de fanáticos hasta este lugar no solo genera ingresos al organizador del evento, también a los negocios locales. “Hay mucha gente que aprovecha en hacer turismo o un full day. Si es un festival, son dos o tres días, Lurín se avizora como una buena alternativa”, opina la representante de la CCL.

Para llegar a este venue (recinto), un fanático puede tomar transporte público o privado y puede regresar de la misma forma; aunque el tiempo de viaje podría desanimar a cualquier asistente. “El tema con Lima es que la gente quiere que el recinto quede a la vuelta de su casa y eso no va a pasar. En México, para ir al Corona Capital desde el punto céntrico hasta el festival puede llevar más de dos horas y en Europa es el doble”, explica Hugo Tolentino.
“La movida está afuera”, comenta por su parte Iván Cock y por lo mismo, es necesario que los recintos se creen pensando en el desplazamiento del público. “Tiene que llegar el transporte público, debe haber seguridad, hasta una posta médica por si ocurre una emergencia”, indica.
Impuestos como obstáculo
Por si fuera poco, ante la falta de recintos, los impuestos desaniman a los inversores, tanto que algunos productores prefieren invertir en eventos de otros países. “El empresario paga los impuestos por ticket, ¿qué sucede si el artista no puede presentarse?, tiene que haber una devolución, pero ya tuvo que pagar impuestos a pesar que el evento no se hizo”, explica Iván Cock.
Según Hugo Tolentino, en Argentina y Colombia hay más beneficios tributarios en favor a la cultura. “(En Perú) tenemos desigualdades fuertes en impuestos y beneficios tributarios por un lado y por otro lado, lo de APDAYC que es una carga importante”, manifiesta.

La CCL indicó que APDAYC se lleva el 10% de la taquilla neta después de descontar IGV. El 2024 recaudó en derechos de autor S/ 120 millones, de los cuales S/ 14 millones eran por megaconciertos, agrega por su parte Marlon Castro, director de Megaconciertos de Apdayc, de APDAYC.
“Un productor o promotor se prepara un año antes, busca financiamiento, hace trámites. Cuando llega el momento solo tienes 2 o 3 horas, o lo que dure el evento, para poder recuperar, después ya no hay forma de hacerlo, pasó y se acabó todo”, indica Doris Espinoza.
Para el 2007 inició un ‘boom de conciertos’ tras la aprobación de una ley de reducción de impuesto a la renta del 30% al 15% que fue clave para que los empresarios empiecen a contratar más artistas. Esto debido a que, del 100% de la inversión, hasta el 60% se iba al talento artístico, y 80% si se trataba de un artista internacional, cuenta Tolentino. “Esta reducción definitivamente movía la aguja en las ganancias”.
Pero ahora, el panorama se configura de otra manera pues los organizadores peruanos ya no compran los shows, sino que son elegidos como “operadores en Perú” por los representantes de las estrellas. “Antes el productor le compraba el show al artista, ahora al productor le dicen tú ya no me vas a comprar el show , el negocio es mío y yo te voy a dar hasta el 10% de las utilidades del negocio, a veces 5%”, indica el CEO de HTA.
Festivales con potencial
Antes del 2010, las giras y festivales se posicionaban en Sudamérica a través de Brasil, Colombia, Argentina y Chile. A partir de ese año, la industria musical comenzó a cobrar impulso en el Perú gracias a una mejora en los ingresos y la capacidad de gasto de los peruanos, lo que permitió rentabilizar el negocio musical a través del precio de las entradas, comenta Marlon Castro de Apdayc.
Esto no quiere decir que el Perú haya sido ajeno a los festivales. Muchos limeños recuerdan con nostalgia a la ahora inexistente Feria del Hogar, pero también los peruanos han gozado de la Fiesta del Fongal, un Vivo por el Rock, y actualmente del Selvámonos, el Cochinola, y recientemente el Vibra Perú, entre otros.
La empresa de Hugo Tolentino está a cargo del Selvámonos (con más de 15 años de historia) y el Vibra Perú; aunque para el próximo año desarrollarán otros dos festivales más (que por ahora mantiene en reserva). El CEO de HTA Entertainment acepta que este país no ha tenido un año de ‘boom’ de festivales. “Nunca ha habido una masa de festivales. Había un festival, desaparecía, había otro y desaparecía”, refiere.

La diferencia de estos eventos con los megaconciertos, es la inversión y el impacto a la economía de la ciudad donde se realizan. Por ejemplo, el Selvámonos que se desarrolla en Oxapampa genera ganancias para la ciudad de 10 a 12 millones, gracias a los más de 6.000 espectadores que llegan un fin de semana y esto se debe a la activación de varios rubros: transporte, restaurantes, hoteles, etc.
“La magia de un festival es la diversificación de los ingresos”, indica Tolentino. Pero si hacer shows o conciertos es riesgoso, pues la rentabilidad promedio oscila entre el 13 y 20% según Iván Cock, “hacer festivales es 10 veces más riesgoso por la cantidad de artistas convocados”, añade Hugo Tolentino. De hecho, la rentabilidad histórica de Selvámonos fue de 8%, en buenas temporadas han alcanzado hasta 20%.
Identidad cultural para reactivar la industria musical en el país
¿Pero el Perú tiene o no potencial para el desarrollo de la industria musical?, la respuesta es sí pues nuestra cultura le da un valor agregado a este mercado. El 2024, la realización de Rock In Río en Brasil inyectó US$ 540 millones a la economía de Río de Janeiro, pero el Perú no es rockero; sin embargo, tiene identidad musical. La cumbia podría explotarse y posicionarla como una alternativa para megaeventos, considera Iván Cock. “Desde el 2010 o 2011, la cumbia es nuestro pop, pero seguimos pensando en que los festivales tienen que ser de rock”, indica.
La diversidad en géneros musicales preferidos por el peruano ha permitido una renovación de los festivales, donde ahora se incluye música tropical incluso folclore. “Hay más conciencia de nuestra identidad, ya se ha perdido ese paradigma (de que los festivales solo deben ser de rock). Ya el peruano acepta lo que es y eso suma mucho”, opina Tolentino.
Para Carlos Loayza Camarena, gerente general de la Cámara Nacional de Turismo del Perú (Canatur Perú), la diversidad cultural del Perú también podría ser un escenario para el desarrollo del turismo musical, pues las festividades como la Virgen de la Candelaria, la Tunantada o los carnavales atraen a miles de personas, no solo danzantes o músicos, también promueve el turismo interno.

“En el país ha comenzado a generarse cierto tipo de rutas musicales e históricas o ciertos enclaves musicales que también podrían, debidamente estructurados, motivar turismo hasta receptivo. Aquí hablamos de la música criolla, el cajón peruano, etc.”, menciona. Solo en el caso de la Fiesta de la Candelaria, un visitante gastaba US$ 400 por el tiempo que se quedaba antes de pandemia.
Todavía hay mucho por decir con respecto a la industria musical. Los productores consultados por este diario; aunque coinciden en el sin número de oportunidades también aceptan una necesidad de posicionar a nuestros artistas, pero no es solo tarea de los privados, también del gobierno para incentivar el mercado.
