(Foto: El Comercio)
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Inés Temple

Son muchas las razones por las que quisiéramos –o debiéramos– irnos de una organización en un momento dado: puede que no estemos contentos, que hayamos perdido la pasión o el interés, que nos hayan hecho una mejor oferta, que estemos en un punto muerto en nuestro desarrollo profesional. También puede que seamos conscientes de que no están contentos con nuestro trabajo o que nos perdieron la fe.

Por la razón que sea, toda debe ser manejada con extremo profesionalismo. El cómo nos manejamos y trabajamos durante los últimos días en una organización impacta mucho más en nuestra imagen, reputación y marca personal que incluso en todos los años anteriores que contribuimos con lealtad en dicha organización o empresa.

En otras palabras, nuestra reputación profesional estará teñida por el recuerdo, bueno o malo, de la manera en la que nos comportemos al dejar una organización. Así, renunciar con clase y salir por la puerta grande es clave, independientemente de las razones que nos llevaron a tomar la decisión de salir. Algunas ideas adicionales sobre el tema:
Comunicar lo antes posible: mientras más tiempo se dé por delante la noticia de la renuncia, mejor. Eso muestra respeto y compromiso con el encargo recibido y el equipo con el que se trabaja. También lo es mantener nuestra intención reservada hasta hablar con el jefe directo. Esa comunicación debe ser idealmente cara a cara con quien nos confió una responsabilidad.

Es un error grave renunciar por carta y peor aun, irse sin agradecer por la oportunidad y la confianza recibidas. Irse de manera apurada, puede sentirse además de molesto, como ingrato y culposo.

Se debe poder explicar con transparencia y honestidad las razones de la decisión de renunciar, pero cuidando mucho de mantener la relación intacta y positiva no solo con el jefe, sino también con los colaboradores, subordinados, otros jefes, clientes y proveedores.

Recuerde que todas las personas con las que interactuamos en nuestro trabajo darán referencias buenas o malas de nuestro trabajo, ética, talento y sobre todo, de nuestra actitud y profesionalismo, o no. El mensaje de renuncia debe ser en lo posible respetuoso y amical. No es el momento ya para remontarse a eventos ingratos, decepciones, ni para culpar ni acusar a nadie de nada.Cuando ya decidimos renunciar, es muy importante cerrar los círculos de manera ordenada y, sobre todo, trabajar mejor e idealmente con más ahínco que nunca, aunque esto suene a un contrasentido.

Es vital agregar valor y generar buenos resultados hasta el final, cumpliendo con los encargos con una muy buena actitud de servicio y de colaboración. Se trata de ser muy profesional hasta el último día, hablando siempre solo cosas positivas de la organización. Y siempre muy íntegros, jamás divulgando información confidencial. La vida y la carrera dan vueltas insospechadas, y en manos de nuestros ex jefes y ex colaboradores están nuestras futuras referencias profesionales por muchos años por venir.

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