Hace cien años, el 2 de febrero de 1922, apareció la novela “Ulises”, el mismo día en que su autor, el escritor irlandés James Joyce (Dublín, 1892 – Zúrich, 1941), permanente “exiliado voluntario” en Europa (Trieste, Pola, Roma, París, Zúrich), cumplía los cuarenta años. Las obras literarias que más se disfrutaban por entonces eran las de corte naturalista, a lo Émile Zola, y la narrativa de Joyce bien puede verse como parte de un naturalismo seco y extremo en su realismo totalizador. Sin embargo, como ha apuntado Mario Vargas Llosa en “La verdad de las mentiras”, “el ‘naturalismo’ de Joyce, a diferencia del de Zola, no es social, no está guiado por otra intención que la estética”; por ello, se lo acusaba de “cínico”, desprovisto de “propósitos reformadores y sentimientos edificantes”, o que en todo caso no explicitaba “una condena moral sobre las iniquidades e injusticias que mostraba”. Ya en 1930 José Carlos Mariátegui anotaba, en un artículo sobre “populismo literario” incluido en “El artista y la época”, que sobre su mesa de trabajo “un libro de Joyce será en todo instante un documento más valioso que el de cualquier neo-Zola”.
Efectivamente, es tal su valor que cuando apareció censuraron “Ulises” en Inglaterra y Estados Unidos, acusándola de escandalosa e indecente en un tiempo en que las leyes sobre publicaciones eran severas contra impresores, libreros, autores, editores y autoridades postales. Por eso el ámbito que preparó su advenimiento, por entregas, y por intermediación de Ezra Pound, fue el de pequeñas revistas autogestionadas de vanguardia dirigidas por editoras feministas de gran coraje y honda visión literaria y social: la londinense The Egoist (1918) de Dora Marsden y Harriet Shaw Weaver y la neoyorquina The Little Review (1918-1920) de Margaret Caroline Anderson y Jane Heap. Pero censuras por acusaciones de obscenidad (un pasaje en la playa de masturbación voyeurista cuyo éxtasis se confundía con la explosión de unos fuegos artificiales, o referirse a la reina Victoria como “the flatulent old bitch that’s dead”), que llegaron incluso a los tribunales (hubo condenas de orden judicial), hicieron que la novela en formato de libro viera la luz en Francia. Otra editora de temple, Sylvia Beach, propietaria de la librería Shakespeare & Co de París, publicó “Ulises”.
Desde el exilio
Lo más impresionante de esta obra es pensar en el autor que la hizo posible. Hasta la palabra genio es poca para ponderar la empresa que pudo llevar a cabo, prácticamente sin recursos económicos y con hipermetropía, desde el exilio y plasmando en su novela la condición colonizada de su país Irlanda respecto al Imperio británico. Como apunta Jacques Lacan: “Joyce dijo que en Irlanda se tenía un dueño y una dueña, siendo el dueño el Imperio británico, y la dueña la Santa Iglesia católica, apostólica y romana, siendo los dos del mismo género de plaga”. Y agrega Lacan: “Después de él, la literatura no puede seguir siendo lo que era antes”. Efectivamente, de ahí la importancia de lo expresado por William Faulkner: “Hay que acercarse al “Ulises” como el predicador bautista iletrado se acerca al Antiguo Testamento: con fe”.
En “El arte narrativo y la magia”, Jorge Luis Borges pondera como “la ilustración más cabal de un orbe autónomo” al “predestinado ‘Ulises’”, y expresa que para corroborarlo “basta el examen del libro expositivo de Gilbert o, en su defecto, de la vertiginosa novela”. Es un excelente consejo. Carl Jung señaló que “cada frase de ‘Ulises’ es una agudeza”: su labor de escritura no tiene pierde. Para lo vertiginoso, además de “El Ulises de Joyce” de Stuart Gilbert, bien sirven “Joyce: introducción crítica” de Harry Levin, “Las poéticas de Joyce” de Umberto Eco, “Guía para la lectura de Joyce” de William York Tindall, las “Conversaciones con Joyce” de Arthur Power, el “Curso de literatura europea” con las clases sobre “Ulises” de Vladimir Nabokov, “Ulises gramófono” de Jacques Derrida, “Lecturas de infancia” de Lyotard, “Ulises. Claves de lectura” de Carlos Gamerro, “El libro más peligroso” de Kevin Birmingham, la voluminosa biografía de Richard Ellmann sobre Joyce, o la introducción de José María Valverde y las 6.379 notas a pie de página de Rolando Costa Picazo a sus respectivas traducciones de la novela.
El amigo peruano
En 1929, el escritor y traductor peruano Víctor Llona (“uno de los afines amigos que tuvo Joyce desde los tempranos años de su juventud”, como documentó en 1966 Estuardo Núñez), publicó un notable artículo en el que denomina a Joyce “un irlandés de tendencias revolucionarias, en literatura al menos”, con innovaciones mucho más profundas que las del propio Rabelais.
Núñez confesó a su vez ser “testigo de cómo por los días de 1925 José María Eguren recibía en su casa de Barranco, enviado por Víctor Llona, un ejemplar de la primera edición de “Ulises”, lo cual llenó de contento al poeta”. En nuestro país, Carlos Eduardo Zavaleta, Luis Loayza, Julio Ortega, Ricardo González Vigil y Yolanda Westphalen han dedicado notables ensayos a la novela de Joyce. En “El pacto con el Diablo” Miguel Gutiérrez cuenta con “El año del ‘Ulises’”.
Dedalus y Bloom
La trama de la novela, absolutamente lineal, en tiempo real (los cambios temporales —memoria, ensoñación, nostalgia— se producen en la subjetividad de los personajes), de la mañana del jueves 16 de junio de 1904 a la madrugada del día 17, contada a lo largo de dieciocho capítulos, está íntimamente conectada con los avatares del joven poeta Stephen Dedalus y el agente de publicidad Leopold Bloom por diferentes escenarios de Dublín (playas, escuelas, redacciones, bibliotecas, hospitales, cementerios, carnicerías, farmacias, restaurantes, bares, pubs, prostíbulos) hasta arribar a la casa de este último (7 Eccles Street), donde lo espera su esposa Molly en la intimidad turbada del lecho conyugal.
Es importante remarcar que “Ulises” no se agota en el recurso del monólogo interior, esa gran contribución de Joyce a la novela moderna, sino que varía su técnica de capítulo a capítulo, adoptando múltiples formas expresivas relacionadas con el periodismo, la crónica, el cine, el teatro, el microcuento, el rompecabezas, el collage, el pastiche, el catecismo, la música, la parodia de los estilos literarios de la tradición inglesa e irlandesa, de las revistas de corazón, el uso de la jerga, la perspectiva científica, irónica, humorística, lo onírico, lo fantasioso, lo documental, lo intertextual (principalmente la homérica “Odisea”), y muchos etcéteras. “Ulises” es una obra que debe ponderarse con relación a la empresa realizada por Shakespeare en el teatro y por Dante en la poesía. Los tres tienen en común esa “invención de lo humano” en frase usada por Harold Bloom para el caso del dramaturgo inglés. Amo “Ulises”.
Más información
Este miércoles 2 de febrero, desde las 19:00, se llevará a cabo un homenaje en torno a “Ulises” en la librería Vallejo (av. Camino Real 1119, San Isidro). Habrá una mesa redonda a cargo de Paolo de Lima (autor de este artículo), Judith Paredes Morales y Manuel Terrones. A su vez, se inaugurará la exposición “Always Molly” de la destacada pintora y escritora Borka Sattler.
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