Quienes creíamos que el éxito del K-pop tiene que ver con la popularización de BTS —grupo musical surcoreano formado en 2010 en Seúl, y que debutó comercialmente en 2013—, no sabemos nada de la vida. La música made in Corea había empezado a expandirse mucho antes, y la prueba de ello es que el primer grupo representante de este género que llegó al Perú, lo hizo en marzo de 2012. Se trató de JYJ, y las webs especializadas en este fenómeno reportan que la explanada del Estadio Monumental albergó entonces a seis mil afiebradas fanáticas, y que este evento significó un contundente soldout.
Pero la cultura popular de Corea del Sur viene conquistando el mundo desde hace mucho. La popularización de los grupos musicales se relaciona, de alguna manera, con la difusión de las telenovelas coreanas, conocidas también como K-dramas —no confundir con los Doramas, como se llaman los dramas japoneses— y que, en nuestro país, empezaron a transmitirse en 2002 vía el canal del Estado. La primera producción que se transmitió en este canal fue Un deseo en las estrellas; luego vinieron Todo sobre Eva, Escalera al cielo y Sonata de invierno. El éxito de estas dos últimas consolidó a los K-dramas en el Perú, y de pronto empezaron a ser retransmitidas en diversos canales, al mismo tiempo que llegaban nuevas producciones.
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Sofía Ferrero, crítica argentina de cine, vivió en Corea del Sur entre 2012 y 2016, y recuerda que en aquel tiempo las series coreanas eran muy vistas desde muchos años atrás fuera de Corea en países como Tailandia, Filipinas, Indonesia o Japón. “En Japón fue todo un tema porque los japoneses dejaron de ver series hechas en su país para ver producciones coreanas, por lo que en un momento Japón empezó a restringir el paso de estas producciones”, cuenta.
Si bien la literatura no reporta —aún— el mismo éxito que las demás industrias culturales, sí se ha hecho un lugar, y podemos dar cuenta de títulos exitosos entre el público de habla hispana. Como ejemplo, tres libros: La vegetariana, de Han Kang; Kim Ji-young, nacida en 1982, de Cho Nam-joo; y Almendra, de Won-pyung Sohn. Coincidencia o no, los tres han sido escritos por mujeres. Agotados en las librerías locales, pueden conseguirse en Buscalibre.
El cine, Parasite, el Óscar
Para hablar del acercamiento del público al cine coreano, también es preciso retroceder en el tiempo, pues el mundo no descubrió el cine coreano con Parasite (2019). Además de otras películas del propio Bong Joon-ho —como The Host (2006) o Snowpiercer (2013)—, en 2016 ya una película surcoreana había despuntado en la taquilla internacional: Train to Busan, de Yeon Sang-ho. Y, si seguimos retrocediendo encontramos a Kim Ki-duk con Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera, estrenada el mismo año que Old boy, de Pak Chan-wook, película que es conocida entre los cinéfilos como parte de la llama Trilogía de la Venganza.
Todas las películas mencionadas han sido exitosas, y son muy disímiles entre sí. Si las comparamos con los argumentos que clásicamente reproducen los K-dramas, las producciones audiovisuales no se vinculan la una con la otra. Hoy el mundo se deja llevar por el éxito una serie coreana ajena a los K-dramas: El juego del calamar. Aunque no ha faltado quienes hagan un paralelo entre esta producción y la realidad económica de Corea del Sur, su éxito tiene que ver más con su producción que con su crítica social.
“El país invierte mucho dinero en colocar sus productos en Netflix, el servicio de streaming que mejor se maneja en el mercado. Que El juego del calamar sea la serie más vista en la historia de la plataforma sorprende a muchos, pero cuando uno se acerca a ella, se encuentra con un trabajo bien hecho. Claro que el aumento de producciones coreanas en el catálogo hace que la gente se choque con ellas más seguido y terminan eligiéndolas. Acercar al público a los productos es la estrategia. Eso sucedió con Parasite, que llegó a Netflix poco después de haber ganado todos los premios”, dice Sofía Ferrero.
El idioma es otro elemento cuya fama mundial se ha multiplicado. Cuando, hace 20 años, se hablaba del idioma del futuro, se mencionaba el chino mandarín. El inglés se daba y aún se da por sentado. ¿Y el coreano? No parecía serlo; sin embargo, es el idioma de moda en este tiempo. A nivel mundial ha aumentado la demanda para su aprendizaje (hasta 202% en España, según un reporte de la Agencia EFE). En Lima se puede estudiar en el Centro Cultural Coreano del Perú, en el Centro de Idiomas de la UNMSM, o en el Centro de Idioma Coreano Oppane, por mencionar algunos lugares.
Pero, ¿es muy complicado aprenderlo? “No, realmente. Es más sencillo que el chino y el japonés”, responde Pedro Isusi, abogado y servidor público que vivió dos años en Seúl mientras realizaba una maestría. Una característica que él rescata del idioma coreano es que refleja el gran respeto que se le tiene a las personas mayores. “La forma en la que se construyen las frases depende del nivel de jerarquía de la persona con la que te comunicas. Puedes saludar con un annyeonghaseyo, si se trata de una persona de tu edad, pero si te diriges a una persona de mayor jerarquía no puedes hacer eso, sería un insulto. A diferencia del castellano, donde solo le añades el ‘usted’ a la oración para hacerla más formal, el coreano hace construcciones para denotar la jerarquía”, explica. ¿Y cómo se saluda entonces a una persona de mayor jerarquía? annyeonghasimnikka.
La jerarquía es importante para la sociedad surcoreana. Pedro Isusi cuenta que durante la celebración del año nuevo lunar se realiza una ceremonia de tributo a los mayores, en la que los hijos se arrodillan frente a sus padres, llegando a poner la frente en el suelo como señal de respeto. “Se trata de una sociedad en la que predomina el respeto, la libertad de culto y el orgullo nacionalista que supone el haberse reconstruido económicamente tras una debacle”, añade.
Y usted, amable lector, ¿ya se subió al hallyu (‘ola coreana’)?