No es gratuito –sobre todo después de haber surfeado una pandemia– hablar de resiliencia. Sin embargo, sí llama la atención de alguna manera hablar de resiliencia en adultos mayores, una población que, históricamente, ha sido relegada, discriminada o maltratada. Mirándolo con otros ojos, tal vez por eso tienen más motivos para ser resilientes.
La resiliencia está estrechamente vinculada a la paradoja de bienestar en la vejez, según señala Raquel Cuentas Ramírez, docente de la PUCP y coordinadora de la Diplomatura en Gerontología Social en dicha universidad. “La paradoja del bienestar en la vejez evidencia la capacidad de las personas mayores a adaptarse a las exigencias en las distintas áreas de su vida. El proyecto de vida de las personas no se acaba cuando cumplen 60 años. En este tiempo donde se vive más, las personas adultas mayores tienen una mirada distinta sobre su cuerpo, su salud y su proyecto de vida que no solo está vinculado a su empleo formal, sino también al desarrollo de actividades innovadoras que vayan acorde con su trayectoria de vida”, explica.
Contra el edadismo
El edadismo, según explica la OMS, se produce cuando la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas provocando daños, desventajas e injusticias. ¿Qué nos hizo creer que la vida se acaba a los 60? Según escribe el investigador y médico por la Universidad de Chile, Carlos Trejo Maturana, en el ensayo “El viejo en la historia” todas las culturas prehistóricas y ágrafas tuvieron una consideración parecida hacia sus adultos mayores. “Su longevidad era motivo de orgullo para el clan, por cuanto eran los depositarios del saber, la memoria que los contactaba con los antepasados. Ejercían también labores de sanación, de jueces y de educadores”, detalla.
En el mismo texto se lee que las culturas griega, romana, egipcia y hebrea respetaban la imagen de las personas mayores y les otorgaban un lugar privilegiado en la sociedad. Sin embargo, esto no significa que la vejez haya sido gozosa para quienes la alcanzaban. Trejo Maturana expone el texto más antiguo conocido de un viejo autoanalizándose. Se trata de un escriba egipcio, Ptah-Hotep, visir del faraón Tzezi de la dinastía V, redactado hacia el año 2450 antes de Cristo. Dice: “¡Qué penoso es el fin de un viejo! Se va debilitando cada día; su vista disminuye, sus oídos se vuelven sordos; su fuerza declina, su corazón ya no descansa; su boca se vuelve silenciosa y no habla. Sus facultades intelectuales disminuyen y le resulta imposible acordarse hoy de lo que sucedió ayer. Todos los huesos están doloridos. Las ocupaciones a las que se abandonaba no hacen mucho con placer, solo las realiza con dificultad, y el sentido del gusto desaparece. La vejez es la peor de las desgracias que puede afligir a un hombre”.
La imagen del adulto mayor empieza a decaer con el paso de los siglos y, en Europa, a partir del siglo XVIII, se presta atención a los problemas que atraviesa la tercera edad: en 1740, la emperatriz María Teresa de Austria crea el primer asilo y, en 1880, el canciller Bismarck establece el sistema de pensiones.
Nuevas políticas
Raquel Cuentas resalta que las nuevas políticas públicas sobre la tercera edad apuntan a frenar la discriminación, a proteger a los adultos mayores de la exclusión y a establecer la corresponsabilidad de su cuidado para que este no recaiga solo en las familias. “Otra cosa importante a destacar es que no debemos tener una mirada única sobre la vejez, sino que debemos contemplar múltiples vejeces. Las personas hoy no envejecen igual que antes. Los cambios sociales han hecho que el envejecimiento se retrase y se mire de forma distinta. Una persona de 60 ahora puede responder a la imagen clásica de un abuelito o abuelita, o ser una persona muy activa y jovial”, añade.
La ONU establece el 1 de octubre como el Día Internacional de las Personas Adultas Mayores. Este año el tema a destacar ha sido la resiliencia y contribución de las mujeres adultas mayores. Entre los fundamentos para esta elección se destaca que este es “un llamamiento a la acción y una oportunidad para escuchar las voces de las mujeres mayores y mostrar su resiliencia y contribuciones en la sociedad, mientras se promueven diálogos sobre políticas para mejorar la protección de los derechos humanos de las personas mayores y reconocer sus aportaciones al desarrollo sostenible”.
Mientras tanto, en un tiempo en el que se propone abrazar a los niños que fuimos, no está de más abrazar también nuestro presente, ese que nos prepara para los adultos mayores que seremos.
-Los países en desarrollo albergarán más de dos tercios de la población de edad avanzada del mundo ( 1.100 millones) en el 2050, según la ONU.
-El mismo organismo dice que en los países menos adelantados el número de personas de 65 años a más puede pasar de 37 millones en el 2019 a 120 millones en el 2050.
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