
(Desde Pau, Francia). Escribo con humor, pero no soy humorista. Esta afirmación es mi puerta, por ella entro al tema. Creo ser un escritor que trabaja con el humor, pero no soy un humorista porque la sonrisa no es la razón de mis palabras. Simplemente escribo historias que prefieren lo insólito y si el humor las riega, allí se queda, porque suele irle bien en esa clase de terrenos. En cuanto al humor en sí, siempre he pensado que funciona como el abrelatas de la realidad nuestra de cada día, es un creador de caminos cuando no el descubridor de otros que se mantenían escondidos. Vayamos al chiste simple, al corriente que provoca la risa fácil. Por lo general, empieza describiendo una situación anodina para sorprendernos en cierto momento con una salida imprevista, una asociación impensada que provoca la carcajada, el chiste ha reunido dos o más elementos de la realidad que nunca se nos hubiera ocurrido juntar. Es por eso que opino que el humor nos abre un poco más los ojos, nos aceita el cerebro y por qué no, nos enseña tolerancia, es decir, a tolerar a través de la risa lo que creíamos imposible de juntar. El humor puede parecer arbitrario, pero nunca lo es si se merece el nombre. Bebe de la risa culta como de la popular, de la sonrisa refinada que dibuja serpientes en los labios y la carcajada que nos rompe la panza. En lo que a mí respecta, mi mejor definición es una muestra de mi trabajo aún inédito (a mi pesar): El Libro de las Alucinaciones Prácticas.
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PAN DE SOBACO
Gracias a los avances de la genética humana en sabio intercambio interdisciplinario con la vegetal, científicos rioplantenses han decodificado el código genético del refrán que insiste en que cada niño nace con su pan bajo el brazo y lo que es mejor, han logrado convertirlo en una crujiente realidad. Sí, señores, ahora los niños podrán nacer con su pan bajo el brazo, para ser concretos, con un baguetino de abundante miga que no es otra cosa que la glándula sudorípara del sobaco modificada con genes del mejor trigo para que se infle desproporcionadamente, se cueza en el calor del vientre materno hasta alcanzar un precioso dorado crujiente y se desprenda del cuerpo calientito y listo para el desayuno a las pocas horas de nacido el niño. Dije niño, porque el tipo de pan variaría con el sexo, los hombres nacerían con un baguetino bajo el brazo (o un baguette, los superdotados) y las niñas con una rosca de pan dulce. Usted dirá con razón, que el pan de sobaco sería pan de un día. Qué remedio, si el refrán hubiese dicho que cada niño nace con un horno panadero bajo el brazo, tendríamos sobacos panificadores, pero eso, como sabemos, es imposible.

COMO PERRO Y GATO
Este abrigo para perro confeccionado con piel de gato le proporciona el placer de tener perro y gato en un mismo perro. No más persecuciones, hocicos arañados ni gatos maltrechos, con el abrigo para perro de piel de gato, acaricia a un perro sintiendo un gato.
Si el perro protesta o exige respeto a su dignidad canina, usted contesta que el hábito no hace al monje ni la piel al gato. Los perros son muy respetuosos de los refranes populares y quedará contento. Para las perras, hay abrigos de gata con olor a celo, que llenarán su techo de gatos confundidos y harán mayor la ilusión de tener una felina mimosa en casa.
Los abrigos de piel de gato se fabrican para perros adecuados. Si tiene un dogo argentino, cómprele uno de piel de puma, usted se sentirá seguro en casa y podrá jugar al domador de leones americanos. Como es obvio, los perros salchicha están excluidos, ni la más sedosa piel de gato de Angora le sacará a usted la certeza de estar acariciando un gato absurdo.