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En defensa del mes de noviembre
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En defensa del mes de noviembre

En defensa del mes de noviembre

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Siempre he sentido pena por . Mes de los cambios de clima, de resfríos y mañanas demasiado frías para levantarse, alegando fiebre y malestar. Un mes poblado de días festivos, pero que ni por eso se encuentra bien considerado.

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El calendario católico lo señala con la tristeza de los santos y los muertos: encerrado entre los muros del cementerio, sin más que las cruces frías de las tumbas, sus treinta días son tristemente eclipsados por el impacto publicitario del siempre feliz diciembre. Noviembre está invadido de colgantes y guirnaldas ajenas, poco espacio le queda cuando las brujas del Halloween salen de las vitrinas y Papa Noel entra en escena.

Noviembre es un mes invisible para los que miran con furor los catálogos de compras. Nos reímos de Nicolás Maduro por decretar el adelanto de la Navidad en Venezuela desde hace años pero, de forma invisible, las dinámicas comerciales producen algo parecido entre nosotros. Insulso y apagado, noviembre resulta un interregno entre fiestas, el momento propicio para aprovechar las ofertas de temporada, ahorrar el 50% en juguetes y llenar el ropero con lo que se piense regalar varias semanas más tarde. Soy testigo de autoservicios enloquecidos que han querido ampliar la temporada incluso antes, pero octubre es un mes demasiado morado para combinar con el rojiverde navideño. El turrón no pega con el pavo.

Pienso en la lógica del marchante que busca convertir noviembre en este insípido limbo, período gris útil para salir de todo su stock de mercadería almacenada. Como en el experimento pavloniano, el vendedor hace sonar sus campanillas al ritmo de un villancico y nosotros empezamos a salivar nuestros deseos de compra.

Hipotecas, pagos de préstamos pendientes y líneas de crédito bloqueadas nos han dado a mi esposa y a mí algo de lucidez, una reflexiva distancia del frenesí publicitario que conseguía hacernos sentir mal si llegábamos al final del año sin haber gastado lo que no teníamos. Esta vez hemos decidido no consumir lo que no necesitamos, no envidiar las sonrisas de los carteles, no medir nuestro cariño en función de lo que gastamos en un regalo. Los obsequios que hagamos serán producto de nuestros artesanales esfuerzos.

Lo dicho: decidimos vivir plenamente noviembre, con todos sus días. No será esta vez un mero mes de tránsito. Y aunque se anuncie que este año resultará vago, sin fuerzas para despedir la primavera con una contundente llegada del verano, intentaremos devolverle al mes su personalidad.

Encontrarle la belleza a este tiempo adelgazado para engorde de los otros. Tiempo de recuento y preparación, de balance y perspectivas. Retrasemos lo más posible la locura que nos espera. Y, quién sabe, tal vez aspiremos a no caer en ella.

A SABER

Noviembre proviene del latín ‘novem’, que significa “nueve”, ya que originalmente era el noveno mes del calendario romano antes de añadirse enero y febrero.


Noviembre está estrechamente ligado a los crisantemos, debido a su floración otoñal y a su simbolismo del duelo. Es la flor principal para el Día de Todos los Santos ( 1 de noviembre) y el Día de los Difuntos ( 2 de noviembre).


La gema natal de los nacidos en noviembre es el topacio, una de las piedras semipreciosas más utilizadas en joyería.

SOBRE EL AUTOR

Enrique Planas (Lima, 1970) es escritor y periodista cultural. Es autor de novelas Orquídeas del Paraíso, Alrededor de Alicia, Puesta en escena, Otros lugares de interés y Kimokawaii. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara lo reconoció como uno de Los 25 secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana.