Me imagino que Dylan hoy se siente como en aquella ocasión en que tocó 'enchufado' por primera vez y un loquito le gritó “Judas”. Ahora que ganó el Premio Nobel, salen los policías de la Literatura a pedir su cabeza, ruegan porque todos los escritores de la Tierra le hagan un skimmington. Porque solo a Dylan pueden pasarle estas cosas. Después de todo, no es el mejor cantante, ni el mejor compositor, ni el mejor guitarrista, ni el mejor frontman, ni el mejor poeta; pero, a pesar de ello, es el mejor de todos.
Y porque la historia se repite completa, y no por partes, estoy seguro que Dylan hoy también les responde: “I don't believe you. You're a liar”
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“Autorretrato de robert Zimmerman”*
Yo quería haber sido Bob Dylan, Robert Zimmerman, el chico de cuyo cuello delgado como un meñique colgaba la vieja armónica del abuelo que aún no había nacido, pero esperaba ansioso en la Vía Láctea encarnarse en Woody Guthrie para tomar posesión de su pedazo de tierra
Yo quería haber sido Bob Dylan, pero Robert Zimmerman como los grandes patriarcas judíos nunca cruzó el umbral que separa el cuerpo del alma y hace girar las estrellas para llevarnos a la
Tierra Prometida
La Tierra Prometida entonces era poder presenciar el nacimiento de nuestros padres y abuelos, tratando de recordar sus rostros para ser puestos en camafeos que un día llegaríamos a perder
El hombre es solo polvo estelar que vaga en la oscuridad del universo, como una vieja melodía compuesta por Bob Dylan que Robert Zimmerman nunca llega a escuchar
*Del poemario El fin de la poesía (Paracaídas, 2015), de Víctor Ruiz Velazco.
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