Louis Althusser fue un filósofo marxista nació en Francia en 1918. [Foto: en “Philosophy of the encounter”]
Louis Althusser fue un filósofo marxista nació en Francia en 1918. [Foto: en “Philosophy of the encounter”]
Juan Manuel Chávez

La llamada de la tribu, el libro más reciente de Mario Vargas Llosa, es un espacio autobiográfico donde su visión del mundo halla un origen en siete pensadores liberales; él queda expuesto a través del temple y la obra de Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-François Revel. Vargas Llosa también realiza breves perfiles de figuras como Jean-Paul Sartre y desliza alusiones a otras personalidades, por ejemplo, el “ultra ortodoxo Louis Althusser, profesor de la École Normale que enloqueció y mató a su mujer”.

Vargas Llosa, al mencionar a un académico caído en la demencia y homicida, entreabre una ventana para fisgonearlo; entonces, ¿qué hay más allá de aquella referencia y cuánto puede ampliarse sobre ello? Como escribiera Beatriz Sarlo en torno a la memoria: “El pasado, para decirlo de algún modo, se hace presente”.

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En 1976, Louis Althusser escribió su autobiografía, Los hechos, y la envió a una nueva revista cultural de París para que se publicara número tras número. Destacan pasajes como este: “Me llamo Pierre Berger. No es cierto. Así se llamaba mi abuelo materno, que murió de agotamiento en 1938”.

La vida de Althusser, nacido en Argelia y de nacionalidad francesa, tiene dos hitos: uno es de 1940, y el otro, de 1980. Si bien es reconocido por sus estudios filosóficos de Marx, Montesquieu y Maquiavelo, además de formar un círculo amical con celebridades como Michel Foucault y Jacques Derrida, quizá ningún trabajo suyo pueda despegarse de aquel par de sucesos que marcan la herencia de su pensamiento.

En 1940 fue recluido en un Stammlager, esos campos nazis donde los prisioneros de guerra intimaban con la desventura. En aquel infierno esquivó peligros hasta conseguir la libertad con la derrota alemana, al cabo de un lustro. En 1980 mató a su esposa, sobre lo cual escribió: “En el curso de una crisis intensa e imprevisible, estrangulé a mi mujer, que lo era todo en el mundo para mí”.

Cinco años después de caer en un campo de prisioneros de guerra, salió. Cinco años después de asesinar a una mujer que lo amaba, Althusser decidió que su escritura de 1976 no tenía valor; en Los hechos predomina un tono irónico-lúdico-jocoso que no representaba la tragedia memorística de quien era luego del homicidio. Al respecto, Georges Gusdorf en su artículo “Condiciones y límites de la autobiografía” explica lo siguiente: “La recapitulación de lo vivido pretende valer por lo vivido en sí, y, sin embargo, no revela más que una figura imaginada, lejana ya y sin duda alguna incompleta, desnaturalizada además por el hecho de que el hombre que recuerda su pasado hace tiempo que ha dejado de ser el que era en ese pasado”. Entonces, en 1985 Althusser escribió otra autobiografía, El porvenir es largo, que comienza así: “Es probable que consideren sorprendente que no me resigne al silencio después de la acción que cometí y, también, del no ha lugar que la sancionó y del que, como se suele decir, me he beneficiado”.

Louis Althusser nunca fue a prisión por su crimen, sino que fue recluido en un hospital psiquiátrico durante un tiempo. Olivier Corpet y Yann Moulier Boutang, editores de su obra, cuentan que decidió desechar su primera autobiografía y escribir otra porque, años después de haber matado a su esposa, leyó algo que lo perturbó.

En el diario Le Monde se dijo a propósito del asesinato cometido por Althusser: “Todos, en los medios de comunicación, en cuanto vemos un nombre de prestigio mezclado en un proceso jugoso —la idea de ‘proceso jugoso’ fue determinante para el filósofo— lo convertimos en un festín. ¿La víctima? La víctima no merece ni tres líneas. La vedette es el culpable”.

A diferencia de Los hechos, el tono en El porvenir es largo es apelativo, dramático y dolido. En menos de diez años, que es el tiempo que media entre un original y otro, cambió por completo la visión que tenía de su pasado, aunque su nacimiento en 1918, infancia, juventud y adultez fueran los mismos, acción por acción. Lo que cambió fue el promontorio desde el cual volteaba a mirar su existencia: en 1976, desde la cima del éxito académico y un matrimonio afirmado; en 1985, desde la crítica mediática a su proceder criminal y una vejez en soledad.

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El devenir de Louis Althusser sirve para recordar que el sentido de la vida no es lo vivido, ni siquiera lo que recordamos de lo vivido o la narración que hacemos de lo acontecido; sino, dramáticamente, el punto desde el cual revisitamos todo lo que nos ha sucedido. A la postre, puede ser un instante o un solo hecho el que nos defina frente al espejo.

El porvenir es largo se publicó en 1992; él había fallecido dos años atrás. De la pareja y el delirio homicida ya solo quedaba el libro, ni autor ni víctima. Y así, tal como profetizó la nota de Le Monde, el protagonismo de la tragedia nunca estuvo en la mujer que fue asesinada. Ella se llamaba Hélène Rytmann

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