"Mi admiración por José María Arguedas no tuvo límites"
"Mi admiración por José María Arguedas no tuvo límites"
Redacción EC

CARMEN MARÍA PINILLA

Socióloga 

“Cuando leí Todas las sangres, mi admiración por José María Arguedas no tuvo límites. Desde que lo abrí quedé fascinado y lo leí de un tirón hasta la última línea” (Francisco Miró Quesada C.)

Reproducimos parte de la entrevista que el filósofo Francisco Miró Quesada Cantuarias, Director General del Diario El Comercio y fundador de nuestro Suplemento Dominical, concedió a Carmen María Pinilla el 2 de julio del 2014. La entrevista completa aparece en el libro Todas las sangres, cincuenta años después (Lima: Ministerio de Cultura, 2015). El estrecho vínculo de este filósofo con José María Arguedas incidió en que, como asiduo colaborador, difundiese sus ideas desde esta tribuna.

Desde que lo conocí [a fines de 1930] lo admiré  y, conforme pasaban los años y leía lo que él escribió y lo que escribían sobre él, mi admiración fue “in crescendo”. …Todas las sangres no era solo una novela apasionante, era, además, un mensaje ideológico. Y este mensaje era un grito formidable que llamaba a la integración del Perú y era, por eso, un reconocimiento humano total que abarcaba a la humanidad entera, a todas la sangres...

Antes de conocer a José María, yo había meditado sobre estos temas a raíz de mis trabajos sobre el significado del humanismo, por eso cuando lo conocí me causó tan honda impresión, tanta como cuando lo leí.

El humanismo de Arguedas consistía en querer cambiar el desprecio de los peruanos hacia el indio en admiración, en aspirar a una sociedad de hombres viviendo en armonía y justicia… Esto era clave pues el racismo es contrario al humanismo… En eso coincidíamos José María y yo. Advertía que él también luchaba, a su modo, por alcanzar tanto el humanismo como la autenticidad.

Ahora bien, lo que hay que tener en cuenta de toda esta argumentación, lo central, lo valioso, es la concepción del hombre. En el sistema occidental moderno, el hombre es un valor incondicional, es un fin en si mismo, cuyo destino es  realizar plenamente sus posibilidades a través de un proceso histórico sin término.

Entonces, al asumir nosotros este humanismo como meta, nos abrimos al reconocimiento de todos los hombres, y descubrimos la espléndida realidad de todos los hombres que habitan nuestro continente, sin distingos de ninguna especie... Gracias al humanismo corregimos nuestra mirada, eliminamos los prejuicios, nos liberamos de todas las categorías occidentales, que, como enormes promontorios en el camino, nos impedían ver el paisaje… Al superar prejuicios y hábitos nos encontramos frente a nosotros mismos y comprendemos que nuestra riqueza y que nuestras posibilidades son mucho mas grandes de lo que habíamos pensado. Y no solo descubrimos la realidad autóctona, descubrimos una realidad humana variada y efervescente. Venida de todas partes del mundo. Todas las sangres, de José María.

Ese fue, pues, el derrotero de José María, el motivo de la lucha que emprendió durante toda su vida. Por eso yo dije en una oportunidad que la primera revelación del humanismo, de este cambio de mentalidad de quienes lo asumen y buscan la autenticidad, se da en el arte. El arte es, en todas las culturas, la percepción más directa de la realidad humana.

José María buscó mostrar, a través de su obra literaria, los aportes originales del elemento autóctono, destacar sus formas de coexistencia, el valor del trabajo colectivo, la armónica relación del hombre con la naturaleza. Él quería integrar todos estos elementos con las teorías y las técnicas occidentales. Pensaba, como también pienso yo, que se podía así lograr una eficacia difícil de imaginar.

Sin duda que José María nos mostró, en primeros pasos, la plasmación de este ideal de reconocimiento humano a través de un proceso de liberación social y económica cuyo mas hondo sentido se revela en la realización total de las potencias individuales. Pienso que sintetizó este ideal en los versos que compuso a Túpac Amaru, en los que dice:

Pachan runa kanga, runañataq pacha/ El mundo será el hombre, el hombre será el mundo… ¡Es formidable¡

Él me enseñó quechua porque yo se lo pedí pues pensaba que todos los peruanos debían estudiarlo. Nunca llegué a hablarlo bien porque es un idioma muy difícil, no es de inflexión sino aglutinante. Pero me defendía y lo entendía a él cuando hablaba lentamente. Aún recuerdo el verso en quechua que me hizo pues lo conservo enmarcado. Dice:

Warma sonqoykiwan kausaykichinki chiri Yawar runakunata. Allin yachaynikiwan sumaqta rikunki imaymana llaqtanchikta Runata. ¡Ama samaychu wawqey! ¡Ama saykuychu! ¡Auqa runakunata wischuy! Peruninchikya kuyaqkunata hatarichiy, yanapasunaykipaq. Orqun, paran, ritin mana sayariwankichu. Urpi, fieru, quri songoyki…

que quiere decir: Con tu corazón de niño harás revivir a los hombres de sangre congelada. Con tu buen saber apreciarás todo lo hermoso forjado en nuestra patria ¡No te canses hermano¡ ¡Pero no descanses¡ Ahuyenta a los malos. Levanta a los que aman a nuestro Perú, para que te ayuden. La montaña, la nieve, la lluvia, no te detendrán. Tu corazón es de oro, de fierro y de paloma…”.

José María me llegó a tener verdadero aprecio, y confianza.

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