
Decía el poeta chino Wang Wei sobre el paisaje, alrededor del año 750 después de Cristo: “En la pintura, la intención viene primero; una vez que la intención ha llegado, el pincel sigue. Esto revela que el paisaje es espiritual pero tiene materia”. Así, más allá de toda metafísica, el paisaje nos pone los pies en el suelo. Para el curador español Juan Castellote, este género resulta una especie de palimpsesto sobre el que el artista va sumando capas: la huella de la cultura, los avances industriales, la economía de la época. Un lienzo sobre el cual el artista no sólo describe, sino que le permite abordar su realidad.
LEE TAMBIÉN | Las estrellas fijas del universo Vargas Llosa
“Paisajes”, muestra abierta en el Centro Cultural Inca Garcilaso, reúne 120 fotografías de la colección contemporánea de Jan Mulder. Esta selección, a cargo del español Juan Castellote, muestra la multiplicidad de técnicas, soportes, formatos y reflexiones de generaciones de creadores, desde los maestros reunidos alrededor de la Galería Secuencia, como Fernando La Rosa o Billy Hare, hasta imprescindibles artistas emergentes como Víctor Zea o Leslie Searles. Ninguno de ellos muestra escenas naturales al uso. La modernidad lo contamina con nuevas capas de sentido. Hoy el paisaje tiene más que ver con la mente humana que con el registro de la naturaleza. Al final, como señala Castellote, es la presencia humana lo que convierte la naturaleza en paisaje.

La naturaleza pintada
Una mujer de talla baja, en una escalera de caracol, parece escondida en medio del follaje artificial de un antiguo estudio fotográfico. Al fondo, el paisaje pintado sobre la tela impone su peso. Es María María Acha-Kutscher, en la imagen “Anita, The Living Doll” (2011), quien replica los orígenes de la fotografía de estudio, cuando se rodeaba al modelo de una naturaleza replicada. Una práctica que nació en Francia e Inglaterra, y que se extendió hasta nuestras costas, con el estudio de Eugenio Courret como mejor exponente de los retratos burgueses. El jardín pintado en la toma como escenario le daba entidad al retratado. “Ese sistema de representación de la fotografía antigua anglosajona o francesa fue por años nuestra referencia. Eran los tiempos en que, podríamos decir, “fotografiábamos en inglés”. Pero lo que está ocurriendo en las últimas décadas es que estamos incluyendo en la fotografía modismos e idiomas que nos pertenecen. Y eso hace que el sistema de representación que utilizamos sea más propio”, explica el curador.

Castellote conoce bien la tradición fotográfica peruana. La primera vez que vino a nuestro país fue en 1989, con el propósito de conocer a la familia Chambi y preparar una exposición dedicada al maestro puneño en Madrid. Luego radicaría tres años en Lima, como director del Máster Latinoamericano de Fotografía Contemporánea (Maldefoco) a mediados de la pasada década, una experiencia memorable para muchos profesionales del lente. Como curador, ha llevado tanto la obra como a diferentes fotógrafos peruanos a diferentes bienales internacionales. “Al final, lo que uno está intentando hacer en muestras como esta es armar un escaparate de lo que está emergiendo. Ello te permite dar a entender todo el espectro de formas, de estilos, de conceptos sobre lo que se está trabajando, y darles cierta importancia a los que sobresalen. Por cierto, la mitad de los autores convocados son mujeres, lo que también es una manera de contar qué está pasando en la fotografía peruana”, afirma.

“Yo digo que para moverse en el actual océano de imágenes hay que aprender a nadar. Y para ello, hay que saber leer las imágenes. Ellas incluyen mucho más que la mera representación de un referente. La complejidad que adquiere hoy la fotografía la hace mucho más rica. Es algo imposible de ver en TikTok. Son imágenes mucho más densas de contenido”, afirma el especialista español. En ese sentido, para él, en la exposición el espectador advierte lo que está pasando en la fotografía peruana, donde nuestra riqueza iconográfica activa una manera distinta de contar las cosas. “Acá no se trata de simplemente poner una cámara y esperar. En el Perú se construye por una sumatoria de capas, sean legibles o no. Ese desborde, ese exceso, esa ruptura de los límites, es lo que ha terminado llamándose Neobarroco, una corriente que mezcla ideología e iconografía, y que suele presentarse en países que han pasado por la experiencia colonial”, explica Castellote.

TE PUEDE INTERESAR