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Selección de "Cartas Memorables" - 1
Redacción EC

Carta de Anaïs Nin a “El Coleccionista”. 1940

“Apreciado Coleccionista:

Le odiamos. El sexo pierde todo su poder y su magia cuando se vuelve explícito, mecánico, exagerado, cuando se convierte en una obsesión mecanicista. Se vuelve aburrido. Nadie ha contribuido tanto como usted a que aprendiéramos que es un error no mezclarlo con emoción, hambre, deseo, lujuria, capricho, lazos personales, relaciones más profundas que cambian de color, de sabor, de ritmo, de intensidad.
    
No sabe lo que se pierde con su observación microscópica de la actividad sexual al excluir otras que aportan el combustible necesario para hacerla arder. […] No hay dos pelos iguales, pero usted no nos permite malgastar palabras en la descripción de un pelo; tampoco dos olores, pero si abusamos en eso, nos grita que “nos dejemos de poesía”. […]
    
Hemos pasado horas sentados, preguntándonos qué aspecto tendrá. Si ha negado a sus sentimientos la seda, la luz, el color, el olor, la personalidad, el temperamento, a estas alturas estará marchito por completo. Hay muchas sensaciones menores que discurren como afluentes hacia el torrente del sexo y lo alimentan. Solo al latir al unísono pueden el sexo y el corazón crear el éxtasis”.

Anaïs Nin, la adúltera, la incestuosa, la siempre libre y escandalosa escritora de diarios, ensayos y novelas envió hace 75 años esta carta al misterioso personaje conocido como “El Coleccionista”, un consumidor anónimo de relatos eróticos privados que encargaba a los amantes Nin y Henry Miller, a precio de un dólar por página.
    
Nin, apasionada conocedora de placeres sublimes, no pudo contener la frustración que le provocaban las insistentes exigencias de este enigmático sujeto por que se “dejaran de poesía y se centraran en el sexo”. Así, le escribió esta carta donde da una lección magistral en el cultivo de las pasiones carnales.

“Desde el infierno”: De Jack el destripador a George Lusk

                                                                                                       Desde el infierno

15 Octubre de 1888         

Sr. Lusk:

               Caballero, le envío la mitad del riñón que le saqué a una mujer, lo he conservado para usted, el otro pedazo lo freí y me lo comí, estaba muy rico. Puedo mandarle el cuchillo lleno de sangre con el que lo saqué si espera un poco más.

Firmado

                                                                        Cójame cuando pueda, señor Lusk”

El 15 de octubre de 1888, George Lusk, presidente del Comité de Vigilancia de Whitechapel, recibió esta escalofriante carta de un sujeto que afirmaba ser Jack el destripador, el brutal asesino en serie responsable de, por lo menos, cinco homicidios. Junto a la nota escrita “desde el infierno”, llegó medio riñón humano preservado en vino que pertenecería a Catherine Eddowes, la cuarta víctima del desquiciado sujeto que, como todos saben, nunca fue capturado.

Ya no puedo luchar más: De Virginia Woolf a Leonard Woolf

Marzo de 1941

               Tengo la certeza de que voy a enloquecer de nuevo. Siento que no podemos volver a pasar por una de esas fases terribles. Y esta vez no me voy a recuperar. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que voy a hacer lo que me parece la mejor opción. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido, en todos los sentidos, todo lo que se puede ser. No creo que dos personas pudieran ser más felices que nosotros hasta que llegó esta terrible enfermedad. Ya no puedo luchar más. Sé que te destrozo la vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Fíjate, ni siquiera soy capaz de escribir esto correctamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has tenido una paciencia absoluta conmigo y una bondad increíble. Eso quiero decir: lo sabe todo el mundo. Si alguien hubiera podido salvarme, habrías sido tú. Ya no me queda nada, salvo la certeza de tu bondad. No puedo seguir estropeándote la vida.
    
No creo que dos personas pudieran ser más felices que nosotros.

                                                                                                      V.”

En marzo de 1941, Virginia Woolf, la célebre escritora británica, agotada por los constantes colapsos nerviosos que la acompañaron a lo largo de toda su vida, intentó suicidarse arrojándose al río. Empapada y aun más deprimida por su fracaso, emprendió el camino de regreso a casa. Lamentablemente, al cabo de unos pocos días, volvió a intentarlo. Y el 28 de marzo de 1941, Woolf se lanzó nuevamente al río Ouse, con los bolsillos del abrigo llenos de pesadas rocas. El día de su muerte, un desesperado Leonard Woolf buscaba en vano a su esposa, en su lugar, encontró esta desgarradora carta de despedida en la repisa de la chimenea. Su cuerpo fue encontrado varias semanas después, el 18 de abril.

He escrito un libro titulado El Padrino: De Mario Puzo a Marlon Brando

23 de enero de 1970

“Estimado señor Brando:

               He escrito un libro titulado EL PADRINO que ha tenido cierto éxito y creo que usted es el único actor capaz de representar el papel del al Padrino con la fuerza serena y la ironía (el libro es un comentario irónico de la sociedad americana) que requiere el papel. Espero que lea el libro y le guste lo bastante para ejercer el poder de que disponga para conseguir el papel.
              Voy a escribir a la Paramount a los mismos efectos por si sirve de algo.
Sé que esto ha sido algo atrevido por mi parte, pero lo mínimo que puedo hacer por el libro es intentarlo. De verdad que estaría tremendo. No es preciso que diga que soy un admirador de su arte.

                                                                              Mario Puzo
Un amigo común, Jeff Brown, me dio su dirección”

Antes de que se iniciara la adaptación cinematográfica de "El Padrino", Puzo le escribió esta carta a Brando, donde le pedía que fuese él quien encarnara al sanguinario capo de la mafia Vito Corleone, cosa que la Paramount no pensaba permitir debido a la fama de actor descarriado y arrogante que este se había ganado. Sin embargo, cuando Francis Ford Coppola asumió el papel de director de la cinta, filmó a Brando caracterizado para interpretar a Don Vito y envió la grabación a los productores. La Paramount cambió de opinión rápidamente. El resto es historia, el rol le mereció a Brando el Óscar a mejor actor, premio que jamás recogió, reafirmando su fama de actor excéntrico.

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