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The Velvet Underground: revolución de terciopelo - 1
Francisco Melgar Wong

En abril de 1966 Andy Warhol alquiló una discoteca en el East Village de Manhattan para presentar The Exploding Plastic Inevitable, un espectáculo que incluía baile, proyección de películas y música en vivo. A lo largo de todo el mes, a las nueve de la noche, los bailarines irrumpían en el local portando linternas, látigos y jeringas con los que simulaban actos de sadomasoquismo, consumo de drogas y flagelación. Desde el segundo piso, el propio Warhol proyectaba  fragmentos de sus películas más polémicas. En el escenario, a pocos centímetros de los bailarines, The Velvet Underground interpretaba la banda sonora del show.

The Velvet Underground —Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker— era el grupo perfecto para musicalizar el espectáculo de Warhol. Mientras el artista proyectaba escenas de Lupe, una película en la que el personaje encarnado por Edie Sedgwick moría de sobredosis, la banda interpretaba “Heroin”, una canción en la que Reed le daba voz a un adicto en abstinencia. Cuando uno de los bailarines sacaba un látigo y simulaba azotar a sus compañeros, los Velvet tocaban “Venus in Furs”, un tema inspirado en una novela de Sacher-Masoch, el escritor austríaco cuyo nombre dio origen al término masoquista. Algunos años más tarde, al recordar estos shows, Lou Reed señalaría: “Andy me dijo que lo que hacíamos con nuestra música era lo mismo que él hacía con sus películas. Aparte de nosotros, no había nadie en la música rock que hiciera algo así de honesto”. Hacer “algo así de honesto”, en este caso, implicaba correr el riesgo de no gustarle a nadie. Pero ni Warhol ni los Velvet buscaban agradar a su público. Querían conmocionarlo.


Un retrato del artista estadounidense Andy Warhol tomado por Timm Rautert. (REUTERS)

Un retrato del artista estadounidense Andy Warhol tomado por Timm Rautert. (REUTERS)

El parecido entre Warhol y la banda no estaba limitado a la temática de sus obras. En películas como Empire, donde se proyecta el perfil iluminado del edificio Empire State durante ocho horas, Warhol había quebrado la expectativa del tiempo que debía durar una cinta. Los Velvet, por su parte, podían tocar una canción durante treinta minutos sin hacer ninguna variación en los acordes ni en el ritmo, concentrándose en el zumbido distorsionado que producían sus guitarras eléctricas. Entre el público hubo quienes percibieron una estética admirable detrás de estos gestos artísticos. Otros los detestaron de inmediato. Al salir de una de las presentaciones, el disc-jockey neoyorquino Terry Noel dijo: “Fuimos a ver a los Velvet, y ¡Dios mío! ninguno sabía tocar. Aquello era tan malo que no lo podía creer”.

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El desconcierto era comprensible. En el rock no había nada parecido a lo que Warhol y los Velvet estaban haciendo. Para encontrar algo similar había que retroceder en el tiempo hasta el 29 de mayo de 1913, cuando el músico ruso Igor Stravinsky y el agitador cultural Sergei Diaghilev se reunieron en París para montar un espectáculo subversivo, que marcó un antes y un después en la historia de la música. Se trataba de La consagración de la primavera, un ballet donde se representaba la historia de una adolescente que baila hasta caer muerta y que, en palabras de Diaghilev, iba a causar “nuevas emociones y una agitada discusión” entre la audiencia. La agitación se desató, sin duda alguna, durante la segunda sección de la obra, cuando la orquesta se embarcó en un pulso repetitivo y repleto de disonancias que dejó al público molesto y aturdido. Unas horas antes, durante el ensayo, un preocupado Diaghilev le había preguntado a Stravinsky cuánto tiempo iba a durar esa sección. Con una sonrisa sardónica, el músico le respondió: “Hasta que termine, querido”.


10 minutos de la cinta de 8 horas Empire, por Andy Warhol.

Tal como ocurrió con la audiencia de The Exploding Plastic Inevitable, el público que asistió al estreno de La consagración de la primavera se partió en dos: los que celebraron la obra y los que la repudiaron. Esta polarización era una señal de un tiempo nuevo: el Romanticismo del siglo XIX le cedía su lugar a la Modernidad del XX. Esta misma sensación de escándalo, de conmoción y de quiebre con el pasado fue lo que produjo la aparición de The Velvet Underground a mediados de los sesenta. Con ellos, empezó un nuevo capítulo en la historia de la música rock.

—El inicio de una nueva era—

Lou Reed nació el 2 de marzo de 1942 en el condado neoyorquino de Brooklyn y pasó su adolescencia en Freeport, un barrio de clase media en Long Island. El episodio más significativo de su adolescencia fue la terapia de electrochoque a la que lo sometieron sus padres para ‘curarlo’ de un colapso nervioso que sufrió poco después de ingresar a la universidad. Al salir de la terapia Reed regresó a la Universidad de Siracusa para estudiar literatura, aunque la mayor parte del tiempo se dedicó a sus dos más grandes pasiones: escribir y tocar en una banda de rock. Durante un breve periodo llegó a tener un programa de radio en el campus, pero su idiosincrásico gusto musical, que iba desde el free jazz hasta el pop, lo llevó a perder rápidamente el puesto. “Yo era un entusiasta de Ornette Coleman, Cecil Taylor y Archie Shepp —declararía años más tarde—. Pero también de James Brown, de los grupos de doo-wop y del rock and roll”. De todas estas influencias, el rock and roll fue el ingrediente esencial de la banda que Reed formó en la universidad —L.A. and the Eldorados— donde también tocaba Sterling Morrison, un compañero de aula que había aprendido a tocar la guitarra escuchando a Bo Diddley y Chuck Berry.

Pero la relación más importante que Reed mantuvo durante su carrera académica fue la que entabló con el poeta Delmore Schwartz, quien trabajaba en el departamento de escritura creativa de la universidad. Schwartz creía honestamente en el talento literario de Reed y lo animó a escribir historias sin adornos, con un lenguaje despojado y sencillo que lo ayudase a llegar al meollo de lo que quería contar. Al final de una noche de copas en el bar del campus, Schwartz amenazó a Reed con regresar de la tumba para castigarlo si alguna vez endulzaba su lenguaje para agradarle a sus lectores. Fue en esta época en que Reed empezó a escribir las letras de algunas canciones que luego formarían parte del repertorio de los Velvet: “Heroin”, The Gift” y “I’m Waiting for the Man”. A pesar del enorme trabajo que le puso a estos bocetos, Reed nunca llegó a mostrárselos a sus compañeros de L.A. and the Eldorados. Aún no se le ocurría que esas letras duras y realistas podían encajar en el formato de la música rock. Con todo, fue en esta época, entre los acordes de Chuck Berry y los consejos de Delmore Schwartz, que empezó a gestarse la sensibilidad musical de The Velvet Underground.

Al menos una parte de ella.

Después de graduarse en Siracusa, Reed empezó a trabajar escribiendo canciones para Pickwick International, un sello discográfico de poca monta ubicado en el condado de Queens. Fue allí donde conoció a John Cale.

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Un corte de cinco minutos del film de Andy Warhol The Velvet Underground and Nico: A Symphony of Sound (1966) 

Cale había nacido el 9 de marzo de 1942 en el pueblo de Crynant, al sur de Gales. Entre 1960 y 1963 estudió composición en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres. En 1963, gracias al apoyo de Aaron Copland, obtuvo una beca para viajar a Estados Unidos y estudiar en el conservatorio Eastman, bajo la tutela de Iannis Xenakis. Tras una serie de desavenencias con Copland, se mudó a la ciudad de Nueva York y se unió a The Dream Syndicate, un grupo de música experimental liderado por el compositor La Monte Young. Al revisar el periplo académico de Cale, uno no puede dejar de sorprenderse con que haya estudiado en tan poco tiempo con tantos compositores célebres del siglo XX. En unos meses había absorbido de primera mano medio siglo de modernismo y vanguardismo musical.

A partir de 1964, como miembro de The Dream Syndicate, Cale trabajó por primera vez los prolongados zumbidos que los Velvet usarían en sus guitarras eléctricas. “The Dream Syndicate eran dos voces amplificadas, un violín y una viola, —recordaría Cale—. El concepto era sostener notas durante más de dos horas”. Al igual que Lou Reed y Andy Warhol, Cale disfrutaba desconcertando y molestando a su público.

El 9 de setiembre de 1963, al lado de John Cage, había participado del estreno mundial de Vexations, una pieza escrita por el francés Erik Satie que no era más que un breve motivo para piano repetido 894 veces. La idea de que una pieza musical pudiese basarse en un motivo minúsculo y en su repetición era una de las bases del naciente movimiento minimalista, y pronto sería asumida por los Velvet como uno de sus principios estéticos. Fue aquí, entre los zumbidos de The Dream Syndicate y la performance de la pieza de Satie, que terminó de gestarse la otra mitad de la sensibilidad musical de The Velvet Underground.

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John Cale, integrante de The Velvet Underground en un concierto en Francia, 2011. (Simon Bonaventure / Wikimedia Commons)

Mientras tanto, en otro lugar de la ciudad de Nueva York, los dueños de Pickwick International buscaban convertir una composición de Lou Reed en un éxito radial. La canción se llamaba “The Ostrich”, y aunque contaba con una base rítmica contagiosa, el alto porcentaje de reverb que Reed había utilizado la hacía sonar como si hubiese sido grabada en una caverna. La letra, por su parte, exhortaba a la gente a pisotear las cabezas de sus vecinos. Este sonido crudo y la agresividad de la letra convierten a “The Ostrich” en un típico ejemplo del garage punk que empezaba a popularizarse en aquella época. Un prototipo peruano de este estilo es “Demolición”, el tema clásico de Los Saicos, que se grabó en la misma época que la canción de Reed.

A comienzos de 1965 John Cale llegó a Pickwick para tocar en la banda que promocionaría “The Ostrich” en las discotecas de Manhattan. Su experiencia como músico profesional causó una buena impresión en Reed, quien se animó a enseñarle las canciones que había estado componiendo. “Cuando conocí a Lou, él trabajaba en una compañía discográfica —recordaría Cale—. Me cantó algunas de las canciones que había estado escribiendo para sus jefes, pero no me parecieron buenas. Eran como cualquier canción que escuchabas en la radio. Pero después me cantó un puñado de canciones que no le había enseñado a nadie y me voló la cabeza. Las palabras y la música de ‘Heroin’ eran tan sucias y devastadoras que encajaban perfectamente con mis ideas musicales”.


Nueva York, 1965. Los Velvet tocando para Venus in Furs, una película independiente del cineasta estadounidense Piero Heliczer. (Getty Images

Nueva York, 1965. Los Velvet tocando para Venus in Furs, una película independiente del cineasta estadounidense Piero Heliczer. (Getty Images

Reed acabó mudándose al departamento de Cale y juntos empezaron a trabajar en estos temas secretos. Pronto se les unieron Sterling Morrison, el guitarrista de la banda universitaria de Reed, y el baterista Angus MacLise. La banda fue bautizada como The Velvet Underground en honor a una novela para adultos que encontraron tirada cerca del departamento de Cale. Las primeras actuaciones de los Velvet ocurrieron a mediados de 1965, en los cineclubes de la escena artística neoyorquina. La idea era que los cineastas independientes proyectasen sus películas mientras ellos tocaban sus canciones. Poco después de que Angus MacLise fuese reemplazado por Maureen Tucker, el grupo fue descubierto por Andy Warhol. Los Velvet y Warhol no tardaron en notar las similitudes que había entre ambos y en abril de 1966 ya estaban montando The Exploding Plastic Inevitable, el show de los bailarines masoquistas. No pasaría mucho tiempo para que Warhol se ofreciese a producir su primer disco. Es importante anotar que aparte de darles dinero y un espacio donde ensayar, Warhol sumergió a los Velvet en una subcultura de artistas y outsiders que los aceptaban como parte de una tradición artística y bohemia de larga data en la ciudad de Nueva York. Al lado de Warhol, los Velvet estaban en casa.

—El disco del plátano—


Portada del primer álbum de The Velvet Underground, ilustrado por Andy Warhol.

Portada del primer álbum de The Velvet Underground, ilustrado por Andy Warhol.

El álbum debut de The Velvet Underground fue grabado entre abril y mayo de 1966 en los estudios Specter de Manhattan, y en noviembre en los estudios T. T. G. de Los Ángeles. Andy Warhol fungió de productor e invirtió un poco de dinero a cambio de incluir a la cantante alemana Nico en algunas de las canciones. En temas como “Run Run Run” y “European Son” uno puede sentir la influencia del rock and roll que Reed y Morrison reverenciaban en su época de estudiantes, pero también la de una atonalidad agresiva e hiriente que los Velvet tomaron de la música académica de mediados siglo XX.

En “Heroin” se percibe el zumbido constante que Cale había trabajado con La Monte Young, deslizándose como una anguila eléctrica por debajo de las historias que Reed había aprendido a escribir influido por Delmore Schwartz. El piano machacante de “I’m Waiting for the Man” parecía provenir de la segunda sección de La consagración de la primavera y apuntar hacia el futuro, ya que no tardaría en volverse un motivo esencial en el lenguaje de la música rock, reapareciendo en los setenta en “Needles in the Camel’s Eye” de Brian Eno y “Heroes” de David Bowie. Las baladas cantadas por Nico, por su parte, cambiarían el paradigma de la canción romántica para darle un lugar a una languidez distante que hoy puede escucharse en cientos de bandas de indie pop.

A pesar de no haber vendido muchas copias en el momento en que salió a la venta, el álbum debut de los Velvet —que llevaba un sugerente y ya icónico plátano diseñado por Warhol en la portada— se convirtió en uno de los discos más influyentes de la música rock. Junto con Revolver de los Beatles, el “disco del plátano” abrió un nuevo capítulo en la historia de la música popular al mostrar, por primera vez, que la crudeza e inmediatez del rock no tenía por qué oponerse a la sofisticación intelectual de la música académica. Pero deben ser las palabras de Brian Eno las que mejor resumen la importancia de este álbum: “Cuando salió, este disco no vendió más de 30.000 copias, pero las 30.000 personas que lo compraron formaron una banda”. Con eso bastaría para cambiar la historia.


Nueva York, 1977. Andy Warhol y Lou Reed en el club nocturno Studio 54.  El artista fue quien produjo y financió el primer disco de los Velvet. (Getty Images)

Nueva York, 1977. Andy Warhol y Lou Reed en el club nocturno Studio 54.  El artista fue quien produjo y financió el primer disco de los Velvet. (Getty Images)

Después del fin
Las escasas ventas del álbum debut causaron tensiones al interior de la banda. La primera en perder su lugar fue Nico, a quien Reed despidió sin mayor argumento. El segundo fue Warhol, que tuvo que ceder su puesto de mánager a Steve Sesnick. La entrada de Sesnick fue el comienzo de la salida de John Cale. “Lou empezó a actuar de una manera muy extraña —señaló este—. Metió a Sesnick como mánager y empezaron las intrigas. Empezó a hablar de nosotros como si fuésemos ‘su’ banda. Sesnick le decía que sí a todo y se interpuso entre nosotros”. Con la salida de Cale se perdió una parte importante de la sensibilidad musical de los Velvet. El primer disco que hicieron sin él, The Velvet Underground  (1969), era una colección de baladas que podrían haber sido grabadas, casi en su totalidad, por Reed y su guitarra. Luego vendría Loaded (1970), que incluye “Sweet Jane” y “Rock and Roll”, las canciones con mayor perfil comercial de toda la discografía de los Velvet. Para entonces, el nombre de la banda ya era un eufemismo para señalar a Lou Reed y a cualquier músico que lo acompañase. Cuando Reed, Cale, Morrison y Tucker volvieron a unirse en 1993, la magia se había perdido. Paradójicamente, esa era la época en que las bandas de rock alternativo pasaban por un momento de gloria tratando de imitar, en gran medida, el espíritu de los discos que fueron grabados por la formación original de The Velvet Underground: un espíritu que, hasta el día de hoy,  se resiste a abandonar a la música rock.

por Francisco Melgar Wong