"Noticia peruana típica", por Jaime Bedoya
"Noticia peruana típica", por Jaime Bedoya
Jaime Bedoya

Trágica muerte encontraron aproximadamente tres docenas de ciudadanos en un choque múltiple de dantescas proporciones acontecido el día de ayer a la hora de la siesta. Once vehículos de uso público y particular, incluyendo tres buses interprovinciales, un tráiler y un burro colisionaron indiscriminadamente entre sí, distrayendo a una muchedumbre en aparente estado de ebriedad, reunida a un lado del camino, a punto de iniciar una batalla campal por un malentendido en torno a si un terreno municipal debiera ser cedido a un parque de diversiones o a un burdel. El impacto inicial se dio cuando tras el centésimo segundo cabeceo de Elmer Cutipa, conductor del Expreso Internacional Coxis, que llevaba veintisiete horas de manejo ininterrumpido sin miccionar, abrió los ojos a 120 kilómetros por hora y vio un burro orinando en medio de la pista, perdiéndose en el vértigo de la proyección personal. Cutipa, despedido de las empresas eléctricas durante el régimen anterior, cubría al verdadero chofer, su primo Walter, quien hacía el viaje en aparente estado de ebriedad dentro del compartimento de carga. Este aprovechó la ocasión para hacerse pasar por el despedido y denunciar que Coxis no había cumplido con el depósito de los beneficios sociales del difunto chofer (él mismo), de quien se declaraba único heredero. La mencionada empresa era propiedad del congresista independiente Gulliver Santos, sobre cuya cabeza pende el levantamiento del fuero parlamentario a raíz de una denuncia por acoso sexual bajo aparente estado de ebriedad que últimamente había sido olvidada en virtud de los sucesos que habían enlutado a su familia: un potencial familiar político suyo (el primo de la exsecretaria que lo acusaba de violación) era uno de los pasajeros del fatídico helicóptero de la compañía AeroAnomia, que se estrelló en Huaraz la semana pasada en circunstancias en que el piloto recibía una llamada celular al pretender remontar los tres mil metros del nevado Nicay para ganar tiempo. Investigaciones revelaron que la compañía en cuestión operaba con una licencia para la organización de corridas de toros y que la nave carecía de aceite, pues este había estado siendo utilizado para proveer de prótesis de glúteos a una veintena de vedettes a punto de emigrar a Japón en aparente estado de ebriedad y con visas falsas proporcionadas por la mafia de un tal coronel Tumay. Mejor suerte tuvieron los doce pequeños del nido Pequeño Mundo que viajaban a bordo de la tolva del camión platanero sin placas que entró en varias vueltas de campana al ser impactado lateralmente por el Expreso Internacional Coxis. Los niños no se libraron de varios politraumatismos pero peor hubiera sido su suerte de haber llegado a su destino final, el cuartel militar de la localidad donde se realizaría una chocolatada veraniega de acción cívica hecha por error a base de raticida y donde luego reclutas en aparente estado de ebriedad harían detonar un misil tierra-aire con serísimos resultados. Ya para ese entonces el Congreso había conformado una Comisión Investigadora para dar con el paradero final del asno, sospechosamente presidida por el congresista Gulliver Santos, quien complicó la situación cuando desde el noticiero de un canal propiedad de un procesado no habido denunció que en la última campaña electoral el actual presidente había prometido, en aparente estado de ebriedad, un puente peatonal que hubiera permitido al burro cruzar la carretera y orinar al otro lado de la vía, evitando la desgracia. El noticiero estableció una comunicación vía satélite con el Presidente, en esos momentos de viaje en una Conferencia Internacional sobre La Prevención de Cortocircuitos en Ollas Arroceras que se celebraba en Copenhague. En su suite del Hilton, sostenía una pequeña reunión con una veintena de parientes e invitados al viaje por cuenta del Estado en aparente estado de ebriedad, con los que en esos momentos celebraba el que Tony Blair le hubiera servido un vaso de agua (sin pedírselo) mientras compartían la mesa de expositores. El Presidente declaró que la mafia seguía vivita y coleando. Acto seguido, mostró la copia de una resolución jurisdiccional de un juez anticorrupción en la que en presumible error ortográfico se fundamentaba una excarcelación con una ley que exoneraba a burros y acémilas del uso de arnés al transitar fuera de sus corrales. “No lo voy a permitir”, decía, mientras en el noticiero de la competencia el coronel Tumay declaraba en aparente estado de ebriedad que “ojalá aprendamos la lección que nos dejan estos terribles hechos” sin saber que en ese mismo momento su puesto era ofrecido telefónicamente por el Presidente a por lo menos una veintena de candidatos, siete de ellos en aparente estado de ebriedad. Simultáneamente, una marcha espontánea organizada por el partido de gobierno prendía fuego en el Poder Judicial al hacerse público el repunte presidencial de tres cuartos de punto en las encuestas ante su vigoroso ataque a los jueces corruptos. Solo minutos después, huso horario de por medio, en el piso 33 de un edificio en el barrio de Kojimachi, Tokyo, un expresidente prófugo que había renunciado por fax actualizaba su página web solidarizándose con la víctimas del choque, de la caída del helicóptero, con las vedettes, con los afectados por la chocolatada envenenada, los de la explosión del misil, con el Poder Judicial, con aquellos en aparente estado de ebriedad, y con el burro, que a esas horas de la noche en medio del campo miraba la Luna con una panca de choclo a medio comer en el hocico. Así miran la Luna los burros.

 

SOBRE EL AUTOR

Estudió Literatura Hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú, y llevó cursos de periodismo en París. Fue editor general del semanario Caretas, y actualmente es editor de Estilo en El Comercio.  Es autor de los libros Ay qué rico (1991), Mal menor (2004), Trigo atómico (2010), Cocinas de familia (2004) y Kilómetro cero (1995), donde ha creado un género híbrido que va de la crónica periodística al ensayo más irreverente 

“Noticia típica peruana” fue publicada por primera vez en el 2003 en Caretas.

El domingo 11 de diciembre, a las 16:00 en sala Mariano Melgar de la Universidad Nacional San Agustín (calle San Agustín 106, Arequipa), Jaime Bedoya presentará la antología En aparente estado de ebriedad al lado de Jerónimo Pimentel (escritor, editor y colaborador habitual del suplemento).

Sobre el libro

Título: En aparente estado de ebriedad
Autor: Jaime Bedoya
Editorial: Literatura Random House
Páginas: 508
Precio: S/69,00

Contenido sugerido

Contenido GEC