Al aterrizar en el aeropuerto de Pudong, en Shanghái, uno tiene la opción de viajar en el tren más rápido del mundo. Con una velocidad de 431 kilómetros por hora, el Maglev, o tren de levitación magnética, realiza un viaje de 30 kilómetros al centro de Shanghái en menos de siete minutos. Desde la ventana del tren, el fugaz recorrido asemeja a un filme experimental de arte cinético que por unos minutos nos envuelve en la hipermodernidad.
Esta experiencia trascendente es un preámbulo a la China de hoy, una sociedad estimulada por la velocidad del crecimiento económico (para el 2022 se espera que el 45 % de sus 1.4 billones de habitantes sean de clase media). En las calles de Shanghái, gigantescos monitores publicitarios nos recuerdan sin cesar que se cumplen 70 años de la revolución cultural emprendida por Mao Zedong y que la China se prepara para una nueva fase, la llamada xiaokang o ‘prosperidad moderada’, en la que la rápida transformación socioeconómica estará influenciada y determinada por la tecnología.
—La política del 3 - 5 - 2—
El año pasado, Estados Unidos colocó a Huawei —el segundo mayor fabricante de smartphones en el mundo— en su lista negra de empresas con las que no pueden negociar acuerdos comerciales. La respuesta de Huawei fue lanzar el HarmonyOS, un nuevo sistema operativo que sustituirá al Android en sus dispositivos. El Comité Central del Partido Comunista de China tuvo una respuesta aun más radical: ha ordenado a todas las oficinas estatales reemplazar sus equipos y software extranjeros —como HP, Dell y Microsoft— por proveedores de tecnología chinos en un plazo máximo de tres años (le dicen la política “3-5-2”: 30 % en 2020, 50 % en 2021 y 20 % en 2022). El Gobierno chino ha invertido consistentemente en educación (número uno en el ranking mundial de la prueba PISA), investigación, desarrollo e innovación.
El objetivo es aumentar el uso local de las tecnologías producidas en el país (ver cuadro “Made in China 2025”). En campos como la inteligencia artificial (IA), se encuentra a la delantera y es el país con más patentes. Según el Plan de Desarrollo de Inteligencia Artificial de Nueva Generación, para el 2030, el Gobierno chino invertirá miles de millones en apoyar el desarrollo de la IA, incluida una inversión de 2 billones de dólares en la creación de un parque tecnológico especializado en Beijing. A ello se suma el enorme despliegue de la nueva red de telecomunicaciones 5G, mucho antes que Estados Unidos o Europa. Esta transformación de la infraestructura digital tendrá grandes implicaciones en la creación del “internet de las cosas” que operarían a través de dicha red.
—WeChat y TikTok—
Un ejemplo de tecnología aplicada hoy y que supera ampliamente a las que usamos a diario es WeChat. Esta app ha producido cambios sustanciales en la vida social de los chinos. No se trata de una app de mensajería como Whatsapp, sino de una sofisticada aplicación social que, además de páginas y “momentos” (similares a las “historias” en Instagram o Facebook), integra pagos a personas y empresas utilizando códigos QR.
WeChat Pay y Alipay (el sistema de pagos del gigante del comercio electrónico Alibaba) dominan los pagos de consumo en China, y han desplazado el efectivo y las tarjetas de crédito. En menos de cinco años, el ciudadano chino se ha vuelto cardless y cashless, lo que le ha permitido un nivel de velocidad en su vida y trabajo digital que va al ritmo —y en simultáneo contribuye— con los cambios vertiginosos que se producen en el país. Otras apps chinas son hoy un éxito global, como TikTok, que permite crear y compartir videos cortos de música y efectos visuales. En 2019, TikTok fue la séptima aplicación móvil más descargada de la última década.
El Partido Comunista ordenó a sus oficinas estatales reemplazar sus equipos y software extranjeros por proveedores de tecnología chinos en un máximo de tres años.
—Vigilancia estatal—
Esta vasta y sofisticada integración de servicios tecnológicos también le permite al Gobierno chino —que cuenta con fuertes disposiciones de censura y protocolos de intercepción— utilizar estos datos para la vigilancia masiva que realiza en la población. La IA sirve para el reconocimiento facial, un software que funciona combinando imágenes en tiempo real con una fotografía previa del rostro de una persona para así poder detectarla y seguirla. China es líder mundial en sistemas de vigilancia y reconocimiento facial, con casi la mitad del negocio global.
En varias ciudades chinas, hay millones de cámaras operativas y el Gobierno tiene planes de introducir hasta dos cámaras por ciudadano. La combinación de sistemas de reconocimiento facial y WeChat han permitido que más de un millón de uigures y otras minorías mayoritariamente musulmanas hayan sido rastreados y llevados a campos de internamiento en la región de Xinjiang, una situación que ha sido criticada internacionalmente por las organizaciones de derechos humanos y que supera a los más distópicos sueños orwellianos.
En suma, la sociedad china ha encontrado en la tecnología un medio para avanzar con la velocidad necesaria hasta convertirse en una gran nación “completamente desarrollada, rica y poderosa” para el centenario de la República Popular China en 2049. Sin embargo, la dimensión de la infraestructura tecnológica que viene implementando ocasionará un monumental cambio social y traerá consigo nuevos problemas y retos.
Pero es claro que esta vez no solo impactarán en China, sino que permearán el mundo entero.
Claves del éxito
Daniel Parodi, Historiador (UL y PUCP)
En abril de 2004, el internacionalista de Le Monde, Philip s. Golub escribió: “China retoma su lugar en la economía mundial”, pues, hasta inicios del siglo XIX, había sido el primer productor mundial de manufacturas, un título que solo la Revolución Industrial occidental logró arrebatarle.
Sin embargo, el Lejano Oriente aprendió rápido las nuevas tecnologías. Los japoneses sorprendieron a todos cuando derrotaron a los rusos en 1905, gracias a sus modernos acorazados. Los chinos se tardaron más porque intentaron primero con el socialismo de Mao.
En 1978, cuando Deng Xiaoping asumió el mando, no estaba para experimentos: lo importante era que el gato cazara ratones. Conocemos el resultado: después de aplicar una política que se devanea entre el más implacable autoritarismo y el más militante librecambismo, hoy pocos discuten que China será, si no lo es ya, la nueva potencia mundial. La clave: las dos esencias que enfrentan a Occidente contra sí mismo —conservadurismo y liberalismo— en China funcionan juntas y en la más perfecta armonía.
Made in China 2025
- China al 2025: La meta es aumentar el consumo doméstico y mejorar la calidad de los productos chinos —sobre todo, de alta tecnología— al 40 % para 2020 y al 70 % para el 2025. Persiguen, así, cambiar la percepción de que lo hecho en China es barato o de no muy buena calidad.
- Sinergias: Una combinación de sectores y empresas que van desde el diseño, el software, hardware hasta la infraestructura ya apuntan a competir globalmente en el campo de la alta tecnología. Así lo demuestran Baidu (buscador, mapas, IA, vehículos autónomos), Alibaba (comercio electrónico), Megvii (IA), DJI (IA, drones) y BAIC (vehículos de energía renovable), etc.