La muestra estará hasta el 30 de junio en la Sala Tsuchiya del C.C. Bellas Artes
La muestra estará hasta el 30 de junio en la Sala Tsuchiya del C.C. Bellas Artes
Carlos Oré Arroyo

Por casi 40 años la obra de Peruko Ccopacatty estuvo conquistando plazas, parques, jardines y edificios públicos de varias ciudades de la costa este de Estados Unidos mientras que en el Perú su trabajo estuvo deambulando en el olvido. Ahora, varias sus obras que estuvieron olvidadas se reúnen en la Sala Tsuchiya del Centro Cultural Bellas Artes para exponer el estilo tan particular que captó la atención de varios amantes del arte, en especial fuera del país.

La exposición estará disponible hasta el 30 de junio.
La exposición estará disponible hasta el 30 de junio.

-Gigantes de metal-
Una monumental obra de cuatro metros de longitud recibe a los visitantes extendiendo sus brazos a lo largo de la sala. Diversos personajes construidos con metal, el material predilecto del artista aimara, emergen de una pared logrando la misma caracterización de un artista de teatro. En sus rostros y cuerpos se ha logrado una expresividad que uno creería que es imposible lograr moldeando el rígido metal. Sin embargo, Ccopacatty lo ha conseguido.

Caminar por la sala no basta para apreciar las esculturas, hace falta que el visitante se detenga frente a ellas y sea capaz de descubrir que cada pieza que la conforman cumple una función especial. La longitud, el grosor y ubicación de cada pedazo de metal que van construyendo las figuras humanas creadas por el artista, han sido posicionadas de manera premeditada hasta ir simulando la estructura muscular del ser humano, la misma que permite marcar nuestras expresiones así como suceden con estos personajes que ríen, sufren, cantan, lloran y emulan cualquier otra acción humana con total naturalidad.

Una de las esculturas del artista en el extranjero
Una de las esculturas del artista en el extranjero

-Estilo obstinado-
Durante su formación en Bellas Artes, Peruko Ccopacatty tuvo que enfrentarse a las líneas conservadoras que por entonces dirigían la institución durante la segunda mitad del siglo XX, las mismas que aseguraba ver arte únicamente en las obras hechas a partir de las técnicas clásicas como la pintura o la escultura a la que estamos acostumbrados pero no en aquellas figuras que el joven artista aymara creaba. Aún así, su terquedad lo llevó a estudiar la figura humana para así perfeccionar su técnica hasta conseguir eternizar vitalidad en su obra.

La muestra cuenta con una pantalla en la que el espectador puede ser testigo de la presencia de la obra del artista en diversas partes del mundo, en especial Estados Unidos, país al que migró con su familia cuando la barbárica violencia empezaba a volverse cada vez más común a finales del último siglo. La sorpresa y admiración que había ido causando en ciertos aficionados fueron abriéndole las puertas pues, como asegura Anita Tavera, subdirectora de promoción cultural del centro, “Cada una de las esculturas lleva consigo un mensaje distinto capaz de entenderse en cualquier parte del mundo. La soledad, felicidad, amistad o el sufrimiento que Ccopacatty ha logrado en sus figuras es parte un lenguaje universal y diario”.

Una de las obras que se exponen en la Sala Tsuchiya.
Una de las obras que se exponen en la Sala Tsuchiya.

Finalmente la obra del artista está de retorno a su hogar, ha sido recibida con los brazos abiertos en la misma escuela que alguna vez la criticó. Ccopacatty ha conseguido demostrar repetidas veces que su arte reside en la técnica que ha ido desarrollando así como en las emociones que son capaces de generar en cada visitante que se detiene y queda hipnotizado por la historia que cada una de sus creaciones transmite.

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