Clorinda Matto de Turner. La autora de Aves sin nido fue una de las precursoras del derecho de la mujer a la educación.
Clorinda Matto de Turner. La autora de Aves sin nido fue una de las precursoras del derecho de la mujer a la educación.
Marcela Robles


En el siglo XIX, el sexo fuera del matrimonio no era el mayor pecado que pudiera cometer mujer alguna. En el Perú decimonónico, el peor de todos era el pecado de pensar, penado con mucho más que una mala reseña literaria, ya que los libros podían terminar en la hoguera y la autora castigada con la excomunión.

     Para Clorinda Matto de Turner, la literatura es el arte que tiene por objeto el conocimiento de la belleza y la propiedad del pensamiento. Este noble concepto encierra un doble propósito: una educación estética que logre hacernos moralmente responsables por la expresión de nuestras ideas, y cómo articular y ejercer adecuadamente el poder de la palabra.

     La adolescente que a los 14 años ya editaba un periódico estudiantil y escribía obras de teatro, nació en el Cusco, en la provincia de Paullo, en 1852. Fue bautizada como Grimanesa Martina; luego su nombre sería cambiado por Clorinda. La niña creció hablando español y quechua, y pasó sus primeros años entre su hogar en la plaza San Francisco y la hacienda familiar de Paullo Chico, a orillas del Vilcanota. Allí aprendió a leer y escribir en compañía de los hijos de los mistis locales. A los diez años perdió a su madre.

     Estudió en el Colegio Nacional de Educandas, y a los 19 años se casó con el comerciante inglés Joseph Turner. La pareja se trasladó a vivir a Tinta, impregnada por la memoria de la épica sublevación de Túpac Amaru. A partir de entonces comenzó a surgir su carrera literaria, al escribir poemas y artículos que aparecieron bajo seudónimos como Mary, Betsabé y Adelfa en diarios regionales como El Heraldo, El Eco de los Andes o El Mercurio. Al cumplir 25 años visitó por primera vez Lima.

     En la capital participó en las famosas tertulias literarias de la escritora argentina Juana Manuela Gorriti. Para entonces ya colaboraba con las principales publicaciones del país firmando artículos con el seudónimo de Carlota Dimont, anagrama de su nombre. Durante la Guerra con Chile, la pareja regresó a Tinta, y en marzo de 1881 Clorinda quedó viuda, lo cual la obligó a administrar su quebrantada herencia y afrontar su vida como escritora y periodista. En ese intento se trasladó a Arequipa para asumir la jefatura de redacción del diario La Bolsa, hasta que se estableció finalmente en Lima, donde se convirtió en una de las figuras centrales de la vida cultural e intelectual de la posguerra.

     Más adelante tomó la dirección del semanario El Perú Ilustrado, donde aparecieron los últimos textos de la generación romántica, los primeros escritos de Chocano y López Albújar, y en el que colaboraron Teresa González de Fanning y Mercedes Cabello de Carbonera, entre otras escritoras de la época.

La escritora Clorinda Matto de Turner es considerada una de las precursoras de la novela hispanoamericana y del género indigenista. [Foto: Wikimedia Commons]
La escritora Clorinda Matto de Turner es considerada una de las precursoras de la novela hispanoamericana y del género indigenista. [Foto: Wikimedia Commons]

                            —Aves sin nido y la censura —
Al poco tiempo de hacerse cargo del semanario, se divulgó en sus páginas el relato “Magdala”, del escritor brasileño Henrique Coelho Netto, considerado un texto sacrílego. Esto desató las iras del arzobispo de Lima, Manuel Antonio Bandini, quien prohibió su lectura, considerándola un pecado mortal.

     La Iglesia católica inició una campaña en su contra que ocultó el motivo real del enfado: la publicación un año antes de Aves sin nido, en la que se denuncia la corrupción del clero. La aparición de la novela había generado una gran controversia. Fue entonces que Matto de Turner resultó excomulgada, y presentó su renuncia a fin de que se levante la censura eclesiástica contra el semanario. Su retrato fue quemado públicamente en Cusco y Arequipa, así como la primera edición de la novela.

     Matto volcó en sus textos una apasionada y vehemente visión que constituye el sello de su escritura. La autora logra consolidar Aves sin nido (1889), su emblemática novela, en torno a dos ejes temáticos: la educación y los derechos de la mujer como sinónimos de un mejor porvenir, y los derechos e inclusión de los pueblos indígenas a manera de un alegato social imprescindible.

     En 1892 fundó con sus hermanos su propia imprenta, La Equitativa, donde se imprimió el periódico Los Andes; desde ahí defendió el gobierno de Andrés Avelino Cáceres. Ha hecho historia la carta de respaldo que le enviara en 1890 el entonces presidente, quien reconoció que Aves sin nido le había hecho tomar conciencia de una realidad que ignoraba y que era importante sacar a la luz. Cuando el segundo gobierno de Cáceres se desplomó, la escritora fue apresada, aunque se las ingenió para huir hacia Valparaíso y, posteriormente, fijó su residencia en Buenos Aires. Me pregunto de dónde sacó energía para tanto.

     Con su salud ya deteriorada escribió un diario de viaje mientras recorría parte de Europa durante 1908. A su regreso a Buenos Aires logró terminar, en el umbral de sus días, su libro Viaje de recreo. Murió en el exilio, afectada de pulmonía, el 25 de octubre de 1909. A los 57 años, dejaba tras de sí una obra ejemplar y polémica.

    Tuvo que pasar mucho tiempo para que una resolución legislativa del Congreso peruano, emitida en 1924, dispusiera la repatriación de sus restos, que hoy descansan en el cementerio Presbítero Maestro de Lima, su nido por derecho propio.

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