
Publicado por Luis Felipe Angell (Sofocleto)
Domingo 2 de febrero de 1952
Hace pocos años un oficial norteamericano llegó a su cuartel con la cabeza convertida en una brocha de afeitar porque el tipo echaba espuma como un detergente enloquecido. Sus pelos, de punta, atravesaban la gorra por mil agujeritos y sus ojos estaban más salidos de las órbitas que los primeros satélites gringos. Además, se había tragado un chicle globo y cada vez que respiraba se le hacía un dirigible en la barriga.
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Le aplicaron la respiración artificial, una inyección y la Ley Smith que prohíbe el ocultamiento de la goma de mascar.
— ¿Huastamata with you?
— ¡¡He visto un platillo volador!!
— ¿Un what?
— Un platillo que volaba por encima de mi head...
— ¡De manera que otra vez dejándose tirar cosas por la señora!, arrestado...
Sin embargo, al poco tiempo otros gringos en diversas partes de los states perdieron el habla o la razón al encontrarse de buenas a primeras con rarísimos artefactos parecidos a lo que uno encuentra sobre la mesa cuando le han tapado la sopa con un plato para que las moscas no se la tomen toda. Las autoridades tomaron cartas en el asunto y a la primera vuelta perdieron hasta la camisa porque de los platillos voladores lo único que se sabía era que estaban aumentando el número de locos en el país. Nadie sabía a qué atenerse:
— La... pa…lan... pa... papa... palan...palanca...
— Un momento, aclaremos. ¿Usted es tartamudo de nacimiento o ha visto un platillo volador?
La constante aparición de los platillos dio origen a una ola de histeria en el mundo entero y cada cual pensaba salir del anonimato revelando el descubrimiento de un nuevo cuerpo celeste en el espacio. En la China, en India, en Canadá, y en Huacho viera tantos platillos que parecía como si la Tierra hubiera sido escogida para guardar toda la vajilla del Universo. Los miopes también veían lo suyo.
— El cuerpo celeste que vi estaba lleno de protuberancias, tenía un mechón rojizo y se movía mucho al trasladarse.
— Miserable... ese cuerpo celeste era mi señora con su bata de levantarse...
El Pentágono, el polígono y el Monógamo hicieron detenidas Investigaciones del misterio. Louella Parsons fue llamada a declarar sobre unos platillos voladores y la comentarista aclaró que no los había visto sino que le habían volado unos platillos del repostero. Al cabo de dos años, una sub-comisión senatorial llegó a las siguientes conclusiones:
—Los platillos voladores pueden ser rusos, en cuyo caso mejor nos inscribimos en el Partido por las buenas, antes de ser partidos por las malas.
b.— También podrían ser naves de otro planeta, lo cual no deja de alterar los nervios y producir sus buenos sincopes, sobre todo si —como dice la mamá del Coronel Plockingblocking- lo que buscan los marcianos es chuparnos la sangre con cañita.
c. Los platillos voladores podrían ser norteamericanos, en cuyo caso las autoridades nos han hecho trabajar como unos idiotas, porque sabían el truco y uno se la pasó como novia de piloto, mirando al cielo.
d.— También podrían ser una campaña publicitaria de cualquier fábrica de loza.
e.— Si los miembros de esta comisión ven un platillo se quedan muertos en el sitio.
Total, hasta la fecha no se sabe nada con seguridad, y el testimonio de los señores que vieron un platillo — hace pocos días — en la carretera al sur, tampoco añade luz porque la que tenían en los faros del carro se les apagó apenas el platillo les hizo un movimiento de caderas.
— De manera que en cuanto ustedes vieron al platillo, se les paró el motor y las luces.
— No. Lo que se nos paró fue el corazón y el pelo.
Según dice nuestro informante, primero vieron una bola roja en el cielo que empezó a descender en círculos, conforme iban encaneciendo las cabezas de los espectadores, porque el susto era como para fundir las medias a la temperatura del dedo gordo. El sobrino venía tirando pestaña en el asiento de atrás y estaba medio dormido, por lo cual no merece mucha fe su versión de que sobre el platillo vio un enano fumando en pipa. Más impresionante es el relato del chofer de una góndola, que presenció el fenómeno y está pensando seriamente en tomar los hábitos, en vez de tomar pisco, como es hábito de muchos.
— Y el fenómeno que ví tenía seis dedos, tres orejas y cuatro huecos en la nariz.
— Le preguntamos por el platillo, no por sus pasajeros.
Hay quienes ven en la aparición de este platillo volador algo más que una coincidencia o una casualidad. Platillos aparecieron en casi todos los puntos del planeta y hay muchos puntos que vieron un platillo, lo cual no es lo mismo. Pero no es absurdo pensar que la clave del misterio esté en la observación que, al respecto, hiciera un ama de casa:
— ¿Ya qué atribuye usted la presencia de platos voladores en el Perú?
— Es un símbolo, don Sofo. Como en el Perú la comida está por las nubes, los platos han tenido que subir al cielo para alcanzarla.