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Boston entre juegos y rezos
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Boston entre juegos y rezos

Boston entre juegos y rezos

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En la plaza que da a la gran Portada China en , un grupo de inmigrantes orientales está sentado alrededor de varias mesas. Todos juegan al Mahjón. Para ellos, las cartas dan vueltas al igual que los astros. En cualquier momento del juego pueden aparecer la flor blanca o la roja, para cambiarlo todo. Los jugadores hablan en su idioma natal, aparecen muy concentrados y por su semblante, están seguros de seguir viviendo en el tiempo eterno. Detrás de la puerta, en estilo paifang, se suceden las tiendas y los restaurantes de comida china, coreana y vietnamita.

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En el restaurante chino muy cerca, el señor que nos atiende muy amablemente casi no habla inglés. Y estamos en una de las ciudades que forma parte de la primera historia de los Estados Unidos. Al lado del Barrio Chino, vemos el Common que es el parque público más antiguo del país, y el lugar donde se celebró el primer aniversario de la declaración de la independencia. Aquí también se realizaron las protestas contra la guerra del Vietnam. Cuando llegaron los fundadores colonos y puritanos a esta tierra, se encontraron con la comunidad indígena de los Massachusett. El nombre de Boston viene del pueblo en Inglaterra.

Es un placer recorrer las calles pobladas de algunas casas de arquitectura colonial y georgiana, con impecables fachadas, que han sobrevivido del siglo XVII.

Pero quizá el mayor placer de la ciudad se encuentra en las salas del Museo de Arte. Aquí están todas las épocas del arte occidental. Camino y me detengo en las obras del periodo clásico, en los cuadros del Renacimiento, y algunos retratos exquisitos de Velasquez y del Greco. Me quedo mucho rato mirando el retrato que le hizo el Greco a fray Hortencio Paravicino. Allí está el fraile y poeta, mirándonos desde siempre con sus enormes ojos llenos de magia, su hábito negro y blanco. Su rostro pertenece a un tiempo indefinido en el que se escriben los versos más vibrantes versos y se murmuran las oraciones secretas. Frente a él, como contradiciendo al fraile, nos observa el rey Felipe IV. Recordándonos que su reino es de este mundo, Felipe está encerrado en su traje negro, con su cara alargada y su pelo rubio. El emperador muestra las dos manos una encima de la otra como mostrando que quiere retener el imperio en dos golpes sucesivos.

Pienso por un momento que un museo es un santuario que ha prohibido la entrada del tiempo cronológico. Nunca vemos relojes ni en los museos en la sala de los museos ni tampoco en las iglesias o en los teatros y cines. Son edificios consagrados a una guerra contra el tiempo.

Ya en la calle, nos encontramos con gente conocida, esos encuentros casuales que pueden ocurrir en cualquier lugar del mundo. Buscamos el edificio de la Universidad de Tufts donde mi suegro enseñó hace muchos años y pensamos conmovidos que él vioestosmismossalones y corredores.