[Foto: Giovanna Fernandez]
[Foto: Giovanna Fernandez]

Por Demetrio Túpac Yupanqui

Con la partida de Demetrio Túpac Yupanqui, se cierra una etapa en la revaloración del quechua, una lengua que, a pesar de ser hablada por millones de peruanos, está prácticamente confinada a un uso doméstico en nuestra fragmentada sociedad. A falta de políticas oficiales de promoción del quechua, fueron los cultores de esta lengua quienes asumieron su defensa, con acciones como la constitución de las llamadas Academias de la Lengua Quechua y la creación de centros de enseñanza, pasando por otros aspectos igual de importantes como la creación literaria, las traducciones y, en general, la producción editorial.

De origen cusqueño y heredero de una antigua panaca incaica, don Demetrio fue pionero de la enseñanza del runa simi en Lima, primero en las aulas de algunas universidades y luego en su propio centro de estudios, Yachay Wasi, por donde desfilaron importantes figuras de la cultura y la política nacionales. Además, fue un destacadísimo defensor público de la dignidad de nuestro principal idioma originario, hasta el día de hoy motivo de discriminación de los hablantes de la lengua cuando debiera ser uno de los emblemas de nuestra identidad nacional.

Mención especial merece su labor como traductor del Quijote, de amplísima resonancia internacional. Puede discutirse, como se hace en medios académicos, si este esfuerzo tenía una suficiente tradición literaria que lo sustentara para llegar a buen puerto, pero es innegable que puso y sigue poniendo en vitrina un idioma que, tras siglos de menosprecio, necesita con urgencia de acciones simbólicas que la enaltezcan ante sus propios hablantes y el resto de la sociedad. Honrar la memoria de Demetrio Túpac Yupanqui demanda, pues, de los peruanos, políticas públicas vigorosas de defensa de nuestras lenguas originarias y de los derechos de sus hablantes, etapa que felizmente estamos empezando a transitar.

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