Para Yrigoyen, "La luz inesperada" no está a la altura de los trabajos anteriores del autor. [Foto: Alessandro Currarino]
Para Yrigoyen, "La luz inesperada" no está a la altura de los trabajos anteriores del autor. [Foto: Alessandro Currarino]
José Carlos Yrigoyen

En Esta casa vacía, de Marco García Falcón (Lima, 1970), era posible reconocer distintos méritos que la hicieron, para opinión de esta pequeña columna, la mejor ficción publicada en nuestro país durante el año pasado. Con una prosa segura, de estilista, capaz de resolver con sutiles matices el carácter de un personaje o recrear atmósferas y estados de ánimo a partir de imágenes sencillas y notablemente pergeñadas, García Falcón nos introducía en la vida de Giovanni Perleche, un profesor que pierde el sentido de la existencia y a su familia por su adhesión a los paraísos artificiales y a un absurdo consumismo. Nuestro autor describía con apreciable destreza su desmoronamiento progresivo, material y psicológico, planteando situaciones que le otorgaban al relato la condición de una metáfora sobre la generación que debió salir al mundo después de la dictadura de los noventa, y sus dificultades para desarrollarse espiritualmente en una época señalada por un vacío indiferente y cruel.

Su nuevo libro, La luz inesperada, traslada el punto de mira a una camada más reciente, la de los llamados millennials, con la intención de hurgar en sus cuitas privadas y, a partir de ahí, mostrar un panorama colectivo que evidencie su fatuidad, temores e imposturas. Esta vez la voz que nos guía por esos vericuetos es la de Bruno Gózar, un famoso publicista de orígenes humildes que trabaja en una prestigiosa agencia neoyorquina y que se embarca con sus compañeros de colegio en un reencuentro de promoción en Cancún. La sólida presentación del protagonista y las bellas reflexiones con que esta ha sido arropada (como aquella sobre el viajar y esperar a la persona amada de la página 16) prometen una narración compleja, fluida y sugerente. Pero mientras nos internamos en las vacaciones de estos treintañeros nostálgicos algo comienza a fallar. Me refiero especialmente a la gran cantidad de tópicos que inundan el relato.

El México que erige García Falcón es uno de tramoya, compuesto por cervezas Corona, calaveritas y narcos. Reina el maniqueísmo, como sucede en el inverosímil diálogo entre el narrador y el bribón Mike Córdova (pp. 34-37), que aspira a jugar con el humor e ingenio popular y resulta un forzado catálogo de la jerga local. El escenario pudo ser Cusco, Punta Cana o Phnom Penh, y no hubiera cambiado un ápice el desenvolvimiento de la historia; su contexto no la afecta ni la condiciona de ninguna manera. Pero este esquematismo es todavía más grave cuando se inmiscuye en las impresiones de Bruno sobre la incomunicación y la superficialidad de la época que le ha tocado vivir.

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NOVELA

La luz inesperada
Marco García Falcón

Editorial: Peisa, 2018
Páginas: 115
Precio: S/39,00

Cuando medita acerca de las redes sociales, cae en simplificaciones como esta: “Para mí estar en las redes sociales es como hacer un streap tease. No importa si no posteas mucho o no posteas nada. Lo que pones dice lo que quieres ser, lo que fuiste, lo que eres y no reconoces que eres, lo que más miedo te da, eso de que eres incapaz o tu más grande tara” (p. 40). Tampoco son especialmente iluminadores sus apuntes dedicados a los ritmos de moda que se escuchan en las discotecas donde transcurre buena parte de la trama: “Puro reguetón. El mal de nuestra década, la simplificación de la creatividad. […] Y las letras. Demasiado machistas y con la exaltación del perfecto idiota del tipo que solo necesita satisfacer sus sentidos y está orgulloso de eso” (p. 76).

García Falcón ha demostrado en más de una oportunidad que puede condensar en una sola imagen verdades más inquietantes y consistentes que las pontificaciones que nos endilga de cuando en cuando su Bruno Gózar. Recuerdo aquella poderosa de su novela anterior: una pareja de millennials que baila, pura y luminosa, ajena a los jóvenes adultos que los rodean y los observan con la amargura de lo perdido en su mirada. García Falcón conoce las vicisitudes de esos noventeros desengañados y En esta casa vacía las desentrañó con conocimiento y dirección, atributos que brillan por su ausencia en La luz inesperada cuando debe introducirse en el universo de quienes generacionalmente los sucedieron.

En las últimas páginas hay un intento de darle un final climático a la historia por medio de algunas reacciones y actos de un Gózar angustiado y desvalido que cambia sin justificaciones y de forma demasiado abrupta su personalidad serena y autosuficiente; es por eso que la redención que se le propone resulta excesiva para alguien que realmente no ha sido puesto a prueba con alguna convicción. La luz inesperada es, por todo esto, un libro menor en la trayectoria de Marco García Falcón, en el mejor de los casos un título de transición hacia una estancia aún por descubrirse.

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