A propósito de la masacre de Orlando
A propósito de la masacre de Orlando
Susel Paredes

Lo ocurrido en el bar Pulse de Orlando es una muestra del daño que produce la venta libre de armas. Este tema, de urgente resolución, es controversial en un país donde los fundadores de la patria dieron el marco legal para la autodefensa. 
    El odio que genera lo diferente a lo heteronormativo ha producido el tiroteo de Orlando, considerado el más letal de la historia de Estados Unidos, con un saldo de más de 50 muertos. La tipificación del crimen de odio es una necesidad para proteger a las sociedades, por eso el FBI hizo la siguiente definición: “Un crimen de odio, también conocido como crimen por prejuicio, es una ofensa criminal cometida contra una persona, propiedad o comunidad, la cual es motivada, completa o parcialmente, por el prejuicio del infractor en contra de una raza, religión, discapacidad, orientación sexual, etnia u origen nacional”. 
    La religión es todo lo contrario al fanatismo. Las religiones llaman a la unión, al cumplimento de algunas reglas que mejoran la convivencia humana, por ejemplo: no matar, no robar, no mentir. Pero, cuando su objetivo es el control del poder, se convierten en sangrientas y asesinas. Un ejemplo fue la relación entre la Iglesia y el poder pernicioso durante la dictadura de Francisco Franco. Víctima de esa colusión, entre muchos otros, fue el poeta García Lorca por sus ideas y su orientación sexual.
    La homofobia interna, propiciada por ciertos intérpretes de la religión, es el odio a la propia homosexualidad, el dolor infinito de no aceptarse.
    En mi caso, como lesbiana, el cristianismo me dio la clave. Cuando un católico fanático me increpa la visibilidad de mi orientación sexual, le respondo como me lo enseñó Jesucristo: “La verdad te hará libre”.

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