Teodoro Hampe en el recuerdo
Teodoro Hampe en el recuerdo
Juan Luis Orrego

Conocí a Teodoro Hampe en 1982, cuando era jefe de prácticas en la PUCP. Licenciado en Historia el año siguiente, era ya un aplicado investigador del mundo virreinal. Decían que era el sucesor de Guillermo Lohmann. Luego enrumbó a Madrid, donde siguió un doctorado, fruto del cual nos dejó un sólido aporte sobre el pacificador Pedro de la Gasca. Fueron sus años de ascenso, publicando decenas de artículos en revistas y periódicos, de invitaciones a universidades, de asistencia a cuanto congreso de historia se convocaba y cuando lo nombraban miembro correspondiente de una serie de instituciones. Esa dinámica no lo alejó de la controversia y padeció los vaivenes de la vida académica. 
     Le agradezco a Teodoro haberme convocado, hace más de 20 años, a realizar una obra conjunta, la Historia del Perú de Lexus. En ese libro trabajamos un grupo de —entonces— jóvenes historiadores para brindar al público no especializado un repaso de la historia nacional a partir de las últimas investigaciones. Recuerdo también setiembre del 2014, cuando tuvimos la oportunidad de conversar, liberados del ruido limeño. Nos habían invitado a dar unas charlas en la Universidad San Cristóbal de Huamanga. Pude allí sentir su entusiasmo con lo que se podía organizar por el Bicentenario y su preocupación en crear un colegio de historiadores.
     Los que sentimos su partida recordaremos su fino trato, su cultivada erudición y su capacidad para no amilanarse. Vivía comprometido con varias iniciativas, como su quijotesca campaña por hallar unas momias incas en el Hospital de San Andrés. Tal como van los acontecimientos, es muy probable que el Bicentenario nos encuentre improvisados. Allí echaremos de menos a gente laboriosa y esforzada como lo fue Teodoro. 

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