¿Ha vuelto?
¿Ha vuelto?
Jaime Bedoya

El año pasado el actor alemán Oliver Masucci se pasó un mes recorriendo Alemania acompañado de dos cámaras y caracterizado como Adolfo Hitler. El peinado, el uniforme y el bigotito. La mayoría de personas se tomaban selfies con él y le pedían que reabra los campos de concentración. Mucho extranjero, le explicaban.

Lo que hacía Masucci era filmar la versión del libro Ha vuelto, de Timur Vermes. Una ficción humorística que empieza con Adolfo Hitler recuperando el conocimiento en la primavera del 2011 en medio de un descampado al lado de lo que era el búnker donde murió en 1945. Sesenta y seis años después reina la paz en Europa y si bien todo se ve diferente hay un ánimo familiar, por lo de intolerante y chauvinista. Lo que más le sorprende es encontrar el país gobernado por una mujer, encima rechoncha.

Hitler, sin hogar y desempleado, se hace canillita y luego retratista callejero hasta encontrar su verdadera vocación. Triunfa como imitador humorístico del führer en un reality. Él sabe que lo toman como payaso, pero no le importa y empieza a reclutar huestes arias por Facebook. Escribe un segundo libro, titulado como el de la vida real, Ha vuelto. En la película, un juego de espejos, hace la versión cinematográfica de ese libro. La película da risa. Pero también da nervios. Especialmente por algunas de las reacciones espontáneas de la gente al encontrarse con Hitler y realmente pensar (¿?) que es él. “Estoy dentro de ustedes. Y soy un monstruo”, dice el Hitler revivido que se hace pasar por imitador de Hitler. La película está en Netflix.

Alemania prohíbe el uso de la simbología nazi por razones obvias. Los pocos descendientes de Hitler que quedan han hecho un pacto según el cual no tendrán descendencia. A pesar de la sobrevivencia de grupos extremistas neonazis, la gran mayoría del país está avergonzada de ese lado traumático de su propia historia. Quizás por eso reírse del monstruo es una manera práctica de exorcizarlo.

Algo análogo, pero proporcionalmente diferente, puede haber pasado con los Pinochet en Chile. Envueltos en la onda expansiva de responsabilidad penal generada por las barbaridades contra los derechos humanos y la caja pública perpetradas por el dictador, sus descendientes viven entre el perfil bajo y el oprobio. Uno de sus nietos prometió que habría un Pinochet en el Congreso en las elecciones del 2009. No logró la votación requerida. Él, junto con sus más jóvenes parientes, lucha por conseguir o mantener un trabajo a raíz del estigma que encierra su apellido.

Mientras tanto en el Perú hoy es domingo. Y mañana es lunes. La Ley Electoral no permite decir más. 

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