Desde los años setenta, Frears (Leicester, 1941) ha firmado más de 20 películas, pero fue con “Mi hermosa lavandería” —de 1985, con guion de su amigo Hanif Kureishi— que su cinematografía dio el gran salto en nivel y reconocimiento. Desde entonces ha hecho comedias, terror, relatos históricos; ha adaptado a autores tan disímiles como Choderlos de Laclos, R. L. Stevenson y Nick Hornby; y ha trabajado con muchas de las más grandes estrellas del cine contemporáneo. Y no se detiene. Luego de ajustarle cuentas al ciclista Lance Armstrong, acaba de terminar una cinta sobre una excéntrica reina del music hall. Charlamos con dos vasos de limonada fría.
¿Cómo surgió su interés por el caso de Armstrong para filmar “The Program”?Encontré un artículo sobre Armstrong escrito por un hombre llamado Tyler Hamilton, quien montaba bicicleta… y, bueno, también se dopaba con él. Luego leí su libro [“Ganar a cualquier precio”] y repentinamente me encontré muy interesado; pensé que se trataba de una estupenda historia criminal. Recuerde que ganó el Tour de Francia siete veces… dopado.
Además, Armstrong representaba una serie de valores…Por supuesto: sobrevivió al cáncer, y chantajeó emocionalmente a todos con ello, y probablemente lucró. Era increíble.
¿Cómo decide sus proyectos? ¿Qué cree que tienen en común?Honestamente, no soy consciente de lo que tengan en común. No lo analizo. Tampoco pienso si mi cine tiene coherencia. A veces solo quiero hacer algo totalmente diferente. Lo que sí, paso mucho tiempo tratando de averiguar por qué me parecen interesantes los temas. Pero mis decisiones son instintivas, y prefiero que sean así.
Y si mira en retrospectiva, ¿podría encontrar vínculos subyacentes?A veces creo que encuentro una conexión… pero en este momento no puedo recordar cuál es. No me interesa [risas].
Estudió Derecho: ¿cómo terminó haciendo películas?Sí, fui a Cambridge, y por tres años me senté en el mismo salón que John Cleese, de Monty Python. Nos hicimos muy amigos y fui con él a trabajar al teatro, donde conocí a un director de cine que me llevó a trabajar en una película. Hasta entonces pensaba que quería dedicarme al teatro, pero, desde que pisé un set, todo cambió. Empecé a trabajar en cine y en televisión para la BBC… y desde hace 50 años vivo de eso.
Y en todo ese tiempo ha cuidado su independencia creativa para hacer solo lo que ha querido. Pero ¿qué piensa de reconocimientos como el Bafta o el Óscar? ¿Tienen alguna importancia para usted?No me importan mucho. Veo que eso es lo que les interesa a todos, pero yo simplemente hago películas. Ahora, cuando gano un premio, pienso que son grandiosos; y cuando pierdo, que son nefastos [risas]. Cada uno trata de encontrar su lugar. Yo lo hago con mis películas, no con los premios.
Y de sus inicios a hoy, ¿cómo ve la evolución de la industria cinematográfica?Creo que las películas eran más interesantes cuando era más joven, ¿sabe? No me interesan las cintas de superhéroes… Todos tienen derecho a ver lo que quieran, pero, bueno, yo hago películas sobre seres humanos, crecí viendo películas sobre seres humanos, me parecen... más honestas. Unos se emocionan con ciertas cosas, otros lo hacemos con otras… podemos coexistir.
Pero ¿cree que las películas antes estaban más cargadas de significado?Creo que formaban más parte de la vida de las personas, eran muy importantes para nosotros. Ahora se enfocan más en ser solo entretenimiento, creo que tiene que ver con que vivimos un capitalismo salvaje. Tal vez la nuestra era una época inusual, éramos más liberales… bah, parezco un viejo quejón [risas]. Lo cierto es que está bien que cada uno haga y vea lo que quiera.
Usted no se detiene. Después de “The Program”, ha terminado “Florence Foster Jenkins”, con Meryl Streep...Encarnando a la peor cantante que jamás se haya parado en el Carnegie Hall.
¿Y después?Estoy trabajando en un guion con un muy buen escritor. No paro, pero algunos días me siento optimista y otros días no [risas].
¿Alguna vez le interesó escribir?No, no, soy un iletrado. No puedo escribir. Trabajo con escritores brillantes. Un director de cine no tiene que saber cómo escribir, tiene que saber cómo leer.
¿Con qué escritores le gusta trabajar?He disfrutado trabajando con mi amigo Hanif Kureishi; con Nick Hornby; con Peter Morgan, que escribió “La reina”; con Christopher Hampton, que adaptó “Las relaciones peligrosas”. Los escritores me parecen muy interesantes, dispuestos siempre a escribir lo que me emocione y pueda entender.
Ahora que menciona “Las relaciones peligrosas”, una curiosidad final: ¿por qué le dio el personaje del vizconde de Valmont a John Malkovich y no a Alan Rickman, que lo interpretaba con éxito en el teatro?La compañía que hizo la película quería que empezara de nuevo, no que simplemente adaptara la obra de teatro. Y eso hice. Elegí a Malkovich sin haber visto a Rickman. Conozco a Alan… bueno, lo conocía. Su muerte todavía me entristece tanto… En fin, la película fue una gran oportunidad para mí. Pensé que debía trabajar con un estadounidense, y John quería hacerlo, es un actor maravilloso. Pero visto en perspectiva, creo que sí fue injusto para Alan.