Videoinstalación de Maya Watanabe del año 2014 en la que muestra tres espacios desolados de la costa peruana.
Videoinstalación de Maya Watanabe del año 2014 en la que muestra tres espacios desolados de la costa peruana.
José-Carlos Mariátegui



Dos anuncios importantes para el arte nacional se dieron esta semana: el Perú será el país invitado de ARCOmadrid 2019 y la elección de la artista peruana Maya Watanabe como ganadora del premio Han Nefkens – ARCOmadrid, uno de los más importantes en el campo de las artes visuales contemporáneas. El premio consiste en 15.000 euros destinados principalmente a la producción de una obra de videoarte y busca apoyar la carrera de un artista, con énfasis en su proyección internacional.

Maya Watanabe —quien radica en Ámsterdam— es una de las artistas más interesantes de la actualidad. Buena parte de su trabajo la ha realizado en formato de videoinstalación, mediante el uso de dos o tres proyecciones en simultáneo. Sus primeras obras tenían una fuerte referencia al cine e incluían la participación de actores. Sus videos parten de historias extraídas de la realidad —muchas veces a partir de textos o elementos verbales—, pero que se trasladan al universo audiovisual a través de la construcción de narrativas fantásticas a tal punto que nos acercan a una realidad agravada.

La forma en que Watanabe genera este recrudecimiento de la realidad se puede observar en obras recientes en las que construye situaciones, ya sea a partir de filmaciones o de maquetas. En Escenarios (2014), se presentan tres proyecciones con imágenes de espacios desolados que ilustran nuestra árida geografía costeña: la isla del Frontón, el cementerio semiclandestino de las Lomas de Zapallal y un desierto en donde un auto se incendia. Estos espacios son filmados mediante movimientos circulares, así se crea la impresión de estar ante grandes panópticos, ante una realidad casi inerte y que por momentos parecería artificial. Si hay algo fascinante en estas imágenes, es el cuidadoso trabajo de posproducción de Watanabe que permite acentuar el dramatismo y la riqueza visual de espacios habitualmente yermos.

                                   —Desastres artificiales—
Sus dos trabajos más recientes se basaron en la producción y registro de maquetas sobre las que se produjeron ‘desastres artificiales’ que las transformaron progresivamente en ruinas. En Un desierto (2016), presenta una maqueta con edificaciones derruidas —algunas incendiándose— sobre un espacio terroso y árido, también en referencia al suelo costeño. Las edificaciones son filmadas desde diferentes ángulos en planos abiertos y cerrados, y rememoran —de forma imaginaria y fragmentaria— las ruinas ocasionadas por el conflicto interno en el Perú. Su última videoinstalación, Terremotos (2017), realizada en Japón gracias a una residencia del Kyoto Art Center, en asociación con el Festival Videobrasil, presenta dos elaboradas maquetas, una pecera y un jardín-terrario, sobre las que abruptamente suceden desastres artificiales. La videoinstalación se compone de una pantalla con proyecciones para ambos lados. En una se presenta con gran detalle el registro de los elementos que forman parte de las maquetas: los insectos, cangrejos y peces vivos se complementan con los cuerpos inertes. La segunda proyección es el registro —en plano abierto— del espacio en el que se lleva a cabo la filmación y que devela el proceso de trabajo.

                                         —Ensayo y error—
La obra de Watanabe es consecuencia de una sofisticada elaboración producto del ensayo y error. No es un proceso fácil y, por ello, este tipo de proyectos requieren de apoyos orientados a la experimentación. En el Perú, con excepción del Concurso Nacional de Obras Cinematográficas Experimentales de la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) del Ministerio de Cultura, aún son escasos los premios que fomentan este tipo de trabajos.

No es por ello difícil deducir la razón por la que muchos de nuestros artistas que trabajan en video residen en el extranjero, en contextos en los que bajo estructuras públicas y privadas logran el financiamiento de sus proyectos.

Lamentablemente, en el Perú vivimos aún en el paradigma de lo contemplativo y la mayoría de concursos fomentan solo obras en formato convencional, como la pintura, la escultura o el grabado. En el mundo, como lo evidencia el Premio Han Nefkens – ARCOmadrid otorgado a Watanabe, este paradigma se ha quebrado desde hace décadas.

Se espera que la obra de Maya Watanabe, producto de este premio, sea estrenada durante ARCOmadrid 2019. Luego será
exhibida en Lima, en el MALI. El hecho de que el Perú haya sido elegido como país invitado de esta feria no solo le dará gran visibilidad a nuestro arte, sino también permitirá su internacionalización. Junto con el Pabellón Peruano en la Bienal de Venecia, este será —sin duda— uno de los eventos más significativos del 2019.

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