6 de junio de 2017. Un ciudadano musulmán durante una manifestación cerca del London Bridge y Borough Market, atacados esa misma semana.  (Foto: Reuters)
6 de junio de 2017. Un ciudadano musulmán durante una manifestación cerca del London Bridge y Borough Market, atacados esa misma semana. (Foto: Reuters)

Bombardeos suicidas en conciertos y fuego abierto en tiendas kosher, en mercados, en el puente de Inglaterra, en las calles de París, en Berlín. Cuando la mañana del 7 de enero del 2015 los hermanos Saïd y Chérif Kouachi forzaron la entrada de las oficinas del semanario satírico Charlie Hebdo en nombre de una de las ramas de
Al-Qaeda, los medios no podían intuir que era solo el inicio de los atentados.

“Je suis Charlie”, se repetía como un mantra en las redes sociales, en las manifestaciones públicas (“fue un eslogan que impidió pensar”, se quejaría el filósofo francés Michel Onfray un año después, “que es lo que quieren los medios que saben que un pueblo que no piensa se convierte en una masa fácil de conducir, de guiar, de gobernar”). Detrás de la mayoría de actos, el Estado islámico (“llamarlo ‘estado’ es lo que ellos quieren, es hacerle el juego a Daesh”, diría la prensa. Onfray ríe. Daesh son las siglas en árabe de “Estado islámico de Irak y Siria”), un califato que ha ocupado territorios de Irak, Siria, Líbano.

Miles de migrantes huyen del avance de ISIS, buscando refugio en los estados europeos, llegando en balsas, naufragando. Y Europa, vulnerable, trata de pensar en su propia situación, cediendo a la imagen del “líder fuerte” que Zygmunt Bauman denuncia en en su penúltimo libro, Extraños llamando a la puerta. Líderes como Marine Le Pen cierran las puertas a esa amenazante diferencia, a esos extranjeros que podrían adaptarse o no a las costumbres locales, que podrían ser o no terroristas. Pero, como señala Bauman, esas bisagras están rotas desde hace mucho tiempo. En un mundo radicalmente globalizado e interconectado, no hay puerta que cerrar.

Luz, el dibujante de Mahoma, deja la revista Charlie Hebdo
Luz, el dibujante de Mahoma, deja la revista Charlie Hebdo


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Pocos momentos históricos han ilustrado con tanto énfasis la estrecha relación entre el poder mediático y el político como el actual. La misma forma de entender la política en Europa ha sufrido un remezón. Siguiendo las declaraciones y publicaciones no solo de Bauman y Onfray, sino de una larga lista de filósofos entre los que se cuentan Alain Badiou y Slavoj Žižek, parecieran todos estar de acuerdo con que es un tiempo que obliga a repensar Europa y el Islam. Para Onfray, el papel de la prensa es fijarse en la emoción fácil de la noticia inmediata, lo que hace que el periodismo resulte más rentable para los inversionistas que la filosofía, cuyo papel es comprender la situación sin prejuicio, las causas profundas. Sin embargo, esas “causas profundas” varían, a veces radicalmente, de filósofo a filósofo.

La opinión pública en Europa entiende el terrorismo islámico o como una irrupción de locura momentánea o como odio hacia el Viejo Continente. Bauman y Onfray coinciden en que lo primero es desmontar ese tipo de discursos: tranquilizador uno, polarizador el otro. Se quiere pensar en esencias, dejar entre paréntesis la historia de las intervenciones militares que se hacen desde Europa y los Estados Unidos desde los noventa hacia los países islámicos, para entender la situación como un odio hacia el “ser” europeo y no su “hacer”.
Sin embargo, Žižek es enfático en denunciar que no es tan sencillo: “ISIS no es una respuesta pasiva”. Con su típico sentido del humor, cuenta que “un amigo del norte de África” le dijo: “ustedes [los europeos] son tan colonialistas que ni siquiera pueden imaginar que podemos hacer el mal sin su ayuda”. Sobre la situación inmigrante, insiste en que se debe reforzar el control migratorio, y cuidarse de la identificación con las víctimas para preservar la identidad europea: “la izquierda debe recordar sus raíces radicalmente occidentales”. Esto viene de un filósofo marxista. Otro filósofo marxista, Alain Badiou, propone que una causa de peso detrás de los ataques es el fracaso del capitalismo global, entendiendo que si Europa ha intervenido en Medio Oriente es por mover el comercio de armas.

Del otro lado está Bauman, quien prefiere enfocarse en la posibilidad del diálogo como solución y denunciar qué lo está impidiendo: el temor de Europa, de los humanos en general, hacia los extraños. Las ideas apocalípticas del fin de Europa, redirigidas por los medios para potenciar a los candidatos de derecha, lo único que hacen es oscurecer el hecho de que no se están dando reales oportunidades ni a los inmigrantes ni a los pobres de la misma nación. La securitización, como él la llama —este “llamado al orden” con militares en las calles que protegen del enemigo invisible—, lo único que hace es que el pobre se sienta satisfecho con su Estado frente a un enemigo común. La mayoría de los participantes en los atentados nacieron en Europa, y Bauman está convencido de que son el miedo y la segregación lo que los lleva a opciones radicales.

Miles de sirios tienen que desplazarse constantemente debido a la guerra. (AFP)
Miles de sirios tienen que desplazarse constantemente debido a la guerra. (AFP)

Pero, ¿y el propio Islam? ¿Justifica este tipo de ataques terroristas? Onfray afirma que sí y que no. Como la Biblia pudo justificar las Cruzadas, el Corán puede justificar el terrorismo o hacer del Islam una religión de paz. Onfray está convencido de que se puede dar la bienvenida a los refugiados sin pedirles que abandonen su religión, siempre y cuando el estado vigile activamente que el Islam que se practica sea uno "de paz". No es difícil especular, sin embargo, que la hipervigilancia de sus prácticas religiosas podría terminar por contribuir al hostigamiento del que ya sufren los refugiados.

Es un tiempo convulso para Europa. Sería fácil terminar con una frase tranquilizadora, referirse al diálogo y a la comprensión mutua, a los oscuros intereses de los políticos de ultraderecha. Lamentablemente, como bien sabemos desde nuestra experiencia nacional, es difícil pensar con miedo, con la puerta rota.

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