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No sé si me entiende, Profe, esa cumbia me revuelve fuego la sangre, y no crea: ¿alegría?, nada; pena, ¿de qué?: las gilas que se tuvo: o se fueron con otro o se hicieron pamperas, y hay ganas de sacarse la mierda uno mismo y perderse para siempre y que el plan de chicha no termine, pero voluntad, Profe, y uno solito se quita, ahí me tiene: derecho, pensando en mi futuro; a lo mejor lo estoy aburriendo, si quiere le juego un cachito, como guste, entonces sigo: y le contaba que la noche de ese sábado me encontré en la esquina de mi callejón con Pisquito, al rato, llegó el Selvático: chichita, frotándose las manos, a morir a La Rica, y sacó la lengua; él y Pisquito hace mucho dejaron el colegio: tercero de media, y esto, ¿trabajan?: ni pensarlo, ¿de qué viven?: en su casa: comida y cama; ¿y para trago, cine, billar, cigarros?: putas o de vez en cuando un negocio de esos en donde uno tiene que correr por si los tombos aparecen, y le digo: ya pasan los veinte años, y sus viejos: ni pobres ni ricos, trabaja que trabaja, ¿y ellos?: ni mierda, viven, ¿qué creerán, Profe?: la juventud se gasta facilito, ¿y después, de dónde esto?, si no saben ganarse la vida en nada, y no siempre les va a durar, y hablo así de ellos, no porque me las quiera dar de santito y cojudo, usted ya me conoce: antes, le juro, yo era peor que ellos, pero uno se pone a pensar, ¿me comprende?, claro que a veces me tiro mi buen plan de chicha: bien difícil es dejar de la noche a la mañana la costumbre, salud, y si usted los viera cuando se emborrachan sin mecas, amaneciendo ya: tristes y abrazados lloran con esas baladas nuevaoleras, se compadecen de sus padres, recuerdan el colegio y todos los intentos que hicieron por trabajar y salen furiosos de las cantinas a pegar al primer cholo que encuentran y a robarle pan y leche; casi todos los días duermen hasta las seis de la tarde, y las pocas veces que se les ve de día vagando por el barrio: sonámbulos, Profe, miedosos, manos en los bolsillos, cigarro en boca, arrimados a postes y paredes, ojerosos, pálidos, no hablan; pero la noche los despierta, les da fuerzas, los vuelve intranquilos, habladores, de la esquina al billar, del billar a la cantina, de la cantina a la esquina, y ahí me los tiene vivitos y coleando, tasando los rocas que pasan: o un pata que los jale o un cabro con molido o pamperas bien de adentro para hacerse su noche chichera, ¿y que sus viejos no les dicen nada?: hace tiempo que ya les ganaron la moral, ¿puedo pedir un sánguche, Profe?, gracias; Caimán; y luego apareció Miquey: estaba sin roca, su teclo se lo había quitado por un desarreglo que hizo la semana pasada;

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novela
El escarabajo y el hombre
Oswaldo Reynoso
Editorial: La Travesía
Páginas: 156
Precio: S/ 35,00

Miquey es hijo de millonario, ha pasado por un chuchonal de colegios para ricos y de todos me lo han expulsado por dárselas de sabidito, con decirle que una vez embarró con mierda la pizarra, que otra vez en Chaclacayo metió al internado a dos putas y perforó a un chiquillo de primaria, y su padre hasta las huevas: que mi hijito es muy inteligente y bueno yo no sé por qué los profesores siempre se la tienen que agarrar con él, que mejor lo envío a los Estados Unidos, allá sí que hay educadores de verdad y no cholitos creídos, y su Miquey apenas si llegó a cuarto de media, y en los bailes de gente gagá queriendo tirarse a cuanta muchacha se le presentara, y le hicieron hielo, y sus antiguos compañeros de colegio le dieron forata por loco y Miquey entonces se hizo collera de los patas de la esquina y ahí sí que tira su jamón con el auto y con la plata que le saca a su viejo, y sus lambiscones que le celebran cualquier huevada que hace, pero conmigo no atraca, cuando me ve de día apenas si me pasa la voz, pero en las noches: este Zambo es amigo de los buenos; y yo nada cojudo: yarayara, compadre; y el Tigre se acercó con una botella de ron, por espeso casi siempre nos quitamos de él, pero ese sábado trajo sus alcoholes y fuimos sus pateros, y el Tigre: que me la regaló mi gran pata Fredy; calientes lo miramos de reojo, desde arriba, y el Tigre provocándonos: ¿cómo, no son amigos de Fredy?; y aguantándonos la rabia lo dejamos hablar: Fredy el que canta en el Canal Cinco; y Pisquito estallando: si eres panero, callacalla, cagado de mierda; y el Tigre dale que dale con su sobradera: que me la trajo de su gira por Venezuela, Disco de Oro en el Festival de la Canción Latinoamericana, si salió en todos los periódicos; y el Selvático: será tu cabro; y el Tigre: si es más hombre que tú; y nosotros por no amargarnos más la vida, sordos, y el Selvático que le arrancha la botella, la abre y toma a pico, y Miquey: ¡qué buen mustan, cuñao!; y Pisquito alargando el pescuezo hasta casi la mitad de la calle: ¡bestial!; y nosotros bajando la vereda, y desesperado por ver el auto que se pierde veloz en la neblina: con esa caña en mis manos para qué te cuento; por mi madre que yo con ese roca, chispas al aire; y Pisquito: y esa noche que tuve ford de carrera, tú eres testigo, señalándolo al Selvático, cuenta; y el Selvático: este es un loco de mierda, toma la botella; y Pisquito, triste, mirando la neblina: dentro de poco tiempo tengo mi roca, ¡mío!; recibe la botella y cerrando los ojos se toma un trago; y Miquey: ¿de dónde si no tienes ni para cigarros?; y Pisquito, caliente, abriendo los ojos y moviendo la cabeza: ya verán; y el Selvático: este por un auto es capaz de; y yo que lo interrumpo: no lo jodas; y Pisquito vuelve a empinar la botella; Caimán, un sánguche con bastante salsa; ¡qué tal sed la de esa noche!: en una sola rueda ni una gota dejaron, y el Tigre por hacerse más collerón: tengo otra en mi casa; y el Selvático: ¿qué esperas?; y el Tigre caminando rápido a su casa: no se van a ir, y volteando la cabeza, no me van a hacer pato.​

[Foto: Nadia Cruz]
[Foto: Nadia Cruz]

vida & obra

Oswaldo Reynoso (Arequipa, 1931 - Lima, 2016)

Aunque lo primero que publicó fue el poemario Luzbel ( 1955 ), Reynoso es reconocido por su obra narrativa. Desde Los inocentes
( 1961 ) hasta los clásicos como En octubre no hay milagros y Los eunucos inmortales, ha cultivado un estilo lírico y enérgico a la vez. Esta nueva edición de El escarabajo y el hombre, corregida y aumentada, cuenta con ilustraciones de Manuel Gómez Burns, un estudio de José Gabriel Valdivia y un comentario de Jorge Eslava.

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