[Ilustración: Manuel Gómez Burns]
[Ilustración: Manuel Gómez Burns]

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—Tu cuerpo rechaza a tu pene, compadre —decreta el doctor Wagner con su pelo de nibelungo cortado a tijeretazos, mientras busca muestras por toda la consulta y las va acumulando en el centro de su escritorio como un soldado que llena su fortaleza de pertrechos—. Por alguna razón tu sistema inmunológico no reconoce a tu pene como parte tuya. Lo ataca o, más bien, no lo defiende, deja que actúen contra él todos los bichos que andan flotando en el aire, lo que todo el mundo tiene cerca pero que en ti florece y te perjudica. ¿Tú sabes cuántos gérmenes microscópicos hay en este dedo? Miles, millones, trillones. El universo es de los microorganismos. Sin ellos no seríamos nada, compadre. El pan, el queso, el vino, la levadura, todos los licores son eso, hongos microscópicos que lo descomponen todo; no habría civilización sin esporas, la cultura no es más que cultivos. El tiempo lo pudre todo, se come la madera, la roca, para qué decir la piel, los huesos, la caspa, somos como los lagartos que cambian de piel. ¿Me estás entendiendo, compadre, o estoy hablando en chino? A ver, compadre, a ver, para que me entiendas, lo tuyo es como un computador que manda señales equivocadas al computador central. Es como si de repente Marte se saliera del sistema solar o como si decidiéramos que Coquimbo ya no es parte de Chile. Es como Berlín, que antes era mitad de un país y mitad de otro. Eso es lo que tienes: el muro de Berlín en el pene. Pasa, pocas veces, pero pasa. No es tan raro, pero tampoco es común. Hay un caso en dos mil, algo así. Los huevones ignorantes lo confunden con micosis, con psoriasis, se quedan pegados en el síntoma para no ver la enfermedad completa. Yo te estoy diciendo la verdad porque se ve que eres inteligente. Me gusta explicar bien las cosas. Los médicos cumplimos una función pedagógica en el fondo… ¿Ah? No importa eso ahora, no importa, hay factores genéticos y factores ambientales. Pero eso no importa tanto ahora. Es una guerra. Una declaración de guerra entre tu pene y el resto de tu cuerpo. La vamos a pelear hasta el final, amigo mío, no vamos a pactar, nada de huevadas, hasta las últimas consecuencias, vamos a ganar en toda la línea, confíe en mí, soy un samurái en esto. No te preocupes, maestro, tienes suerte de que te haya atendido yo. Cualquiera de los otros te tramitaría cien años, te tendría de examen en examen. Yo veo solo al diez por ciento de los pacientes aquí. A casi todos los pacientes los atienden mis socias. Yo en general doy el visto bueno al final. Soy el dueño, pero contigo tuve una tincada. Medicina pública, la Chile, J. J. Aguirre, época dura. Si esta huevada es mi pasión. Me metí en esto para salvar vidas y no para sacar bigotes con láser. Soy de los pobres huevones que creen todavía en la medicina con sentido social. Porque la dermatología es la huevada más frustrante del mundo. Dime una actriz, nómbrame una mina de la tele y yo te puedo decir qué tiene. Bueno, en realidad no puedo, porque está el secreto profesional. Compadre, tengo dos casas en el lago Ranco, una en una orilla y la otra justo en la de enfrente. Y una casa gigante en Maitencillo. Los niños ya se cansaron de viajar a Disney, ahora andan todos en Viena, están haciendo una gira por Europa con dos amigos cada uno a ver si se cultivan un poco los ignorantes, le tienen alergia a los libros mis hijos. Este país, este país se está yendo a la cresta. Estamos jodidos, compadre, aunque yo no me puedo quejar, pero son puras tonteras de casos los que recibimos acá, puros granos que en el fondo dan lo mismo. Lo tuyo es de verdad, compadre, esto que tienes es realmente invalidante. Lo tuyo te puede cagar la vida. No te preocupes, te vamos a sanar. —Y su diminuto cuerpo de fogonero de barco se sienta para preparar la ficha—. ¿Nombre? ¿Edad…? La edad de Cristo. ¿Pareja estable? ¿Tienes sí o no pareja estable?

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novela
El galán imperfecto
Rafael Gumucio
Editorial: Literatura Random House
Páginas: 209
Precio: S/ 59,00

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De tener, tengo, doctor. Tengo una pareja estable como dice usted, tan estable que no se ve. Una novia, parece. Una novia de verdad, doctor, con nombre, con apellido, silueta, color de pelo, sonrisa, parece. Veintisiete años, periodista también. Valentina Lira se llama, parece. Linda, eso dice todo el mundo, yo no me atrevo ni a decir ni a negar nada. Nos vamos a casar en seis meses más, parece, cuando se canse de pensar en mí en cada camping y hotel selvático del sudeste asiático. Y los peligros y las pellejerías, los vómitos, el odio a muerte con tu amiga Francisca y tu enemiga Lourdes, la risa hasta perder el aliento con las otras tres. Todo eso que me cuentas sin contar, Valentina, todo eso que resbala de las estúpidas sesiones de Skype, de los mails, de las fotos y los videos que me mandas para convencerte de que no te perderás en la selva, que como escafandra al otro lado del mundo habrá alguien tironeando cuando la profundidad sea demasiada.
—¿Para qué quieres que vaya a Europa? ¿Quién necesita ir a Europa a esta altura de la vida? Europa una ya sabe cómo es, sin necesidad de ir. A mí se me ocurrió el sudeste asiático, a las demás les daba lo mismo, habrían ido donde yo les dijera. Odio la selva pero me gusta el sudeste asiático. Se me metió en la cabeza. ¿Por qué? ¿Por qué? No sé, porque sí, porque me gustan los nombres, Saigón, Rangún, Bangkok, las bailarinas todas doradas torciendo los dedos. Y los crepúsculos y los vendavales y los budas enterrados y los dioses decapitados de mil brazos y las duchas miserables al lado de ríos que hierven llenos de peces naranjas.

¿Y yo? ¿Yo? ¿Yo? Abro los ojos, muevo las cejas, trato de hacerme ver sin hablar. Mi palidez, y esa pregunta palpitando en mis sienes, como para que Valentina tenga que dar explicaciones aunque no quiera, ¿dónde estoy yo en toda esta historia? Tú eres joven, no sabes qué es eso, Valentina, para ti un año no es nada. ¿Cómo? ¿No te vas a tirar a nadie durante un año? El trópico, la lluvia que te obliga a actuar a su ritmo, a entender que su ritmo es el único verdadero. Da lo mismo lo que vas a hacer o no, me preocupa lo que imagino, el tren interminable de Angkor a Bangkok, el puente colgante en que casi se cae, el inglés de brazos y mandíbulas grandes que la sostiene al borde del acantilado, el canto de los monos y los pájaros al atardecer.

—¿Tú? ¿Tú qué? ¿Cómo que tú? ¿Cómo no entiendes, Antonio? No es Vietnam, no es Camboya. Lo sabías desde el principio, Antonio. Te lo dije el día que nos conocimos. Fue lo primero que te dije, acuérdate, que me iba a ir, que tenía todo listo para irme. Tú dijiste que no te importaba. Es tu culpa. Yo estaba triste, yo estaba sola cuando te conocí. No tenía la fuerza para viajar ni a la esquina. Tú me obligaste a vivir de nuevo. Tú me diste ganas de hacer cosas que no pensé que tenía derecho a hacer. Tú me diste ese permiso, tú me diste ese espacio para ser yo de nuevo, te lo agradezco tanto, Antonio, te lo voy a agradecer toda la vida, pero ahora tengo que vivir, ahora tengo que hacer lo que tengo que hacer para sentirme viva. No me mires así. Pareces un perro degollado, no es para tanto. Ya pues, no seas tonto. Tú sabes que voy a volver, tú sabes que siempre vuelvo. Tengo que vivir antes de que empiece la vida. Tú ya viviste, yo no. No eres viejo pero no tienes ganas y yo todavía tengo demasiadas. Yo quiero ser feliz contigo y no quiero cobrarte nada cuando sea demasiado tarde. Por eso tengo que hacerlo, porque si no soy joven ahora voy a tener que serlo cuando haya niños, cuando haya casa, cuando empiece a doler. Te quiero en serio, te quiero seriamente, no eres un pololo más, Antonio, no eres algo mientras tanto, eres el que importa, eres el final del viaje pero tengo que viajar antes para llegar a ti, para merecer estar contigo al final. No quiero ser irresponsable. Es una irresponsabilidad no ser irresponsable al menos una vez en la vida. Ya pues, no me mires así, Antonio, córtala. Es un año no más. Un año pasa volando. Pase lo que pase tú sabes que al final voy a hacer mi vida contigo. Dramatizas tanto todo. Pero ¿en qué estás pensando, por favor? Tirar con un vietnamita, por favor. Un inglés menos, un israelí, un australiano, un zulú. ¿Cómo se te ocurre? Cochino. Yo te quiero a ti, a ti y a nadie más que a ti. Si quisiera pegarme una cana al aire no necesitaría viajar tan lejos. Aquí mismo en Santiago puedo hacer sin problemas todo lo que quiera. ¿Tú sabes eso? ¿Tú lo tienes claro, no?

En el 2004 recibió el Premio literario Anna Seghers en Alemania.
En el 2004 recibió el Premio literario Anna Seghers en Alemania.

vida & obra
Rafael Gumucio (Santiago, Chile, 1970)

Además de guionista y realizador televisivo, es uno de los narradores chilenos más aclamados. En 1988 fundó el semanario de humor político y crítica social The Clinic. Es director del Instituto de Estudios Humorísticos de la Universidad Diego Portales y locutor del programa de radio Desde Zero.

Su primera publicación fue el libro de relatos Invierno en la torre ( 1995 ). Pero ganó notoriedad con la autobiografía Memorias prematuras ( 1999 ), a la que le siguieron las novelas Comedia nupcial ( 2002 ), La deuda ( 2009 ), Milagro en Haití ( 2015 ) y El galán imperfecto ( 2017 ). En el 2004 obtuvo el premio Anna Seghers por el conjunto de su obra.

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