¿Cuál es el origen de las desigualdades en la distribución del poder y por qué hemos llegado a la situación en que nos encontramos? Esta es la pregunta que le sirvió al biogeógrafo estadounidense Jared Diamond como hilo conductor para la investigación que desembocó en su famoso libro Armas, gérmenes y acero. Breve historia de la humanidad en los últimos 13.000 años. Diamond argumenta que la producción de alimentos —muy posterior al estadio de la caza y recolección— fue indirectamente un requisito para el desarrollo de las armas de fuego, los gérmenes y el acero.
Ello se debe a varias razones: en primer lugar, porque, al seleccionar y criar las especies de plantas y animales que podemos comer, obtenemos muchas más calorías comestibles por hectárea. En segundo lugar, la domesticación de animales y el cultivo de plantas obligaron a los seres humanos a adoptar una vida sedentaria que facilitó el crecimiento demográfico. Esta natalidad más alta de los productores de alimentos, junto con su capacidad de alimentar a más personas por hectárea, les permitió alcanzar densidades de población considerablemente mayores.
II
Pero los cultivos no solo produjeron alimentos, sino también fibras naturales para confeccionar vestidos, mantas, redes y cuerdas. Por otra parte, los grandes mamíferos domésticos (ovejas, cabras, vacas, cerdos, caballos, etc.) fueron decisivos para las sociedades humanas que los poseían porque proporcionaban carne, productos lácteos, fertilizantes, transporte terrestre, cuero, vehículos de asalto militar, tiro para el arado y lana, además de gérmenes que mataron a pueblos que no habían estado expuestos previamente a ellos. Finalmente, la vida sedentaria permitió almacenar los excedentes alimentarios, los cuales sirvieron para alimentar a quienes no se dedicaban a la producción de alimentos (reyes, burócratas, soldados profesionales, sacerdotes, artesanos, escribas, científicos, etc.). Todo ello hizo posible el desarrollo de sociedades políticamente centralizadas, socialmente estratificadas, económicamente complejas y tecnológicamente innovadoras.
III
Ahora bien, Diamond sostiene que, de acuerdo con pruebas arqueológicas pormenorizadas y concluyentes, la producción de alimentos se inició en el sudoeste de Asia, también llamado Oriente Próximo o Creciente Fértil, hacia el año 8.500 a.C. y, desde ahí, se difundió a Europa occidental y central, entre el 6.000 a.C. y 3.500 a.C. Por otro lado, las especies ancestrales salvajes de cultivos y animales domésticos se propagaron de manera desigual por el planeta, concentrándose principalmente en Europa y Asia. Según Diamond, esto se debe a que Eurasia es la masa terrestre más extensa del planeta y su diversidad ecológica es también muy alta, con hábitats que van desde los extensos bosques pluviales tropicales hasta los bosques templados, los desiertos y las marismas, pasando por tundras igualmente salvajes. La conclusión de Diamond es que, si bien las ideas y la cultura son esenciales en la sociedad e historia humanas, estas solo pueden desarrollarse allí donde se dan las condiciones ambientales apropiadas. Las idiosincrasias culturales son determinantes cuando se habla de las diferencias en los destinos de las sociedades en un lapso de diez a cien años, pero, en el largo plazo, lo que cuenta es la geografía que se coloca, según Diamond, como la piedra angular en el desarrollo de la humanidad.
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