Los microcuentos que compartimos cada semana en El Dominical .
210517 monstruos junto a la cama
210517 monstruos junto a la cama
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"Monstruos junto a la cama"
Yo la miro por encima de la manta, tapada hasta la nariz. Ella espera, balanceándose en la mecedora.
La madrugada es testigo de nuestro duelo: el mío con el sueño, el suyo con mi vigilia. // Yurena González Herrera
(Tenerife, España, 1980), El diablo se esconde en los detalles (Escritura entre las nubes, 2016)
(Imagen: Victor Aguilar Arrúa)
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"El adulterio delatado", por Marco Denevi (Buenos Aires, 1922 - 1998). Vulcano supo que Venus le ponía los cuernos con Adonis porque, cada vez que él elogiaba la incomparable belleza del mancebo, ella, de golpe furiosa, chillaba:
“Francamente, no sé qué le ves de lindo a ese chiquilín estúpido y arrogante. Yo no lo soporto”. (En "El jardín de las delicias", Thule Ediciones, 2005) (Víctor Aguilar Rúa)
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"901 brujerías"
La acusaron de ser bruja porque la vieron surcar el cielo una noche. Cuando iban a quemarla, alzó vuelo. Iracundo, el inquisidor gritó que no dejaran escapar al endriago diabólico. En ese momento, dos sacerdotes, una monja y un seminarista se elevaron para atraparla. // Emilio del Carril
(Puerto Rico, 1959), En el reino de la garúa
(Editorial Pasadizo, 2013)
(Imagen: Victor Aguilar Arrúa)
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"Cuando el señor K. amaba a una persona" , por Bertolt Brecht (Augsburgo, Alemania, 1898). —¿Qué hace usted —preguntaron un día al señor K. — cuando ama a alguien?
—Hago un bosquejo de esa persona —respondió el señor K. — y procuro que se le asemeje lo más posible.
—¿El bosquejo?
—No —contestó el señor K. —. La persona.
( En "Historias de almanaque", 1949)(Víctor Sanjinez)
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" ¡Abrió los ojos! ",por Juan Ramón Jiménez (Huelva, España, 1881 - San Juan, Puerto Rico, 1958). Abrió los ojos. (Había estado tirado en su butaca toda la mañana fea, durmiendo su largo, desesperado hastío). Las cuatro paredes de su cuarto estaban oscuras de tanto deslumbre. Una ventanita cuadrada cortaba el cuadro resplandeciente. Un cielo azul limpio, casas radiantes de sol y sombra, una plaza llena de gentes gritando y corriendo.
“Esa es la vida, sal”, le dijeron seres oscuros por dentro de su sangre. Y se tiró por la ventana.(En "cuentos de antología", Clan Editorial, 1999) (Víctor Aguilar Rúa)
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"Bailarina", por Maritza Iriarte (Lima, Perú, 1954). En el centro del escenario solo está ella, la bailarina, de puntillas y con las piernas juntas; en su rostro frágil, se dibuja una sonrisa congelada. Con los brazos extendidos, espera impaciente los primeros acordes del ‘Danubio azul’. Empieza la música y la bailarina danza al compás del vals con giros armoniosos. En ese instante, unas pequeñas manos cierran de golpe la cajita y cesa la música. ("Aztiram, un mundo de brevedades", Editorial micrópolis, 2013) (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
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"El encuentro"
Eran el alba y el primer canto del gallo, cuando los dos hermanos se encontraron, equipajes a la espalda, en la puerta de su casa. Y el uno dijo: ¿tú también abandonarás a papá? Y el otro, como si no hubiese escuchado la pregunta, replicó: ¿tú también abandonarás a papá? Y echando los bultos al suelo retornaron a sus habitaciones, mientras el anciano dormía en paz, como si el alba aún estuviera lejana. // Jorge Díaz Herrera
(Celendín, Cajamarca, 1941), Alforja de ciego
(Arte/reda, 1979)
(Imagen: Victor Aguilar Arrúa)
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"El vengador", por Óscar Acosta (Tegucigalpa, Honduras, 1933 - 2014). El cacique Huantepeque asesinó a su hermano en la selva, lo quemó y guardó sus cenizas calientes en una vasija. Los dioses mayas le presagiaron que su hermano saldría de la tumba a vengarse, y el fratricida, temeroso, abrió dos años después el recipiente para asegurarse que los restos estaban allí. Un fuerte viento levantó las cenizas, cegándolo para siempre. (En "El Arca", Editorial Iberoamericana, 2006) (Víctor Aguilar Rúa)
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"¡Sálveme, por favor!"
Un hombre pobre y hambriento ve desde lejos a una posible suicida prepararse a saltar de un puente de Miraflores. Corre a disuadirla, pero es en vano, ella gesticula y avanza en sus deseos, tanto, que él dice una frase extraña, tal vez dictada por otro: —No lo haga —dice, forcejeando con la mujer—. ¡No lo haga por usted, sino por mí, por favor, sálveme a mí!. // Carlos Eduardo Zavaleta (Caraz, 1928 - Lima, 2011), Cuentos brevísimos (Informática Brasa, 2007)
(Imagen: Victor Aguilar Arrúa)
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"Los reyes magos", por Ítalo Morales (Chimbote, Perú, 1974). Siguieron el brillo de la estrella en Oriente. Sus destinos trascendían algún emblema de la tierra: ansiaban el cielo. Caminaron hechizados por una luz embriagadora; no se distrajeron con nada, ni con el llanto que provenía de un pesebre. (En "El aullar de las hormigas". Estruendomudo, 2017) (Víctor Aguilar Rúa)
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"Homenaje"
Estamos aplaudiendo hace diez minutos. No podemos parar, estamos obligados. Tenemos las palmas rojas pero seguimos. Ya van treinta minutos. Algunos están lastimados. Mas sabemos que el castigo a la desobediencia podría ser severo. Una hora. A todos nos sangran las manos. El agasajado toma el micrófono. Dice que no exageremos, que se nota. Seguimos aplaudiendo. // Leonardo Dolengiewich
(Mendoza, Argentina, 1986), La buena cocina
(Macedonia Ediciones, 2015)
(Imagen: Victor Aguilar Arrúa)
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"Venganza"
Después de tantos años reencuentro a la que me ignoró completamente cuando muchacho y disfruto la
venganza de verla vieja, tan acabada, tan arrugada.
Ella no puede verme porque solo el recuerdo hace
visible los fantasmas. // Luis Britto García
(Venezuela, 1940), Andanada (Thule Ediciones, 2004)
(Imagen: Victor Aguilar Arrúa)
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"El explorador", por Antonio Zeta Rivas (Piura, 1986). Cuando Túpac Yupanqui llegó a Oceanía, conoció a un nativo idéntico a él. Bautizó a este hombre con su mismo nombre y lo convenció de suplirlo en el Tahuantinsuyo. Porque ya antes había soñado con su doble; y ahora, en la Polinesia, lo hacía con la caída del imperio. (Ganador del segundo Concurso Nacional de microficción Historias mínimas) (Víctor Aguilar Rúa).
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"Alter ego", por Manuel Pastrana Lozano (Santiago de Chile) Un día, cansado ya de ser solo la sombra del Dr. Jekyll, Mr. Hyde decidió emanciparse y comenzar una nueva vida. Se miró en el espejo y contempló la figura de Jack el Destripador, que le hacía una seña. Blog Narrativa Breve (goo.gl/HhVFMB)
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"La cautiva", por Alejandro Badillo (Ciudad de México, México, 1977). Se habla del encanto de la Gioconda, de la sutilidad de su sonrisa, de la mirada que nos sigue o de los borrosos contornos que la dibujan. De lo que no se habla es de la respiración que escuchan los que se acercan al cuadro, una respiración apenas perceptible que empaña el cristal que la protege. ("Ráfaga imaginaria. Minificción en Puebla", BUAP, 2014) (Ilustración: Victor Aguilar Arrúa)
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"Mejora"
Esta mañana me ha dado un beso. Algo simple para mi gusto, pero un beso al fin y al cabo. Quizás mañana,
si sigue mejorando, decida aflojarle un poco las ataduras. // Kalton Harold Bruhl
(Tegucigalpa, Honduras, 1976), Sin vuelta atrás
(Perseo, 2015)
(Imagen: Victor Aguilar Arrúa)
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"Terapia alternativa", por por Miguel Lupián Soto (Ciudad de México, 1977). Cerró la boca y quiso correr cuando vio a la grotesca criatura tan cerca de su rostro, pero recordó lo irreal de los meses pasados: quimioterapia, herbolaria e ingesta de veneno de alacrán. Abrió la boca llena de fe, imaginando que el animal roía cada una de sus células malignas. (Alebrije de palabras, Fondo Editorial de la Universidad de Puebla, 2013)(Víctor Aguilar Rúa)
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"Encuentro cotidiano", por Enrique González Cuevas
(Ciudad de México, 1986). Cada mañana, el fantasma saluda cortés al ciego que vende chicles en la esquina de su calle. El ciego devuelve el saludo y, entre dientes, mienta madres pensando que el cabrón es educado, pero nunca compra. ( En "Alebrije de palabras", Fondo Editorial de la Universidad de Puebla, 2013) (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
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"El muerto"
Tomó el diario. Leyó: “El señor N-N descansó en la paz del Señor”. Se tomó el pulso. Nada. Se palpó el pecho. Estaba frío. Sintió una absoluta indiferencia. Tiró el diario y volvió a meterse en la cama, más, pero muchísimo más indiferente que nunca. // Luis Vidales (Colombia, 1904-1990), Suenan timbres (Colcultura, 1976)
(Imagen: Victor Aguilar Arrúa)
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"Fotografía", por Alberto Benza González
(Lima, Perú, 1972). Observó la fotografía de su esposa (ella había fallecido hace años). Siguió observándola pausadamente hasta que la foto quedó reposando en la mesa. Minutos después entró su hijo y pudo ver, sorprendido, a sus padres juntos por primera vez. ("A la luz de la luna", Micrópolis, 2011) (Ilustración: Victor Aguilar Arrúa)
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"Cargamontón", por Enrique Tamay (Chimbote, Áncash, 1964). A la edad de ochenta años no pude resistirme más. Fue un cargamontón. Mujer, hijos, nietos y bisnietos me llevaron de brazos, como buen angelito, galante,
a la casa de Dios; y no me quedó otra que
responderle al clérigo: Sí, acepto. (En "De infidelidades y demás yerbas", Grupo Editorial Arteidea, 2006) (Ilustración: Victor Aguilar Arrúa)
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Cuando José supo que María estaba embarazada, se inquietó sobremanera. La mujer, arrobada por la emoción, exclamó: Alégrate, su padre es Dios. El carpintero agradeció el cumplido y dijo que no era para tanto. El aullar de las hormigas (Estruendomudo, 2017) (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
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"Evidencias"
Hay alguien que me está soñando. Seguro.
A qué vienen, si no, todos estos zapatos sucios de barro al pie de mi cama, y este cansancio inmenso de todas las mañanas. // Ana Tapia
(Almería, España, 1974), Kiriwina
(fin de viaje, 2012)
(Imagen: Victor Aguilar Arrúa)
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"Narciso y la muerta", por Will Rodríguez (Mérida, México, 1970). Le amaneció velando el cuerpo que siempre deseó y que nunca fue suyo. Era la única mujer que se le fue viva, algo imperdonable para un seductor de primera. Luego de pensarlo un rato, decidió meterse al ataúd. ( "Pulpo en su tinta y otras formas de morir", Ficticia, 2007) ( Víctor Aguilar Rúa)
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Mansamente la tristeza comenzó a filtrarse entre los tablones de la bodega del barco que estaba a punto de naufragar a tan solo unas millas de la isla de San Andrés. Lo que entonces no podía imaginar el capitán de aquel vapor es que esa enorme apatía por salvar su propia vida iba a ser celebrada como su último y más preciado acto de valentía. [Ilustración: Víctor Aguilar Rúa]
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"Habla Gregorio" por David Lagmanovich (Córdoba, Argentina 1927 - Tucumán, Argentina, 2010). Me fastidia esa cháchara sobre una presunta transformación, que los franceses —clasicistas y pedantes— han dado en llamar metamorfosis. Siempre he sido fiel a mi ser y no lo cambiaría por una apariencia humana. Si los parientes y los compañeros de oficina quieren considerarme un hombre, allá ellos; pero al final se impondrá la realidad. Llegará el día en que a nadie sorprenda que un insecto tenga nombre humano. (En "Menos de cien", Editorial Martín, 2007) (Víctor Sanjinez)
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"Sin perdón", por Antonio Serrano Cueto (Cádiz, España, 1965). El día de mi funeral, nadie vino a consolarme. Mis amigos pasaban por delante de mis narices con cara de afligidos, pero besaban a mi esposa y a mis hijos como si ellos tuviesen alguna parte en este oscuro viaje. Jamás perdonaré tanto abandono.(En Blog El Baile de los Silenios) (Víctor Aguilar Rúa)
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"La lechera", por José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939 - 2014). La lechera hacía proyectos mientras caminaba por la ciudad. De pronto, ella, su jarra y sus ilusiones se
volvieron añicos en la explosión nuclear. En "De algún tiempo a esta parte" (Ediciones Era, 2014) (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
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En el servicio de caballeros, sobre la mesa de mármol del lavabo, hay una vasija de porcelana. Cuando dejas caer una propina, el hombre que está sentado en la escupidera, con una novela del oeste entre las cejas, levanta la mirada, deja por un momento de pegar tiros y te da las gracias.Relatos hiperbreves (revista digital Hwebra). (Foto:Víctor Aguilar Rúa)
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"Miedo a la muerte"
Cuando salimos de la ciudad, éramos siete. Cuando entramos en el bosque, éramos seis. Cuando dejamos la senda, éramos cinco. Cuando empezamos a desnudarnos, éramos cuatro. Cuando nos metimos en el lago, éramos tres. Cuando empezó a tronar, éramos dos.
Y cuando él murió, partido por un rayo, yo me quedé
solo, flotando sin dueño. // Pablo Gonz
(Sevilla, España, 1968), La saliva del tigre
(20:13 editores, 2010)
(Imagen: Victor Aguilar Arrúa)