Piedad Bonnett: “Hay que poner sobre el tapete los problemas éticos”
Creo que el periodismo cultural debe manejar tiempos distintos a los de la reportería, y estar en manos de aquellos que sienten afinidad por los temas culturales. Es la única manera de que preparen su cubrimiento: leyendo e investigando con interés aquello de lo que se van a ocupar. Y me parece que es vital recuperar los espacios para las entrevistas “en vivo” y de largo aliento. La pandemia trajo una especie de pereza general, de tendencia a la quietud que también tocó a los medios. El contacto con el entrevistado, el conocimiento de su entorno, la posibilidad de salirse de cualquier libreto y de entablar verdaderas conversaciones, que incluyan la discrepancia y la indagación punzante de los temas tratados, a menudo da resultados más vivos e interesantes que los de la entrevista contestada por escrito con preguntas inamovibles. Como ahora los medios se han diversificado mucho en sus formatos, el género entrevista puede también servirse de lo audiovisual, que resulta muy estimulante para el público.
Creo también que el periodismo cultural tendría que abrir más sus espacios a la reflexión sobre los temas culturales más espinosos y controvertidos de hoy, como las cuestiones de cambio de género, la corrección política y la cultura de la cancelación, el activismo animalista con sus logros y sus excesos, inteligencia artificial y literatura, que pongan sobre el tapete problemas éticos importantes, apelando siempre a fuentes diversas que complejicen la mirada sobre estos asuntos.
Enrique Krauze: “Hilvanando creación y crítica, los suplementos y revistas deben persistir”
¿Qué espacio y tiempo quedan para las revistas y los suplementos culturales?
El espacio y el tiempo de la resistencia. No es la primera vez que el mundo enloquece por los fanatismos de la identidad y los delirios del poder. Hace cien años, el país más civilizado de Europa caía dócilmente, presa de un demagogo que predicaba no solo la exclusión del otro (como los de ahora) sino su exterminio. Y sin embargo, entre una hecatombe y otra, silbando frente al abismo de la historia, en la Alemania de Weimar floreció la cultura. El mundo se hundió en la barbarie, pero el arte perduró.
Así ahora. Hilvanando creación y crítica, exigentes, cuidadosos, variados, plurales, los suplementos y las revistas deben persistir. Tarde o temprano, los pueblos aprenden el valor de la libertad. Y, al descubrirlo, encuentran la más alta expresión de esa libertad en la literatura y el arte.
Mientras esa conciencia permea en la mayorías, la labor de los suplementos culturales y las revistas literarias es fundamental. Quizá no mueven de inmediato las mentalidades pero convencen sutilmente, conquistando uno a uno a los lectores. Lejos de ver la irrupción de las redes sociales como una competencia opresiva, revistas y suplementos deben aprovecharlas imaginativamente. La calidad, la pertinencia, la autenticidad, el amor a la verdad abren camino al andar.
Si la teoría de las generaciones de Ortega es correcta, los más de 3.600 números de El Dominical han cubierto cuatro generaciones. Esa historia es la prueba: la política pasa, la cultura queda.
Laura Niembro: “No debe perder la memoria en la carrera por comunicar”
La brevedad y la inmediatez en la comunicación son signos de nuestro tiempo, el periodismo cultural debería conciliar la brevedad de las notas y su necesidad de ser publicadas casi en tiempo real, con la profundidad y especialización que requiere esta fuente.
Los responsables de generar contenidos culturales deben poder propiciar un enfoque innovador y creativo para presentar las noticias y eventos culturales de una manera interesante y atractiva. Poner en contexto cada nota, con enlaces e hipertextos que permitan al lector valorar la relevancia de cada noticia o reportaje y aprender más al respecto, es imperativo ahora.
El periodismo cultural no debe perder la memoria en la carrera por comunicar lo antes posible. Hoy como nunca, es necesario dar seguimiento a los temas, generar el análisis y llevar una agenda cuidadosa de fechas de cumplimiento de proyectos, promesas gubernamentales, compromisos de la iniciativa privada para con la sociedad, etcétera.
Hoy se necesita tener un papel más proactivo y empático hacia la sociedad por parte de los medios de comunicación y, para ello, se requiere de periodistas especializados y con condiciones laborales justas; el periodismo cultural en su afán por ser rentable ha caído en la tentación de creer prescindible la figura del editor, y ese es un error que debe corregirse. Hoy ante la avalancha de información a la que estamos expuestos, el trabajo de jerarquización que realizan los editores es fundamental.
Daniel Alarcón: “Hay que desarrollar un lente crítico, una voz y un estilo”
Es muy difícil pensar en derroteros para el periodismo cultural, especialmente cuando sabemos que su necesidad prioritaria es adecuarse a las audiencias. Entonces debemos plantearnos las preguntas desde cero: ¿para qué sirve el periodismo cultural?, ¿cuál es su meta? Si la meta es servir a sus audiencias para que puedan navegar el mundo de la producción cultural y saber qué vale la pena y qué no, hay que desarrollar un lente crítico, una voz y un estilo. Llegar a las audiencias con un lenguaje y en los dispositivos que les llame la atención.
Sin ganas de ofender al cumpleañero, hay que cuestionarlo todo. Incluso preguntarnos si el formato de El Dominical sigue siendo relevante. Es una pregunta incómoda pero válida. En mi caso, no sé si mi meta es que Radio Ambulante cumpla 70 años, por ejemplo. No sé hasta qué edad haré esto que hago. Me preocupa más bien que, como equipo, nos insertemos en el diálogo cultural, demostrando la relevancia de una institución en medio de la actualidad.
Valerie Miles: “Competir para ser los primeros ya es inútil”
Lo más inteligente cuando nos enfrentamos a momentos de incertidumbre o directamente al presente desquiciado, es buscar lo antitético, lo paradójico, como la mirada de Jano. Pienso en el cuento de Poe “Un descenso al Maelström”, donde un hombre para sobrevivir a un potentísimo remolino en los mares del norte, en vez de aferrarse al barco, se arrojó al agua y sobrevivió mientras sus hermanos murieron, presas del pánico. Sabemos que el tiempo se ha comprimido, y en TikTok los videos no deben superar los 15 segundos si se trata de llamar la atención. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿El tiempo detenido?
Los ritmos de nuestras vidas son los de la economía, subyugados estamos al rey Cronos. Volver al futuro entonces para una noticia importante: el gancho con los datos si hace falta inmediatez, después viene el texto reflexivo, y finalmente un análisis profundo. ¿Qué es lo que buscan los lectores? Información de calidad. ¿Por qué la gente está dispuesta a pagar por la información en el “Financial Times”? Porque nadie más la tiene. Tienen firmas en las que los lectores pueden confiar. Bien pagados. Hay que tener comisarios, experimentados pero dispuestos a arriesgar.
Competir siempre para ser los primeros es ya inútil. Hay que leer bien los libros para escribir bien sobre ellos y eso requiere tiempo. Y tenemos que dejar de pensar en que lo joven es lo más inteligente. Puede que sea lo más fascinante, pues lo nuevo siempre es glamuroso, pero no necesariamente inteligente. Eso lo quieren vender los que buscan eslabones débiles en la cadena de conocimiento.
Volver. Si quieren quitar páginas a una sección de cultura, que lo hagan. Nosotros las abrimos en otra parte. Tranquilos. Si quieren buscar una app para escribir la noticia, déjalos con su app. Tranquilos. Abriremos en otra parte. La aceleración es el maelström de hoy. Déjate caer. Pon un Bartleby en tu vida.
Pablo de Santis: “Un camino pendiente es el vínculo con la educación”
Cuando tomamos un periódico de hace treinta o cuarenta años y leemos las viejas noticias, nos parecen remotos los conflictos y desconocidos los nombres de ministros, líderes sindicales y, a veces, deportistas. Las páginas culturales –seguramente las menos leídas en su momento– son las que menos han envejecido: hablan de obras que todavía tienen significado para nosotros. De todos los periodismos, el cultural es el que logra conservar por más tiempo su potencia de lectura.
Sé que el periodismo cultural es siempre blanco de ataques. Pero yo no los tomaría muy en serio, porque la principal crítica suele ser, en el fondo, que las secciones culturales se dediquen a la cultura y no a otra cosa. Algo parecido ocurre cuando se critica a las ferias del libro por vender libros. Esta clase de razonamientos suele terminar con esa frase misteriosa “Todo es cultura”, cuyo significado último es “Todo es cultura, menos la cultura”.
Una serie de cuestiones tensionan hoy al periodismo cultural: la pregunta sobre cómo convertir la actividad cultural en noticia; la necesidad de tener una agenda propia que no dependa tanto de las novedades; el peligro de caer en la corrección política, que siempre termina en censura y cancelación… Hay un camino pendiente que es el de establecer algún vínculo con la educación. Ignoro hasta qué punto esto es posible, pero me parecería ideal que el periodismo cultural pudiera entrar en las escuelas para acercarse a la formación de los lectores jóvenes. Tal vez a través de proyectos de colaboración o del fomento de concursos literarios para estudiantes.
Sergio del Molino: “Debe tomar en cuenta su condición excéntrica dentro del periodismo”
Para empezar, no tengo del todo claro que el periodismo cultural sea periodismo en un sentido equiparable al del periodismo político o a la crónica. No lo es en tanto que no persigue lo noticioso ni articula su narrativa en torno al conflicto, sino que suele dar cuenta de las novedades de la industria cultural en un tono, muchas veces, promocional, ofreciéndose como escaparate. No estoy abogando por un periodismo cultural agresivo, pero sí creo que debe tomar conciencia de su condición excéntrica dentro del periodismo para empezar a entender la cultura de una forma menos estricta y con una mirada más ecuménica. Tradicionalmente, el periodismo cultural ha sido una fuente de criterio, un legitimador de modas, corrientes y figuras que discriminaba el grano de la paja en una oferta inabarcable. Hace tiempo que perdió esa autoridad, patente sobre todo en la parte crítica del oficio. Son hoy muy pocos los críticos y cronistas lo bastante poderosos como para influir en el gusto del público, pero creo que no hay que lamentarse por esa pérdida. El periodismo cultural puede encontrar un sitio y un porqué si es capaz de trascender la maquinaria promocional de las industrias culturales y enseña a relacionar disciplinas y artes, ofreciendo panoramas y trazando mapas para orientarse. No se trataría tanto de consagrar o denostar a los artistas como de facilitar al público un contexto, explicar los antecedentes y anticipar tendencias. El esfuerzo es explicativo y de fondo, no ya prescriptivo (no tiene sentido y suena incluso ridículo intentar crear un canon en medio del caos creativo de hoy), y se puede hacer en múltiples soportes y aprovechándose del poder de las redes sociales.
Carlos Franz: “Hoy, las luchas políticas son ante todo batallas culturales”
Pocas veces en su historia el periodismo cultural ha sido más necesario y más difícil de ejercer. Hoy las luchas políticas son ante todo batallas culturales, disputas por el control del lenguaje y de los relatos que definen identidades colectivas. Tras el eclipse de Marx brilla el astro astuto de Gramsci. Quien domine las superestructuras culturales obtendrá la hegemonía política.
Hay una disputa global por el control de los significados. En ese forcejeo las secciones literarias y artísticas de los periódicos adquieren nueva importancia. Más que nunca, la libertad de pensamiento necesita estos espacios porque otras esferas se han estrechado o desaparecido. Muchas universidades han cedido ante los fanáticos que cancelan ideas en lugar de discutirlas. En el debate atomizado de las redes sociales priman las tergiversaciones y las simplificaciones partisanas. Los medios audiovisuales masivos, codiciosos del rating, siguen las tendencias polarizadoras de las redes.
En este ambiente de nuevas ortodoxias el periodismo cultural puede ser uno de los escasos refugios del arte y del pensamiento libres. Para mantener ese refugio el periodista cultural debería tomar conciencia de las amenazas que lo asedian. Los activistas políticos intentan extender su hegemonía a estos espacios y anular su pluralismo.
En la literatura y en el arte la objetividad es aún más escurridiza que en otros ámbitos. Precisamente por eso la crítica y el reportaje cultural honestos deben ser diversos y plurales. El pensamiento políticamente correcto atasca el flujo de la cultura, empantanándola en dogmas ideológicos y modas académicas. Las páginas culturales de los periódicos deben ser oasis sorpresivos donde siga manando el agua fresca de la libertad intelectual y creativa.
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