Al mando de una ambulancia, una mujer y su hija recorren Francia y emplean radiación para atender a los heridos de la Primera Guerra Mundial. Por aquel entonces, noviembre de 1914, el uso de la radiación en medicina era excepcional y estaba relegado a los hospitales. Pero la mujer, mejor conocida como María Sklodowska-Curie o Marie Curie, estaba convencida de llevar las propiedades curativas de este fenómeno físico a donde hiciera falta. Ella misma armó un vehículo y condujo hacia el conflicto.
“Una vez que el tratamiento está delimitado, el físico médico debe hacer que este se dé con las condiciones exactas”. —Navor Figueroa
Con el equipamiento de la ambulancia, la física franco-polaca mostraba el estado del cuerpo humano por dentro. Los médicos usaban estas imágenes para observar los huesos rotos y las balas atascadas en la anatomía de los soldados. De ese modo, era más fácil operar. Pero también empleaba el radio —elemento químico que la propia Curie había descubierto— para tratar tumores o inflamaciones.
En el momento de la guerra, Curie ya era una física consagrada. Con dos Premios Nobel en su cuenta, había descubierto elementos químicos, explorado el fenómeno de la radiación y lideraba instituciones dedicadas a su estudio. Más de un siglo después, las técnicas basadas en este fenómeno son esenciales en la medicina. Hoy, en cualquier centro de tratamiento del cáncer, herederos de Curie usan sus propiedades curativas.
—Física aliada—
La física es complementaria a muchas ciencias. En medicina, su aplicación aporta al conocimiento del cuerpo humano: los modelos físicos permiten entender el organismo a profundidad. Pero fue recién con los descubrimientos en radiación que esta ciencia tomó lugar en los hospitales.
La radiación sirve para identificar, evaluar y tratar enfermedades. El profesional que se ocupa de manipular este fenómeno es el físico médico. Este especialista en radiación evalúa la seguridad y eficiencia de un método que, por los materiales que usa, puede ser riesgoso. A fin de cuentas, la radiación sirve tanto en centrales nucleares como en intervenciones médicas.
“Es una profesión que maneja la tecnología y tiene una formación científica”, cuenta Navor Figueroa, jefe del Área de Física Médica del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN). “Siempre tiene que haber una persona que administre, mida y calcule la dosis, y el único profesional formado para ello es el físico”. Las técnicas de la física médica suelen ser más efectivas y menos desgastantes para el paciente que los tratamientos tradicionales. Una quimioterapia puede generar consecuencias dañinas para el paciente. Un tratamiento con radiación, por la exactitud de la aplicación, reduce daños colaterales.
Mediante el manejo de equipos como cápsulas radioactivas que recorren el cuerpo, el físico médico identifica las enfermedades antes de que haya síntomas. Las cápsulas emiten rayos gama detectados por cámaras y recreados en computadora. Con estas imágenes moleculares, los médicos observan el estado del tejido dañado y proponen el tratamiento.
—Radioterapia—
Jorge Delgado —65 años, Barranca— espera el resultado de sus exámenes médicos. En octubre pasado, comenzó un tratamiento en el INEN y es sometido a altas dosis de radiación. Las células cancerígenas fueron irradiadas hasta que el tejido de su cuerpo quedó limpio. Ahora dice que el cáncer a la próstata que le diagnosticaron ya no le causa molestias.
Cuando llegó al INEN, Delgado temía por la gravedad de su enfermedad. Tras la evaluación, le propusieron un tratamiento que involucraba 28 sesiones de radioterapia. Acompañado de su hermana, entraba al consultorio y se recostaba en una camilla mientras una máquina le cubría la mitad del cuerpo. Boca arriba, debía esperar unos 20 minutos a ser irradiado con rayos X de alta energía. Al principio, esto lo inquietaba, pero después se acostumbró a descansar durante las sesiones.
Como Delgado, otros 100 pacientes reciben diariamente tratamientos de radiación en el INEN. Algunos deben asistir a varias sesiones, mientras que otros reciben toda la dosis en un par de días. Algunas intervenciones emplean aceleradores de partículas atómicas y otras inoculan sondas radioactivas en el cuerpo.
“Una vez que el tratamiento está delimitado, el físico médico debe hacer que este se dé con las condiciones exactas. Cuanto más eficiente es la dosis, los efectos a largo plazo son mejores”, comenta Figueroa en su oficina, una especie de subterráneo lleno de computadoras.
El proceso de evaluación de cada paciente incluye una simulación en un cuerpo artificial. Los datos recabados se ingresan a un software que optimiza el tratamiento. El INEN no es el único centro que ofrece estas terapias en el Perú, pero sí fue el primero.
La radiación sirve para identificar, evaluar y tratar enfermedades. El profesional que se ocupa de manipular este fenómeno es el físico médico.
—La sofisticación del método—
En 1995, cuando el gobierno francés exhumó el cuerpo de Marie Curie, halló algo inesperado. Al contrario de lo que se creía, sus restos no despedían niveles nocivos de radiación, lo que descartaba la hipótesis de que hubiera muerto por el estudio de este fenómeno. Según sugirió la revista Nature, este hecho indicaba que la física había muerto por su labor curativa en la Primera Guerra Mundial. Al parecer, su propia técnica de sanación la había acabado matando.
Si bien la radiación puede ser peligrosa, desde entonces su empleo se ha perfeccionado. “Con las tecnologías anteriores, cuando dabas una dosis al tejido dañado, había consecuencias colaterales: o dejabas una parte sin irradiar o afectabas el tejido sano”, recuerda Figueroa, quien se ha dedicado a esta disciplina durante 20 años. “Con cada tecnología nueva controlas mejor este proceso”, agrega.
Y aunque los riesgos de la radiación no desaparecen del todo, su uso en medicina es ahora la regla. Y todo gracias a una mujer que se atrevió a practicar sus conocimientos científicos en plena guerra.
Los datos
- 100 pacientes reciben terapias diarias de radiación al día en el INEN.
- Petites curies: Durante la Primera Guerra Mundial, Marie Curie organizó unas 200 unidades con equipos de rayos X portátiles (conocidos como petites Curies) que ayudaron a los médicos a diagnosticar a los heridos.