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“Kontinental ‘25” de Radu Jude: un manual para reírse de la amargura contemporánea
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En 1952, aún con los rezagos de la Segunda Guerra Mundial, el maestro italiano Roberto Rossellini estrenó “Europa ‘51”, amarga película sobre una mujer estadounidense radicada en Roma (interpretada por Ingrid Bergman) que, afectada por el suicidio de su joven hijo, se embarca en un intento de expiar su culpa mediante la dádiva y el auxilio a personas necesitadas, aunque su ayuda parezca más bien un fruto de la confusión moral que termina jugándole en contra.
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El rumano Radu Jude (Bucarest, 1977) ensaya una sátira de la cinta de Rossellini con “Kontinental ‘25”. Aquí también tenemos a una mujer inserta en un territorio que no es el suyo (una húngara en Rumania): su nombre es Orsolya, y es una funcionaria municipal que tiene a su cargo el desalojo de un indigente que vive en el sótano de un edificio proyectado a convertirse en un hotel boutique. Pero durante el operativo de desahucio, en un descuido de Orsolya, el hombre se suicida.
Lo que sigue en la película es el culposo y angustiado derrotero de Orsolya, que comienza a deambular por su ciudad (Cluj, en Transilvania) y a conversar con una serie de personas sobre el incidente que la agobia. De hecho, la película se estructura básicamente en una serie de diálogos entre la protagonista y la gente que la rodea: su esposo, su jefe, una amiga, su madre, un exalumno, un párroco. Con cada uno de ellos, Orsolya repasa los detalles del suicidio, como un machacante flagelo que le impide alcanzar la tranquilidad.
"Jude aborda cuestiones críticas como la polarización política, la violencia o la religión sin responder a agendas o lugares comunes".
Descrito así, “Kontinental ‘25” puede sonar a un oscuro y trágico relato (y en el fondo sí lo es); sin embargo, Jude lo reviste de un humor cáustico –que recurre incluso a la fórmula clásica y universal del chiste– para romper cualquier atisbo de solemnidad. Además, recurre a planos fijos que enmarcan imágenes desconcertantes (un parque jurásico algo patético, un perro robot, un video viral de la guerra ruso-ucraniana), y que acrecientan la sensación de extrañeza que ya habíamos visto en la obra del director (busquen “Bad Luck Banging or Loony Porn” o “No esperes demasiado del fin del mundo”, son imperdibles).
Entre esos diálogos y encuadres tan irreverentes como ingeniosos, Jude articula un conjunto de reflexiones preclaras, muy astutas, pero curiosamente desprovistas de cualquier pretensión intelectual. Su forma de abordar cuestiones críticas como el ultranacionalismo, la violencia, la gentrificación, la polarización política, la religión y otros asuntos tan latentes hoy por hoy no responde a agendas estandarizadas ni lugares comunes, sino a una mirada desfachatada, a veces polémica, pero siempre singular y segura de sí.
Hacia el final de “Kontinental ‘25”, las silenciosas tomas de Cluj –ciudad en expansión e irregular desarrollo– parecen ser una invitación a observar a una Europa paralizada por la incertidumbre, como la que retrató Rossellini hace 80 años. Con sus propias ideas y perspectivas, Jude se consolida como uno de los cineastas que mejor entiende, o intenta entender, la complejidad de nuestra agitada contemporaneidad.
Calificación: 4/5
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