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“Peacock” en MUBI: una sociedad con amigos, amantes y familiares para alquilar
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Parece broma, sátira pura, pero lo que presenta “Peacock” no está tan alejado de lo que nos ofrecen ciertas aplicaciones de realidad (“Tinder”, “OnlyFans”, elija usted su favorita). Es la historia de una agencia de contratación de amigos en Viena, la capital austriaca. Un servicio que ofrece acompañantes “para todas las ocasiones”, según se promociona. Allí trabaja Matthias (Albrecht Schuch), el protagonista de la cinta, un tipo que moldea su personalidad y se ajusta a diversas situaciones de acuerdo a lo que requieran sus clientes: un novio elegante, un padre modelo, un hijo del cual jactarse frente a otras familiares, etc.
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Esa idea de falsedad rutinaria, de actuaciones de aspecto naturalista y encuentros impostados, se ve reforzada por la estética y el tono que plantea el director Bernhard Wenger para su relato: el de una frialdad europea traducida en personajes que por ratos parecen catatónicos, de una rigidez exasperante. Sumado a una puesta en escena de tomas mayormente fijas, pulcras hasta la artificialidad de catálogo, de una sofisticación de Primer Mundo, “Peacock” nos hace recordar las propuestas de cineastas como el griego Yorgos Lanthimos, el austriaco Ulrich Seidl o el sueco Ruben Östlund, cuyas miradas críticas a ciertos estratos sociales altos, a una burguesía europea pasmada, derivan en un visionado ridiculizante e incómodo.
El conflicto de “Peacock” estalla cuando Matthias, bastante eficiente en “administrar” vidas ajenas, no puede con la suya propia: su esposa en la vida real lo abandona, cansada de verlo como un extraño. A partir de entonces, la vida del personaje no será la misma. Desde recibir el encargo de una mujer que adquiere sus servicios para aprender a discutir con su esposo, hasta el alquiler de un perro como forma de continuar una vida común, Matthias entrará en una espiral confusa de hechos aparentemente intrascendentes y pasajeros, pero que tendrán consecuencias mucho más difíciles de manejar.
En el fondo, la cinta de Wenger es una aproximación a la soledad y la alienación humanas del siglo XXI, al aislamiento y la paradójica desconexión en tiempos de hiperconectividad digital. Además, con sus tintes cómicos y absurdos, tiene momentos entretenidos. Pero como conjunto, no es del todo satisfactoria. Adolece de la profundidad perturbadora de una película como “The Truman Show” –por citar un ejemplo de memorables simulaciones en el cine– y su displicencia anímica se vuelve cansina, repetitiva, genera un rechazo del que resulta complicado regresar. Y ya que estamos en este tópico de farsas y experimentos sociales, recomiendo la serie “El ensayo” (“The Rehearsal”), en HBO: un propuesta bastante más subversiva y desconcertante sobre la gran mentira en la que vivimos.
Calificación: 3 de 5.







