Susana Reisz
Susana Reisz
Diana Gonzales Obando

Además de ser una de las voces autorizadas de la crítica literaria peruana y feminista, Susana Reisz es también una gran melómana y cocinera. Pocos conocemos que tocaba el piano y que le fascina estar rodeada de amistades. “Soy un poco diletante”, nos comenta mientras nos muestra su estupenda colección de discos musicales que trajo de EEUU junto a sus libros y piano cuando se mudó a Lima en 2010, donde radica hasta el día de hoy. Fue decana de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica del Perú durante 6 años.

Leer sobre feminismo es ponerte unos lentes y ver el mundo de otra manera. ¿Cómo fue tu primer contacto con el feminismo?
Yo estaba preparada para ver de esa manera. Yo no había utilizado ese aparato conceptual en mis investigaciones literarias pero sí que esa óptica funcionaba en mi vida desde chica. Desde pequeña sentía mucha ira por las diferencias de educación, de tratamiento y de todo tipo que se hacían entre varones y mujeres, diferencias que venían ya desde el hogar. 

¿Cómo empezaste a percibir esas diferencias?
Me educaron de manera tradicional en la convicción de que las mujeres están para servir a los hombres. Eso producía dentro de mí una forma de rebeldía, era muy inquieta, pensaba mucho. El feminismo “silvestre” (pues en esa época no hacía lecturas de tipo teórico) me llegaba hasta cierto punto, pero no me manifestaba públicamente como feminista pues sabía que si lo hacía se burlarían de mí y, además, temía quedarme sola. Quería un compañero, proyectaba tener hijos aunque en ese momento lo único que me importaba era estudiar.

Por esa rebeldía la pasé bastante mal en los primeros años en que comencé a enseñar en la Católica porque en ese momento, a fines de los setenta, me encontré con un ambiente muy machista. Yo sentía que solo tenía validez como profesora y solamente dentro de la clase, pero cuando se trataba de decidir asuntos importantes, a mí no me consultaban. Era un mundo de hombres.

¿Cómo reaccionaban si dabas una opinión?
Los colegas ni siquiera se dirigían a mí cuando se hablaba de temas considerados “importantes”, como la política nacional o la política universitaria. Muchos años después, cuando yo ya vivía en Estados Unidos y era bastante mayor, uno de ellos, poco antes de morir, me dijo que lamentaba mucho no haberme tomado en cuenta antes. 

¿Cómo sentiste esas disculpas?
Me sonaron bien porque no soy rencorosa y además aprecio que alguien reconozca sus errores, así como a que a toda la gente abusada ––sean mujeres, niños y niñas o minorías discriminadas–– se les pida perdón públicamente. Eso es básico. Si bien nadie puede devolverte lo que perdiste en esos años de tu vida, es grato que en algún momento te lo reconozcan.

¿Qué opinas del uso del lenguaje inclusivo?
Ese para mí es un problema, hasta el día de hoy. Cuando era decana era muy cuidadosa, escribía ‘queridos alumnos y queridas alumnas’, ‘los’, ‘las’ y a veces utilizaba la ‘X’ o el signo ‘@’, porque sabía que era importante para las chicas y para los grupos de jóvenes de ambos sexos que comenzaban a manifestarse contra todas las formas de discriminación. Pero hasta el día de hoy me resulta casi un problema metafísico: ¿lo uso o no lo uso? Porque es incómodo. Sobre todo para escribir ensayos.

Sí ha sido importante en cierto momento para tomar consciencia de un síntoma de la discriminación sistemática hacia las mujeres, pero esa no es la pelea más importante que hay que dar, yo estoy ahora en otras luchas. Por eso cuando digo que ya no escribo sobre teoría feminista, no significa que no esté en pie de lucha en todo lo que tiene que ver con la discriminación hacia las mujeres y los grupos minoritarios. Estoy contra todas las formas de discriminación.

¿Cuán importante es incluir a los hombres en las luchas feministas?
Los cambios sustanciales solo podrán venir con una generación de hombres que haya crecido con otras pautas de conducta. Creo que entre los hombres más jóvenes hay una actitud menos machista, pero mucho depende de los sectores sociales y del grado de instrucción que tengan. Sé que los hijos de mujeres feministas, como es mi caso, son diferentes. Son mejores compañeros y mejores padres. Hay que hacer activismo de todas las maneras posibles, salir a las calles, luchar políticamente por combatir el maltrato y mejorar la situación de la mujer en todos los terrenos.

Fue para mí una decepción profunda que se rechazara la paridad en la reforma del sistema de justicia y que, por añadidura, se lo hiciera con pésimos argumentos. Me parece lamentable que una mujer que ha llegado a una posición de poder político, como es el caso de la congresista Rosa Bartra, descarte el principio de paridad y se manifieste a favor de un concepto puramente formal de meritocracia, sin considerar que bajo el patriarcado las mujeres por lo común tienen que esforzarse el doble para alcanzar los mismos méritos que los hombres. Las pocas mujeres que logran romper el “techo de cristal” (ese que les impide acceder a posiciones prestigiosas y a cargos de poder) por lo general lo logran venciendo múltiples escollos pues el cuidado de la familia (hijos, ancianos o familiares enfermos) suele estar a cargo de ellas y no de ellos. En el mundo de la academia, que es el que mejor conozco, solemos estar en inferioridad de condiciones en relación con los colegas hombres pues durante los años que dedicamos a la crianza de los hijos nos es sumamente difícil producir al mismo ritmo de ellos. Creo que esas son las luchas que hay que dar de inmediato en lugar de seguir dándole vueltas a la posibilidad de desarrollar un lenguaje formalmente inclusivo. Necesitamos salir a marchar con más frecuencia y hacer más bulla. En la universidad y en las calles.

Hay una necesidad entre las mujeres escritoras de hacer amistad o círculos para sembrar raíces juntas y difundir sus voces.
Soy una convencida de eso. Debo decir que lo altamente positivo que saqué de mis 20 años en Estados Unidos fue precisamente eso, se me cayó un poco la venda de los ojos. En esa época había mucha distancia entre lo que se hacía aquí en las humanidades y lo que se hacía en el hemisferio norte, especialmente en Estados Unidos, porque el mundo anglosajón es la cuna del feminismo. Con esto no quiero decir que allá las mujeres la tengan fácil, pero han logrado una serie de triunfos que aquí todavía no. 

¿Cuáles son las escritoras que han estado escondidas y que necesitaríamos estudiar más?
Magda Portal ha sido una de ellas. Perteneció a una generación de escritoras surgidas en la primera mitad del siglo XX a las que hasta ahora se les ha prestado poca atención. También hay otras formas de olvido que te van a parecer un poco extrañas: Blanca Varela, tal vez la mujer más conocida de las letras peruanas, durante mucho tiempo estuvo bastante en las sombras. Su fama vino muy tarde, ya bastante mayor, como para que no pudiera siquiera gozar el premio Reina Sofía. Quienes la alentábamos y acompañábamos constantemente éramos un grupo de escritoras y amantes de la literatura más jóvenes que ella que la admirábamos mucho. Comenzó a tomar consciencia de todo lo que le había significado ser mujer en esa última etapa.

Quizá no creía en su talento. 
Era de una modestia casi irritante. Era su personalidad pero también el miedo al juicio negativo de los varones, de eso estoy segura porque sus maestros, guías y colegas habían sido todos varones. Decía que la habían tratado muy bien, pero yo creo que la habían tratado como a una muñequita porque además de talentosa, era muy bonita. Esa suerte no la tuvo Magda Portal. Estoy segura de que esa fue una de las razones por las cuales tuvo tanta cabida entre los intelectuales peruanos de su épooca, entre ellos José María Arguedas a quien ella admiraba mucho. 

CRÍTICA AL FEMINISMO ACADÉMICO
“En la academia norteamericana pasó de ser una herramienta de lucha por la liberación de las mujeres a convertirse en un nicho dentro del ambiente universitario. Fue una de las razones por las que me dije: basta ya de solo teorizar. En los grandes congresos (como los de la Asociación de Lenguas Modernas o los de la Asociación de Estudios Latinoamericanos) siempre suele haber mesas sobre literatura y otras formas de arte producidas por mujeres, pero quienes hablan y quienes escuchan suelen ser mujeres convencidas de antemano de los argumentos que allí se exponen. Lo que menos se encuentra allí es auténtico espíritu de lucha. En Estados Unidos el feminismo comenzó siendo un arma de combate por la equidad pero cuando empezó a convertirse en una especialidad catalogada e institucionalizada perdió su rebeldía primigenia”.

NUEVOS PROYECTOS
“Tengo un proyecto importante para mí que es reescribir de manera sustancial mi vieja Teoría Literaria para ponerla en concordancia con todo lo nuevo que ha surgido en los últimos treinta años”.

OTRAS INVESTIGACIONES
“Frecuentemente escribo sobre mis amigas poetas y narradoras, pero también sobre otros temas. Por ejemplo, he regresado a un antiguo tema que sigue encantándome, que es la literatura fantástica”.

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