Emprender no es fácil. Se requiere una enorme tolerancia al riesgo o, como dicen en este rubro, un estómago a prueba de una montaña rusa. En este negocio, en términos generales, la estabilidad económica no está asegurada. El aguante psicológico resulta clave: en un momento uno está en la cima y, en el siguiente, en el hoyo. Pero emprender el Perú, según el Dr. Guillermo Quiroga, Director de Postgrado UPC, podría resultar más difícil que en otro lugar.
¿Cómo evalúa el panorama de los emprendedores digitales en el Perú?
En el Perú, vemos una predisposición optimista entre los jóvenes por emprender en temas de tecnología. Eso es positivo. Pero debemos destacar que existen circunstancias externas, en comparación con el entorno internacional, que dificultan la innovación. Pero también es cierto que existen pocos ecosistemas logrados.
El más importante de todos, por excelencia, es Silicon Valley, y otros que los quieren imitar, tanto en Europa como en América Latina. En estos lugares existen iniciativas y facilidades. En el fondo, el emprendedor, digital o no digital, está supeditado a las condiciones del país en el que va a operar, por eso aquellos que quieren hacer emprendimientos en serio se van a Silicon Valley.
¿Cuáles son los retos que deben enfrentar si se quedan en el Perú?
Los desafíos se encuentran sobretodo en el terreno operativo, en el campo de los riesgos de operación: que el producto no pegue, que el mercado no responda o que la tecnología no dé la solución. Estos riesgos muchas veces el emprendedor los podrá manejar. Pero hay otro riesgo que es el social. Este es más subjetivo, y se refiere a las barreras que impone la cultura propia del país: no lo hagas, busca un trabajo seguro, no pierdas el tiempo, como te rebajas, por qué vas a emprender.
Independientemente del emprendimiento, el emprendedor sale a remangarse las manos, a probar, experimentar y fracasar. El emprendedor, en un país con poca cultura del fracaso y mucha aversión al riesgo, debe ser fuerte y enfrentar paradigmas de la sociedad. En ese sentido, el ecosistema aún está por desarrollarse.
¿Es un tema de falta de capital?
Existen fondos, capital ángel, hay unos cuantos… pero es pequeño. El emprendedor, independientemente de su idea, debe saber asumir los riesgos operativos y sociales para seguir con su idea adelante y saber si es exitoso o no. El otro camino es no hacerlo, no intentarlo.
Uno ve emprendedores menores de 35 años en Silicon Valley cuyas empresas valen fortunas, y ve emprendedores en el Perú de la misma edad que siguen postulando a fondos concursables para poder sobrevivir. ¿Qué está faltando?
El emprendimiento tecnológico es rápidamente escalable. En cambio, si se trata de un negocio de retail o de operaciones en manufactura, seguirá otra línea de crecimiento. Un negocio tecnológico, en cambio puede explotar en un año, un algoritmo puede valer millones. Pero hace falta el entorno. Por eso el emprendedor con una buena idea se va Silicon Valley, donde están las aceleradoras, los fondos, con la idea de vivir el all-in en las grandes ligas: viven en un carro y comen fideos de sobre, en busca de hacer escalable su idea. No hay otro lugar.
¿Qué tiene Silicon Valley que no tienen otros lugares?
La cultura, el networking. Hay temas que acá que no se solucionan solos, pero allá, donde existe una cultura colaborativa, está el dar pero recibir por delante: el emprendedor le pregunta a otros emprendedores cómo resolver un problema, y le responden, y si no lo ayudan lo derivan con otro que sí. La gente es receptiva a escuchar y dar opinión. En Santana Road, en Palo Alto, hay una calle donde están todos los fondos de capital. Es como jugar en la Champions.
¿Es parte de la creación de un ecosistema el hecho de que los emprendedores peruanos con experiencia de vida en Silicon Valley hayan regresado a emprender en el Perú?
Es interesante ver peruanos que han pasado una temporada en empresas en Silicon Valley o que han respirado el espíritu de esta zona, hayan regresado a compartir y transmitir su conocimiento. En el Perú hay muchas oportunidades . Pero unas son más escalables que otras.
¿Y qué opina de los grupos empresariales, como Intercorp y Breca, y empresas como BCP, ancladas en sectores tradicionales, que han desarrollado laboratorios de innovación?
Para que el emprendedor interno florezca y no sea triturado por la cultura del negocio tradicional, se crean estos centros, para que desarrollen innovaciones y posteriormente hagan una transfusión a las empresas del grupo. Se han dado cuenta de que solos no van a poder innovar y recurren a estas unidades que se desarrollan fuera del sombrero corporativo.
¿Parte esta cultura es también el desarrollo de unidades, carreras y centros dedicados al emprendimiento en universidades y escuelas de negocios?
Diría que esto es parte de una tendencia que tiene más o menos una década. El emprendimiento ahora es una teoría, tiene metodología, elementos que facilitan el desarrollo de mallas curriculares. Pero debemos tener en cuenta que los jóvenes de hoy son diferentes a los de hace unos años. Hoy la expectativa no es trabajar en la gran empresa, muchos quieren emprender, cambiar el mundo y hacer emprendimientos escalables. Para ello, las universidades deben responder.
¿Somos un país en el que los productos desarrollados por emprendedores tecnológicos tiene futuro?
Todo producto, sobre todo si es tecnológico, tiene una curva de adopción. Y, si aplica la ley de la difusión de la innovación, muchos no pasan de los early adopters. El mercado no está maduro. Algunos productos tecnológicos que si pasan esa fase, alcanzan vuelo, pero no todos. El ecosistema tiene tres patas: talento, recursos y cultura. Podemos tener talento, con los mejores profesionales, y recursos, con la aparición de fondos de riesgo. Pero la cultura es la clave.
