Ignacio Medina y su crítica gastronómica sobre el Nikko
Ignacio Medina y su crítica gastronómica sobre el Nikko
Ignacio Medina

Hay restaurantes que viven, nacen y crecen en una especie de lucha contracorriente, unas veces contra el propio mercado y otras contra sí mismos. La improvisación en su nacimiento, la falta de conocimiento del sector de parte de sus promotores o la mala selección del espacio, la ubicación o el concepto suelen ser obstáculos que determinan la vida del negocio muy por encima de su oferta culinaria. Pienso en algunas de estas circunstancias cuando me encuentro con el Nikko recién abierto en la avenida La Mar, en Miraflores, convertida en uno de los ejes culinarios urbanos más peculiares y en cierto modo extraños que podemos encontrar. Crecida al calor de la transformación urbana de Miraflores –pocos se aventuraban a caminar más allá de la cuadra seis o siete en las noches de hace ocho o nueve años– comparte espacio con tres docenas de negocios en una zona donde la clientela es de importación. Pocas oficinas y menos viviendas en la zona para alimentar unos restaurantes que en algunos casos van y vienen a merced del viento.

En ese contexto, Nikko no es el último pero casi y nace acompañado por las mismas incertidumbres que otros vecinos que sobreviven a duras penas. La marca ya es conocida y la carta reproduce la propuesta del primer Nikko, abierto por Kenny Wong en La Molina, replicado aquí bajo la batuta de Lucho Soto. El nombre lo deja claro: es una propuesta nikkéi, aunque luego deriva hacia terrenos más lejanos, adentrándose en la cocina chifa y adoptando toda una serie de platos criollos. Desde el tiradito hasta el caldo de gallina, pasando por un lomo saltado bien resuelto. Sería más clara y más precisa si definiera sus objetivos y recortara un poco sus ambiciones. Pocos restaurantes llegan a la excelencia cuando abren demasiado la mano. En cualquier caso, el resultado es una propuesta amable que suele manejarse con soltura.

Me gusta la idea de recrear los platos de los grandes clásicos de la cocina nikkéi. Se luce con el caracol al sillao y con la ensalada de pulpo al estilo de Rosita Yimura, terminada como he leído que lo hacía ella, con un picadillo de tocino crujiente y cebolla cortada en pluma. Es un buen plato a pesar de la mayonesa industrial; es una obligación legal, pero también se pueden trabajar para disfrazar su naturaleza.

Me gustaron los portobellos a la plancha rellenos de un curioso picadillo de conchas acebichadas, mientras el pollo frito con salsa de limón y canelita china está bien resuelto y los wrap de lechuga y lomo al estilo yasaitame son divertidos y gustosos. Por el contrario, las frituras tienden a quedar demasiado grasosas. Sucede con el wantán –con un buen relleno de langostino y pollo– y la tempura de pejerreyes (más bien un rebozado clásico). También falla en unos fideos shaofan con lomo, más bien sosos, dulzones y sin gracia.

AL DETALLE
Calificación: 2 estrellas de 5
Tipo de restaurante: cocina nikkéi.
Dirección: Mariscal La Mar 1285, Miraflores.
Teléfono: 555-8148.
Tarjetas: todas. Valet parking: sí.
Precio medio por persona (sin bebidas): 80 soles.
Bodega: corta.
Observaciones: cierra las noches de domingo a miércoles.

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