Existen experiencias culinarias que para un grupo de internas del penal de Chorrillos (aquí junto con el chef Palmiro Ocampo) podrían generar cambios en sus vidas.
Existen experiencias culinarias que para un grupo de internas del penal de Chorrillos (aquí junto con el chef Palmiro Ocampo) podrían generar cambios en sus vidas.
Catherine Contreras

Hace algunos años, el 'postrero' más famoso del mundo pisó una cárcel de mujeres en Chorrillos. Jordi Roca, el menor de los hermanos dueños del rankeado El Celler de Can Roca (Girona, España), estuvo allí para dictar una clase sobre chocolate en un taller organizado por esa promotora del cacao peruano que es Vanadis Phumpiú y la chocolatera Giovanna Maggiolo. Ocho reclusas aprendieron el dulce oficio con miras a despertar en ellas la creatividad que libera del encierro y que podría, más tarde, serles útil para trabajar dignamente alejadas de todo pasado delictivo.

De las ocho, tres ya salieron en libertad, y una de ellas, Danny, pronto tomará un taller para preparar tabletas finas con cacao de distintos orígenes. Vanadis confía mucho en ella y sabe que logrará salir adelante.

Oportunidades similares surgirán dentro de algún tiempo para las 16 internas que llevaron el taller de reciclaje culinario que Palmiro Ocampo dio en Chorrillos. Y a ellas se sumarán más, pues las cocineras María Zúñiga y Paloma Casanave –integrantes del jurado del concurso de cocina con el que se clausuró el citado taller– han ofrecido su trabajo para el dictado de un nuevo taller. Una acción inspira otra, formando cadenas de apoyo que la gastronomía logra afianzar. Porque esa es también su función: transformar y liberar.

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