El tesoro de Gocta, por Catherine Contreras
El tesoro de Gocta, por Catherine Contreras

Tomar una copa de café en las rocas, un viernes de chamba cuando (sin saber) estamos a 30 °C bajo el sol de Punta Hermosa, no tiene precio. Más aun si un par de surfers, emprendedores en el mundo del café, capturan nuestra atención con el relato de su aventura entre cafetos que crecen en los alrededores de Cocachimba, un caserío a cuatro kilómetros de las cataratas de Gocta, en Amazonas.

Paul Burneo y Alejo Loret de Mola estuvieron allí en agosto pasado, junto con Conservamos por Naturaleza y Goctalab, cuando celebraban un festival en esa área de conservación.

En ese viaje de exploración, a 1.900 m.s.n.m., conocieron a Lenin Ramos, joven caficultor cuya familia quiere hacer de su café orgánico un proyecto sostenible. También a Juana Meza, una señora del cercano pueblo La Coca, que cosecha granos que crecen entre frutales y sembríos de caña. Con ellos han empezado a caminar hacia un sueño, que llaman #proyectococachimba y que apunta a desarrollar con los agricultores la cosecha y comercialización de sus granos a precios justos.

No conocemos ni a Lenin ni a Juana; tampoco identificamos sus rostros ni el timbre de su voz. Pero es su café el que nos vincula a ellos, del mismo modo en que los aromas y sabores representan a los cientos o miles de familias de caficultores del Perú. Conocer sus historias, sosteniendo una taza (o vaso) de café, es una riqueza que debemos potenciar presentándola al consumidor final. Porque el valor de un buen café no solo está en el grano. Está en su gente.

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